* Introducir el texto a partir de una descripción de la espuma de la cerveza negra (stout) irlandesa o Guinness.
* Comparación de la relación entre la masa viscosa y beige (lo que conocemos como espuma) y el líquido negro con un eclipse, y a su vez uso de la forma eclipse como metáfora de la relación entre la vida deportiva y la vida pop de George Best.
* Tomar como referencia a efectos de esta metáfora la frase de Best: “El mundo ni siquiera se hubiera enterado de Pelé si yo hubiera sido feo”.
* Tomar como primera persona de la narración a la espuma de la cerveza negra. Ejemplo: “Yo, saliva de Dios, barro inmanente de Irlanda, declaro haber traspasado el organismo de George Best hasta formar parte de su estructura molecular y formar parte inescindible de su fantástica leyenda de sexo, autos, goles, extasis y amargura porque de eso, éxtasis y amargura, estoy hecha.
* Recordar (y usar) la exacta descripción de su juego (y su “behaviour”) hecha por mi amigo JB: “Un Houseman”. También utilizar como ejemplo de su leyenda este dato aportado por mi amigo JB: “El día del Domingo Sangriento (Sunday Bloody Sunday), el diario de Irlanda publicó gigante la noticia de que Best dejaba la selección, y abajo, en un pie, lo del Domingo Sangriento”.
* Señalarlo como sombra absoluta del fenómeno Beckham, en un esquema tipo “las cinco grandes diferencias…”. Algo como esto: “El juego y la personalidad de Best tomaron a Inglaterra por sorpresa en los años sesenta, y dada la inusitada repercusión que generaba con cada uno de sus pasos, hubo que elevarlo a la categoría de Beatle (“el quinto beatle”, así lo bautizaron en Portugal por su flequillo mod) para poder ceñirlo a una forma conocida. Beckham, en cambio, nunca responde del todo (ni en la cancha ni en nada) al fantasma mediático que le han creado y es él quien parece haber sido puesto en ese lugar por la Inglaterra paranoica de los noventas (¿Lo llamaríamos el quinto Travis?). George Best nació en Belfast, era norirlandés y nunca jugó, por esa contingencia geopolítica, un mundial de fútbol. George Bést hacía famosa a cada chica con la que se acostaba (ningún tipo de enlace neoaristocrático estilo Beck & Victoria aquí), ponía de moda el auto que se compraba y abrió una tienda en Manchester para diputarle le hegemonía a Carnaby Street. Beckham es una especie de Ken corporativo a medida de Pepsi, Armani y la revista Hola!, terminamos comprando su performance por la publicidad antes que por lo que hace o es realmente (con excepción de su muy popular penacho vintage punk). Beckham tiene la sonrisa más ladina que la tierra recuerde, una forma humana del zorro rojo inglés en un agente encubierto de la marina británica (nada le quedaría mejor que el uniforme blanco). Best sonreía con la franqueza de un Ringo (Starr y Bonavena) dickensiano y tenía en la cara todo el sol que a Irlanda la latitud le escamotea. Best es un ícono al que Wedding Present le dedicó su primer álbum (George Best), que aparece en la tapa de Definitively maybe y en la celda de En nombre del padre (el personaje de Day Lewis tiene mucho del wing eterno del Manchester). Beckham: no”.
* Explicar cómo en una librería de viejo (¡dedicada completamente al fútbol!) de la calle Princes Street de Edimburgo, encontré este libro chiquito de tapa roja sin ninguna inscripción excepto las letras plateadas que en el lomo dicen: George Best, where do I go from now? Y como este libro tiene la apariencia de un misal o, mejor aún, de un tomo de una suerte de matrixbiblioteca en la que están libros idénticos de todos nosotros. Libros así, rojos, libros así que no dicen nada y que en el lomo tienen nuestro nombre y la pregunta ¿Y ahora qué?, que es una pregunta que se hace cualquiera, pero mucho más un tipo que de pronto ha terminado su carrera en un pseudoclub de Los Angeles (la liga aquella de estrellas gordas: Cosmos) y nada más tiene veinticinco años por delante para dejar de ser lo que fue y reventar en un hospital.
* Contar que estas memorias de George Best también comienzan en la calle Princes Street de Edimburgo. Dice más o menos así: “Una tarde de viernes congelada de febrero. Los autos se enciman y la gente se apresura por entre la niebla de Edimburgo, las luces de Princes Street guían a la gente hacia el calor de las tiendas, los colectivos llenos, yendo hacia algún lado. Yo estoy sentado a la ventana del hotel mirando las figuras que se mueven a lo lejos. Nada más haciendo tiempo con 48 horas para matar antes del juego del domingo contra los Ayr United. Mirando hacia afuera o mirando televisión, no por los programas sino por las compañías de las voces. Un pintor o un escritor emplearían en algo este tiempo perdido observando a la gente. Otra gente solo se tiene a sí misma. Y yo solo quisiera estar ahí fuera, ser uno más. Pero es imposible, al menos en Gran Bretaña. El momento en que camino hacia la puerta del hotel es como aceptar el reto. Un papel y un lápiz será extendido hacia mí; un extraño querrá hablar, otro darme la mano; otros sonreír, escudriñar, insultar. ¿Cómo voy a unirme a la cola del colectivo si he pasado mi vida adulta cruzando la vereda para evitarlos? Así que me quedaré en mi habitación hasta que baje la noche, el teléfono traiga alguna invitación, los tragos y las compañías que son mejores que la soledad. Todo el mundo, al parecer, está muy feliz de emborracharse con George Best, ¿y quién soy yo para desilusionarlos ? No lleva muchos tragos convertirse en el Georgie Best con el que quieren sentarse a beber. Mañana puede ser el día: cuando lean las crónicas de los partidos, o venga la resaca, o la chica se vista y vuelva a casa. Hoy es el día en el que jugué para satisfacer a millones. Mañana es el día para el trabajador de nueve a cinco que suda un tercio de su día para su esposa e hijos, y lee acerca de Georgie Best, la superestrella, para quitarse el aburrimiento de encima. Pero no quiere leer de un solitario y confundido irlandés que trata de llegar a un acuerdo con sus sueños. Eso se parecería demasiado a su vida y no quiere que se lo recuerden. Así que ¡impriman la leyenda!” Así fue todo durante más de diez años con George Best. La gente quería la leyenda”.
* Ponerlo en sus propias palabras, página 37 de Where do I go from now?: “No toda la publicidad sobre George Best era tan intencionada. A veces las cosas pasaban, porque así eran los tiempos. Eran los sesentas, y la juventud dictaba la cultura aun cuando fuera manipulada por los medios. Todo estaba cambiando, o al menos yo lo creía. Era un momento excitante y yo me sentía en medio de eso. La gente joven de pronto tenía plata en sus bolsillos para comprar disco y revistas y exigía nuevos héroes. Yo crucé la brecha entre el mundo pop y el fútbol, dejándome crecer el pelo y vistiendo diseños de Carnaby Street. Mis fotos y opiniones eran más fáciles de encontrar en revistas pop que en revistas de fútbol…”
* Agregar que en el pequeño gran libro rojo de George Best se explica cómo Irlanda del Norte pudo entrar (con Best) en México ’70, pero la sangre de Belfast paralizó al team, y cómo el mismo Best perdió un primo en manos de la represión inglesa. Que también el mismo Best cuenta que aprendió a gambetear escapando de los ataques de chicos católicos camino a la escuela pública, siguiendo la trayectoria de una pequeña pelota de tenis que era todo y lo ponía a distancia de todo.
* Citar los datos básicos, de acuerdo a Wikipedia: “George Best (22 mayo 1946 – 25 noviembre 2005) fue un jugador norirlandés de fama internacional muy recordado por su paso por el club Manchester United para el que jugó entre 1963 y 1974, siendo decisivo para que el club gane los campeonatos de 1965 y 1967 y la Eurocopa de 1968. Ese mismo año fue nombrado futbolista europeo del año y jugador del año por la Asociación de Periodistas deportivos”.
* Citar Muerte de un payaso, Ray Davies, 1967.
* Esperar, siempre, que la espuma baje.
Texto publicado originalmente en la revista LA MANO #23 – Febrero 2006