El primer River-Boca de Copa Libertadores dejó al arbitraje en el centro de la discusión y a un concepto: lo disciplinario, como eje del debate. Algún ex árbitro se puso específico para analizar el rendimiento de Delfino en el Monumental, la palabra se hizo moda y, después, hasta el presidente de Boca salió a decir que el referí estuvo bien desde lo “técnico” pero mal a la hora de castigar las incorrecciones de los jugadores.

En la calentura del partido, es de imaginar, más de un hincha de Boca habrá pedido que a Vangioni, a Funes Mori o a Sánchez no sólo los expulsen si no que, también, los metan presos. Es un lugar común futbolero, entre tantos. En el actual contexto electoral, donde el discurso extra represivo suele florecer y la educación a cintazos gana adeptos, se nos ocurrió recordar que a fines de los 60’ a los futbolistas que se agredían entre sí se los disciplinaba en Devoto.

preseo 350Entre los muchos ejemplos de la época elegimos contar la tarde en que Ángel Clemente Rojas, ya cosagrado crack de Boca -el mejor que tuvo antes de Maradona y Riquelme-, se cruzó con Mario Cornejo, entonces un central juvenil de Lanús -apenas jugó 31 partidos en Primera-, y terminaron cuatro días presos. La sacaron barata. Durante el gobierno militar de Onganía, tras varios escándalos en la Copa y en el torneo local, se estableció un edicto policial, vigente hasta 1971, que castigaba con hasta treinta días de cárcel a quiénes protagonizaran un escándalo en una cancha de Capital Federal. Varias figuras terminaron tras las rejas, desde Pinino Más, de River, hasta Poletti, Suárez y Manera, campeones mundiales con Estudiantes de La Plata.

La crónica de la revista Así es Boca cuenta, con un lenguaje señorial, que ese domingo de mayo, en la Bombonera, iban 20 minutos del partido entre Boca y Lanús cuando Rojas encaró con pelota dominada al defensor, que lo derribo sin demasiada violencia. Al levantarse, Rojitas “recriminó a Cornejo en gesto que tuvo más de amistoso que de airado”, dice el medio boquense. Pero es probable que haya dicho algo más para molestar a su rival, que le respondió con un escupitajo en la cara. Entonces, Rojas le tiró una patada. La jugada, “una leve refriega” según el semanario, pasó desapercibida para el árbitro Comesaña, que estaba de espaldas, y para buena parte de los espectadores. El línea Mórtola dio aviso y el juez central, “sin vacilaciones y como correspondía, decidió la expulsión de los dos jugadores”.

En el vestuario los esperaban dos policías. Se bañaron y 16.30, incluso antes de que termine el partido, se los llevaron a la comisaría 24, sobre la calle Pinzón. Allí les tomaron declaración. Rojitas, triste, reflexionó: “No hice nada y me tratan como a un delincuente”. El informe del árbitro iba a definir su futuro. El subcomisario Aranggio explicó: “Si establece que lo que pasó fue una incidencia común serán puestos en libertad, pero si destaca que hubo agresión o intento de agresión, serán enviados a Villa Devoto, pues quedarán incursos en los considerandos del decreto en vigencia”.

“Los dos, sin tener ni remotamente melena a lo Beatle, lucían patillas bastante frondosas”, dice la crónica. Cuando llegaron a Devoto, el director de la cárcel mandó a que se las recorten.

Comesaña en persona llevó el informe hasta la comisaría. Con el documento, “fue francamente condenatorio”, el jefe policial decidió enviarlos “camino a la sombra” poco antes de las 19. “Todo por olvidarse de que una cancha de fútbol no se ha hecho para dilucidar pleitos personales, con pérdidas de estribos,  y por olvidar también que en estos momentos el horno no está para bollos”, reflexiona la crónica. El jefe de relaciones públicas de Boca intentó que los liberaran pero apenas consiguió evitarles el viaje en camión policial y los llevó en su propio auto. Rojitas, con “pantalón, campera y gabán” que le llevó su padre para que estuviera presentable, se sentó adelante y Cornejo, con traje de calle, atrás, junto a un oficial.

Llegaron a Nogoyá y Bermúdez a las 21.30. Los recibió el director de la cárcel, los miró de arriba abajo y los mandó a la peluquería del penal. “Los dos, sin tener ni remotamente melena a lo Beatle, lucían patillas bastante frondosas”, justificaba Así es Boca. Normalizados, los pusieron en una misma celda, pero con más comodidades que al resto de los internos. Comían lo que pedían en el casino de oficiales, tuvieron tele y les acercaron una estufa por si tenían frío, pero nunca la usaron.

tapa asi mas 350Pasaron cuatro noches juntos, tras las rejas, consolándose mutuamente. Se pidieron disculpas de nuevo, como lo habían hecho en el vestuario. Casi no se conocían antes del partido pero salieron de prisión el jueves, a las 8, sintiendo que eran amigos. Fue antes de lo que muchos pensaban. Pinino Más había estado 15 días adentro. Los de Estudiantes todo un mes. “Todo permitía presumir que no ‘recuperarían el sol’ por lo menos hasta el 25 del actual cuando, con motivo de la fiesta patria, se dictaran libertades de gracia”, decía la revista.

Cuando salieron, esa mañana fresca, los esperaba Juan Domingo Macera, industrial panadero de Villa Domínico, amigo de Rojitas. Desayunaron todos juntos en la casa de los padres de Rojas. Tomaron mate con bizcochos y charlaron de su aventura presidiaria. El mendocino Cornejo, más locuaz, divirtió a los presenten. Después encararon para el sur, Rojas vivía en Domínico, y su compañero de celda en la cancha de Lanús. Se separaron con la promesa de reunirse para almorzar tallarines.

A la tarde, Así es Boca visitó al ídolo xeneize en su casa y lo despertó de la siesta para entrevistarlo en su cama. “En ningún momento creí que iba a cumplir los treinta días de detención. Sabía que se iba a hacer justicia”, dijo Rojitas. “Después de esta amarga experiencia ni el pibe Cornejo ni yo pensamos seguir ‘haciéndonos los malos'”, agregó y la revista lo aprovechó para jactarse del supuesto éxito disciplinario del edicto policial.

Antes de irse, el periodista le miró las patillas recortadas al genio boquense y le dijo con ironía, “se ahorró la peluquería”. Rojitas respondió: “Sí, me la ahorré, pero la verdad es que me gustaban como las tenía antes. Estaba más a la moda, pero ya crecerán nuevamente”. Igual que ese discurso simplista que piensa que todo, una persona o un electrodoméstico, se arregla pegando más fuerte.