Antes de escribir el libro quise contactarme con él. Necesitaba la palabra del protagonista. Pero él se excusó de intervenir. Y lo hizo a su manera. Primero contestó carta aclarando que “no era quién para autorizar el libro” (quién si no) y que no concedía entrevistas particulares. Luego, por teléfono, le expliqué que mi intención no era publicar lo hablado en un medio que necesitaba saber sobre los primeros momentos de su carrera; por ejemplo cuando dirigía las inferiores de Newell’s. “Para eso existe un archivo”, me contestó, dando por terminada la charla.
Bielsa heredó ese rasgo de su madre, capaz de concluir el diálogo cuando ella quiere. Me di cuenta de esto al viajar a Rosario para recabar historias sobre él. La madre se llama Lida Silvia Rosa Caldera, profesora de Historia en el Colegio Misericordia. Luego de un primer contacto telefónico, aunque totalmente sin esperanzas de que me atendiera, me acerqué al negocio donde trabajaba. Ella estaba del otro lado del mostrador y con la cabeza baja. Caminé unos pasos y mientras me presentaba, me di cuenta de que no me estaba mirando. Recién lo hizo para decirme: “Pibe, sos más seguidor que perro de sulky, de mi hijo no voy a hablar”.
Más allá de lo que parezca, Bielsa no es sólo fútbol. Se interesa por todos los temas y generalmente pregunta con detalle. En una charla circunstancial que nos unió, comenzó a consultarme por el periodismo. Le apasionan los medios. Como dijo el padre, “una vez se compró un quiosco de diarios por todo lo que le gusta leer”. Me preguntó sobre los periodistas que más me gustaban. Le contesté y me repilicó: “Sí, son buenos todos esos. Dígame una cosa: ¿por qué no se juntan los buenos para ganarle a los malos?”.
*Autor del libro biográfico sobre Marcelo Bielsa “Lo suficientemente loco”. Este artículo fue publicado por primera vez en el número 7 de la edición impresa de Un Caño, en diciembre de 2005.