“Alguien me dijo alguna vez que el fútbol se había convertido en una cuestión de vida o muerte… Estaba equivocado: el fútbol es mucho más importante que eso”. Bill Shankly, entrenador inglés, 1913-1981.

El 11 de marzo de 1941 el aterrador silbido de las bombas de la Luftwaffe se hizo estruendo sobre Old Trafford, la cancha del Manchester United. En los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, Manchester, por su condición de metrópoli industrial, era un objetivo constante de los bombardeos de la fuerza aérea alemana. Y ese raid, el segundo sufrido por el estadio que hoy se erige orgulloso y moderno como el “Teatro de los Sueños”, destrozó por completo el campo de los Red Devils.

tapa colorAsí, el United se vio obligado a jugar sus partidos de local en Maine Road, la casa del Manchester City. El gesto solidario de su clásico rival se prolongó durante ocho años, el tiempo que demandó la reconstrucción de Old Trafford. Pero la reapertura no invitó a dejar atrás las pesadillas del pasado reciente. Fue en ese mismo 1949 cuando el recuerdo de la Guerra volvió a instalarse en el alma futbolera de la ciudad. En octubre de ese año, el City causó conmoción cuando anunció la contratación de Bernhard Carl Trautmann. El fichaje hubiese resultado polémico tan sólo por el hecho de que Trautmann era alemán. Pero lo que lo hacía inevitablemente escandaloso era el hecho de que el arquero era un ex miembro del cuerpo de paracaidistas de la Luftwaffe… Bert, como sería conocido por el resto de su carrera, fue tomado como prisionero de guerra en 1944, en Francia, durante el desembarco en Normandía, y luego trasladado a un campo de detenidos nazis en Northwich, Inglaterra, donde permaneció recluido hasta 1948. La historia de Trautmann está compuesta por todos los clichés que harían las delicias de un productor hollywoodense. Al momento de su liberación, rechazó la oferta de repatriación y se radicó en las afueras de Liverpool, donde se dedicó a la desactivación de bombas no detonadas en los campos de la región. Los fines de semana de esa temporada 1948/49, Bert atajaba en el St. Helens Town, un equipo amateur de séptima categoría. La cuestión es que el alemán que atajaba en el equipito del pueblo, atajaba bien. Cuentan las crónicas que la final de la Mahon Cup (un trofeo regional) de 1949 registró la inédita asistencia de 9.000 personas.

fulhamCuando, meses más tarde, el City lo incorporó a su plantel, las protestas llegaron no sólo desde el Manchester United y el resto de Inglaterra, sino de los propios abonados del club, que amenazaron con un boicot… Su debut en Maine Road, contra el Bolton, bastó para que su evidente talento disipara la discordia. Pero el problema, grave problema, pasó a ser cada partido de visitante. Para las hinchadas rivales, el arquero del City era un detestable nazi. Y se lo hacían saber. El punto de inflexión de la historia se dio en enero de 1950, en ocasión de la visita del Manchester City al Fulham, nada menos que el primer partido de Trautmann en Londres. El City estaba en el fondo de la tabla y la prensa le auguraba una dura derrota (de hecho, ese año terminaría descendiendo). Pero Bert la rompió esa tarde en Craven Cottage. Lo dicho, escenas de una película. Manchester City perdió, pero fue apenas 1-0. Y entonces Trautmann se retiró de la cancha ovacionado por el público rival. La leyenda de Trautmann tiene una fecha marcada a fuego: 5 de mayo de 1956. En Wembley, el City llegaba a otra final de FA Cup. Había perdido la de 1955 ante el Newcastle y ahora el oponente era el vestuarioBirmingham. Dos días antes, el alemán se había convertido en el primer arquero en ser elegido jugador de la temporada en la historia del fútbol inglés. El City logró poner el partido 3-1 y parecía que marchaba sin inconvenientes a recibir el trofeo de manos de la reina… Pero a falta de 15 minutos, Trautmann se llevó la peor parte, tras un choque contra un delantero rival: un rodillazo le dio de lleno en el cuello, desmayándolo. En 1956, el reglamento no permitía cambios. Al volver en sí, Bert decidió continuar. Él y el City aguantaron hasta el final como pudieron. Tres días más tarde, con la medalla de campeón en el bolsillo, Trautmann tuvo el diagnóstico de su lesión: fractura de cuello. Fue el único título de su carrera, conseguido en el meridiano de su trayectoria en el City, que se extendería hasta el año 1964, cerrando su marca de presencias en 545 partidos…

 

La de Trautmann es, de por sí, una historia maravillosa que no termina en aquel 1964 que marcó su salida del club. Su legado se traduce en una especie de tradición que vincula a futbolistas teutones con el equipo celeste. Steffen Karl (93-94), Uwe Rossler (94-98), Maurizio Gaudino (94-95), Michael Frontzeck (95-97), Eike Immel (95-97), Michael Tarnat (03-04) y Dietmar Hamman (06-09) integran la lista de sucesores del arquero-leyenda. Es más, técnicamente podrían agregarse otros dos jugadores: Stephen Lomas (91-97) y David Owen Phillips (84-86), de origen irlandés y galés, respectivamente, pero quienes nacieron en bases militares de la OTAN en suelo alemán.

sentadoLa producción futbolística de los otros alemanes del City ni se asoma a la huella que dejó Trautmann. Casi lo contrario… Por caso, Eike, el único arquero de la lista, llegó con la carga de compartir puesto con Bert, pasó por el club sin pena ni gloria y terminó sus días de fama en el Gran Hermano VIP de la TV alemana. Y Karl pasó a los libros de la historia del fútbol por ser, en 2005, el primer jugador arrestado debido al arreglo de un partido en favor de una mafia de apuestas cuando formaba parte del Chemnitz alemán.

Uwe Rossler es quizás el único que logró romper el molde la mediocridad. Nacido en la Alemania del Este, este goleador llegó al City a mediados de los 90, en una etapa gris del equipo. Rossler, un centrodelantero aguerrido y batallador, se ganó el corazón de los seguidores del City a fuerza de goles (65 en 181 partidos entre el 94 y el 98) y, fundamentalmente, por su espíritu inclaudicable. El punta se repuso a cantidad de lesiones y a nuevos entrenadores que llegaban y le bajaban el pulgar, para terminar siempre jugando. Esa capacidad de sobreponerse a la adversidad lo erigió en símbolo e ídolo de una época en la que el City descendió hasta tercera división, mientras el United empezaba a ser la máquina de ganar todo montada por Alex Ferguson. Banderas, cantos y hasta remeras personalizadas con una particular leyenda eran las muestras de devoción hacia Rossler que se observaban en Maine Road por aquellos años, tan distintos a los que, cuatro décadas antes, había protagonizado Bert Trautmann…

Son curiosos los vericuetos por los que transcurre la rivalidad deportiva, intrigantes los devenires que resultan de ella e impredecibles los límites que pueden llegar a respetarse o traspasarse. La historia, esta historia de los alemanes del Manchester City, invita a formularse una pregunta: ¿es casualidad que el “bombardeado” United nunca haya contado (hasta la llegada de Bastian Schweinsteiger en 2015) con un jugador germano en sus planteles y que el City sea el equipo inglés con la legión teutona más frondosa? Quizá parte de la respuesta se encuentre en lo que decían aquellas remeras que lucían orgullosos los hinchas del City para celebrar la idolatría de Rossler: “El abuelo de Uwe bombardeó Old Trafford”.

Nota publicada en UN CAÑO #22 – Febrero 2010