¿Alguna vez alguien sintió, o imaginó, cómo es no pasar inadvertido ni en el más recóndito lugar del mundo ni ante la más anónima de las personas? En 1996, Diego decidió que era momento de desintoxicarse, que el daño que le estaba haciendo a su cuerpo era preocupante y que necesitaba ayuda. Partió entonces hacia una prestigiosa clínica de Suiza y allí se internó: “Yo me fui a Europa a ver a un profesor Banks, Van, o algo así (se refiere al doctor Harutyan Arto Van), que era el mejor de todos. Nos gastamos como sesenta mil dólares en pasajes, en estadía, en todo, porque se lo había prometido a mi hija, a Dalmita… Y a los dos días, cuando me levanto a la mañana y prendo el televisor, me lo encuentro al profesor Van, al famoso profesor Van, dando una conferencia de prensa, hablando de mí. Lo encaré y le dije: ‘¿Cómo es el tema, maestro, todavía no me sacó sangre y ya le está contando todo a los periodistas’. ¿Y sabés que me contestó? ‘Discúlpeme, no soporté la presión de los medios, todos querían saber…’ ¡Hijo de puta! A él lo superó, en 48 horas la misma presión que yo soportaba desde hacía veinte años. ‘Al fin, soy más profesor que usted’, le dije”.
Lo que aquel profesor armenio había dicho era tan preciso como indiscreto: “Si bien Diego cayó en la trampa de la droga, su problema básico es de tipo existencial. Si fuera un drogadicto clásico, en diez días no podría hacer nada. Mi trabajo consiste en reforzar la inmunidad psicológica durante diez días para que sea capaz de resistir a los problemas existenciales. En este marco, el tema de la drogadicción pasa a segundo plano. El me dijo que nunca sufrió una crisis de abstinencia… Puede parecer contradictorio que haya viajado para realizar una cura, pero lo que quiere Maradona es convertirse en un padre modelo. Y su problema son las ganas de drogarse. Dicho de otra manera: es demasiado débil para resistir esas ganas. Nuestro trabajo consiste en hacerlo fuerte. Maradona tiene un profundo deseo de romper el círculo vicioso que lo ha llevado a la droga. El se acerca a la cocaína cuando se siente presionado en exceso y no por una adicción física. Se siente vulnerable. El está psicológicamente débil, pero está decidido a salir adelante y lo va a lograr. A pesar de haber ganado todo, no es un hombre feliz. Se considera un perdedor, tiene una personalidad hipersensible, posee un fondo extremadamente honesto y leal”. La indiscreción, por supuesto, puso fin a aquel tratamiento.
Exactamente cuatro años más tarde estaba otra vez Maradona ante una situación similar. Sólo que esta vez, en Cuba. Y también con un infaltable diagnóstico público, ahora del psiquiatra Ricardo González Menéndez, que tuvo más para leer entrelíneas que directamente: “Hay muchas razones para que él pueda rehabilitarse. Por su fuerza de voluntad, por el gran amor a su familia, por el gran amor al deporte, por el gran sentimiento que él tiene de que podría ser un ejemplo positivo en el futuro. A pesar de lo que dice la prensa internacional, son muchos los factores que nos hacen pensar que cuando Diego Armando decida, de-ci-da, concluir un tratamiento en forma adecuada, con el tiempo necesario y tome la decisión definitiva de no consumir más drogas, lo logrará”.