“Vos tenés 23 jugadores que la rompen y un director técnico que es buenísimo, el resultado tiene que ser bueno”, se escucha en la televisión. El diálogo sorprende en medio de una ficción sin relación directa con el fútbol como “Historia de un clan”, y tiene lugar entre el ficticio Arquímedes Puccio (interpretado por Alejandro Awada) y algunos de sus cómplices en el sótano de su casa.
La referencia de los cracks y el entrenador bueno tiene que ver con el Mundial ’82, para el que se preparaban Maradona, Kempes, Ramón Díaz, Fillol y otros fenómenos de la mano de César Luis Menotti. Sorprende la naturalidad con que se cuela un diálogo futbolero en medio de la tira. El fanático de la pelota para la oreja y se encuentra con una durísima respuesta de Puccio, apoyada en el rumor de época y en sus particulares creencias. Dice así:
“Dejate de joder. En casa, con los milicos, en el ’78, fue como robarle un chupetín a un pibe y comérselo en la oreja. Ese vestuario suda mierda. Passarella siempre fue un cagador. Odia al negro. El negro será negro, pero es más justo con los compañeros (sospechamos que “el Negro” es Maradona)”, arroja el asesino múltiple. Lo peor viene después: “Hay dos que se hacen romper el orto por Chocolate Baley. ¿Sabés la verga destrozacajetas que debe tener ese negro hijo de puta”. Fino. El diálogo se mantiene brevemente alrededor del tamaño de miembro del Bambino Veira. Aquí está el video.
Hasta ahí, todo parece en orden. Un par de muchachos compartiendo divagues en una novela, una miniserie, una ficción. Pero como la ficción está basada en hechos reales y nombran a sujetos reales con sus apodos y apellidos reales, la respuesta llega desde la realidad. Y llega, como no podría ser de otra manera, a través de una queja de Héctor “Chocolate” Baley, el ex arquero del seleccionado, campeón mundial en el ’78, que formó parte de aquel plantel del ’82.
Baley, que debutó en Estudiantes, pasó por Colón, Independiente y Talleres -donde estaba jugando antes de partir para el Mundial de España- se lo tomó bastante a pecho. “Como actor yo no aceptaría nunca injuriar a una persona, encima sin conocerme”, declaró a radio Vórterix de Córdoba. “Yo trabajé mucho tiempo en divisiones inferiores con chicos y es feo presentarme y que todos hayan escuchado eso. O que me pare una vecina y me pregunte si es cierto eso que andan diciendo en televisión de mí. Yo no tengo porqué darle explicaciones a la gente. Estoy realmente muy enojado”, agregó.
El hombre ya arrancó una demanda contra la productora y los guionistas de la tira. “Se equivocaron muy feo. Estoy enojado”, se encargó de remarcar. Sinceramente, creemos que tiene razón, y que su argumento es atendible en especial si trabaja con juveniles que pueden interpretar ese diálogo como cierto.
Por otra parte, desde el punto de vista documental, no se entiende del todo qué quiere mostrar la escena. Después de todo, no es que los Puccio fueran conocidos por su fervor de hinchas alrededor del fútbol. El apellido está más bien asociado al rugby.
Rescatamos esta historia simple porque nos pareció increíble el poder que puede llegar a tener la ficción, o más particularmente el pelotudeo en la ficción. Es decir: la poca conciencia que tienen -que tenemos- a veces los comunicadores cuando intentamos divertirnos con un intercambio o una chicana en boca de nuestros personajes. El famoso dicho “Que la realidad no te arruine una buena historia” termina desnudando su fragilidad cuando la historia tiene un rebote en la realidad.