Cualquiera que sepa algo de rock puede confirmar que Robert Plant es una leyenda. El cantante de Led Zeppelin, junto con Jimmy Page y el resto de su banda, dejó una cicatriz en medio de los agitados 70 gracias a su voz excepcional y algo ruidosa: Stairway to heaven, Black Dog, Rock and Roll. Sin embargo, el fanático musical puede ignorar que el mismo Plant, igual de pelilargo pero no tan juvenil, desde 2009 es el vicepresidente de un club de fútbol. El que ama y que siempre amó: el Wolverhampton Wanderers.

Robert-Plant-WOLVESLa relación de Plant con el equipo comenzó desde bien temprano. “Mi recuerdo más antiguo de los Wolves es estar sentado sobre los hombros de mi papá, más o menos en 1955, cuando el equipo se estaba comiendo Europa. Me acuerdo de Billy Wright. Salió del túnel, se dio vuelta, me sonrió y me saludó. Desde ese momento me hice adicto. Una vez que te han mordido no se puede escapar”. Tenía siete años.

Quizá el nombre Billy Wright no diga demasiado, pero algunos datos alcanzan para dimensionar la experiencia del entonces niño Plant: 541 apariciones para los Wolves y 105 partidos en la selección inglesa, capitán en tres Mundiales y, actualmente, una estatua en la puerta del estadio del club, el Molineux.

A partir de entonces, estuvo en la cancha cada vez que pudo. “Sé que esto que hago cada sábado es masoquismo. Es lo más parecido a tirarse debajo de un autobús todos los fines de semana”, reconoció alguna vez. “Supongo que es como una religión, pero por estos días no llevo el crucifijo encima cada vez que hay partido, aunque solía hacerlo…”.

Su fama y sus giras con la banda no interrumpieron el ritual. “Sé que es una locura, pero era una panacea para mí. En los 70 me metía en la popular con otras 15 mil personas que fumaban en cadena cigarrillos Woodbine. Era el momento en el que recién comenzaba a entender que si iba a cualquier otro punto del planeta tenía que ser con alguien de seguridad. En cambio, ahí estaba, en los hombros de otra persona, paseando por la multitud”.

Wolverhampton_WanderersSu fanatismo le causó algunos problemas en la vida marital. Digamos que su esposa no era tan futbolera como él. “Algunos aseguran que el fútbol fue la causa de mi divorcio –relató-. Si no fuera un hincha de los Wolves, probablemente estaría cuidando de tres niños, cinco nietos y muchas mujeres satisfechas. Pero soy más feliz en las tribunas”.

Los festejos alocados en el triunfo no aportaban a la causa. “Cuando ganamos la Copa de la Liga en 1974 tardé tres días en llegar del estadio a mi casa. En ese tiempo, no tengo idea de dónde estuve. Sólo recuerdo que el plantel recibió una distinción del alcalde, y que yo los acompañé ahí por un minuto o dos. Eso fue difícil de entender para mi mujer”.

¿Cómo explica él mismo su locura? “Es el amor por algo que no necesito explicar ni justificar. Estoy allí, en el medio de todo, y lo amo hasta la muerte. Y está bien, y está mal, y es banal. Pero lo amo”. ¿Cómo define a su equipo? “Paraíso, pesadilla, un barril de risas y mucho dolor”.

Con 60 años, aceptó la vicepresidencia del club y señaló las diferencias con su juventud: “Tengo un poco de amnesia últimamente, a veces me olvido quién es el once. Y ahora me ayudan a ir al baño en el entretiempo”

robert_plant_soccer_speedos_wolverhampton_wanderersEn los 70 y en los 80 le pidieron que se hiciera cargo del club. Se negó. Pero recién con 60 años, sintió que era su momento. Algunas cosas habían cambiado (“Tengo un poco de amnesia últimamente, a veces me olvido quién es el once. Y ahora me ayudan a ir al baño en el entretiempo”), pero el afecto seguía intacto.

Aceptó el honor antes de un partido contra el West Ham. “La verdad, me siento halagado. Pero también avergonzado, para ser sincero˝. El bueno de Robert también anunció que mantendría su lugar en el estadio y que no iría al palco de los directivos: “Hay otras personas que son importantes para el club. Especialmente la gente que se sienta a mi lado en la tribuna del Molineux. Ellos vieron más partidos que yo, y siempre se las arreglan para saber lo que está pasando”.

Para cerrar ese discurso, dijo lo que todos los presentes tenían bien claro: “Soy Robert Plant, y éste es mi club”.


Publicado en el número 22 de Un Caño, en febrero de 2010.