El presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, siempre se comportó como un tipo sensato, medido, ubicado. Incluso en momentos cuando desde la orilla de su eterno rival, Boca, sufrió una que otra descalificación por parte del presidente Daniel Angelici.

En muy pocas ocasiones ingresó al puterío del fútbol y se dejó llevar por las emociones. No fue excesivo ante los grandes triunfos ni tampoco catastrófico ante las derrotas.

Sin embargo, sin desmerecer lo que seguimos pensando de él, en las últimas horas tuvo una intervención desafortunada, cuánto menos.

Consultado por el portal Infoabe sobre la derrota de Lanús ante Gremio por la final de la Copa Libertadores, dijo que lo ocurrido le iba “a enseñar al presidente de Lanús que al hincha lo tiene que dejar en la casa y que no puede hacer declaraciones desafortunadas. Porque todo vuelve en la vida –sostuvo–. Y creo que cuando uno es inteligente debe tener respeto por el rival, tiene que tener un respeto enorme por los otros hinchas y debe ser humilde. Hay que ser humilde. Creo que el presidente de Lanús, después de lo ocurrido, deber haber aprendido”.

D’Onofrio cometió uno de los peores errores de los humanos: aprovecharse de la desgracia ajena para pontificar. ¿Había alguna necesidad de hacer referencia a aquella frase que dijo Nicolás Russo después de la semifinal que Lanús le ganó a River por 4-2? Por si alguien la olvidó, la recordamos: ante las quejas de River por el penal no sancionado cuando el partido estaba 2-0 para el equipo de Gallardo, Russo utilizó una frase de barrio: “A llorar a la Iglesia”.

¿Estuvo bien Russo en aquel momento? No. Pero digamos que lo que dijo surgió por un estímulo externo: las quejas de River. Si desde River no se hubiera lanzado una catarata de argumentos para justificar el 2-4, Russo no hubiera dicho nada.

Ahora bien. D’Onofrio, tal su costumbre, no polemizó en aquel momento, lo que todos agradecimos para no sumar más hojarasca al ya manoseado mundo del fútbol. ¿Por qué lo hizo ahora? ¿Tenía necesidad de plantarse ante un micrófono para hablarle paternalmente a Russo a horas de la derrota? Si D’Onofrio pide cordura y respeto, ¿acaso es ésta la mejor manera?

Los lectores podrán decir que todo este asunto es una pavada. Y lo podemos compartir. Pero ocurre que, aún en los más mínimos detalles, desde las páginas de Un Caño referimos levantar la voz de alerta porque queremos que el fútbol, que al fin y al cabo no es más que un juego –profesional pero juego al fin– , no desnaturalice jamás su esencia. Tal vez estas líneas sirvan para que D’Onofrio haga lo mismo que le pide a Russo: deje el hincha en la casa y no sume alguna otra vez declaraciones que no le hacen bien a él ni a River ni a los que pensamos que hay que evitar todo tipo de provocaciones innecesarias. Porque no tenemos dudas de que este  cruce verbal, en el futuro, tendrá un correlato de rivalidad entre los hinchas de River y Lanús. Y este tipo de situacion evitables son las que siempre se lamentan.