De pibe, Javier Poves jugaba en los potreros del sur de Madrid y soñaba con ser futbolista. Soñaba con ser un futbolista en particular. Quería ser como su primo, Oscar Téllez, que en los 90’ jugó en Alavés, Valencia, Villarreal y hasta en la Selección de España. “Cuando eras chico y te llamaban para jugar al fútbol bajabas la escalera de a seis escalones, era diversión pura, amor por eso que estabas haciendo”, recuerda con nostalgia.
Pero después eso cambia. “Cuando aparece el dinero se convierte ya más en una obligación que en amor”. Y pasa muy temprano: “En Cadetes, con 13 o 14 años, empiezas a cobrar 150 euros por mes. Desde pequeño te meten en la cabeza que el objetivo es ganar dinero y no jugar al fútbol”. Ahí, Javi Poves empezó a darse cuenta que había elegido la profesión incorrecta.
En julio de 2011, rescindió su contrato con Sporting de Gijón, rechazó una pequeña fortuna de seis cifras en euros, y decidió irse a viajar por el mundo para “limpiarse” de la mugre del fútbol-negocio en el que estaba metido. Tenía 24 años. Dos meses atrás había debuta en Primera -jugó apenas 11 minutos contra Hércules-, había hecho inferiores en Atlético Madrid, era la figura del Sporting B y todos lo consideraban un defensor central con proyección. “Nos sorprendió que dejara. Tenía potencial. Que haya rechazado esa oportunidad fue insólito”, decía uno de sus compañeros.
Javi tomó la decisión cuando ya llevaba un par de años sintiéndose fuera de lugar. En una excelente entrevista con la revista Don Julio lo explicó así: “Me tocaba los huevos tanta injusticia. Ya no me sentía cómodo en ese ambiente, sentía que me estaba contaminando”. No le gustaba andar con la ropa del club, no se acostumbraba a que le pidan autógrafos -“La fama es una mierda que te hace pensar que eres más que el resto”-, se negó a que le pagaran el sueldo a través de un banco -“No quiero que se especule con mi dinero”- y cuando un sponsor de Sporting le regaló un auto, como a todo el plantel, decidió devolverlo -“Me sentía mal teniendo dos coches. No lo necesitaba”-. El corte de pelo moicano lo pintaba como un extravagante, pero su rebeldía tenía ideas detrás.
Fue una mujer, una “amiga italiana, profesora de Historia y Filosofía”, la que le contagió la afición por la lectura y lo ayudó a sacarse la pelota de la cabeza. “Ése fue el quiebre. Desde entonces ya no me interesaron más las conversaciones en el vestuario, sólo pensaba con quién podría hablar de temas más relevantes. A veces intentaba generar un debate sobre algo interesante y se me reían, o me trataban de loco”. Iván Cuéllar, compañero en ese Sporting, lo confirma: “Quería tener siempre la razón, la gente le decía: ‘Cállate ya’. Llegó un momento en el que cansó”.
Pero más que sus compañeros, lo que enardecía a Javi era el entorno del fútbol: “Los directivos y representantes son, en general, ratas, no les importa nada. He visto pasar un montón de jugadores buenísimos que no han llegado sólo por no haber tenido un contacto en el ambiente. Salvo que seas Messi, es muy duro llegar”. La noticia de su renuncia al fútbol causó sensación en España. “Cuando renuncias a los grandes lujos la gente no se lo explica”, reflexionó luego. Consultado por la prensa sobre sus motivos dijo cosas como estas:
• “El fútbol profesional sólo es dinero y corrupción. Es capitalismo, y el capitalismo es muerte. Mi yo interior me impide seguir en esto”.
• “Cuanto más conoces te das cuenta de que todo es dinero, está podrido y te quita un poco la ilusión. Cuando era pequeño sí que jugaba por amor al deporte”.
• “Me llaman antisistema, me han encasillado ahí, pero no sé lo que soy. Sí que sé que no quiero vivir prostituido como el 99% de la gente”.
El diario El País aprovechó el momento social convulsionado en España para vincularlo a su historia. Lo presentaron como “El futbolista indignado”. Sin embargo, Poves tomó una postura muy crítica con respecto al movimiento 15-M español. “Es un movimiento creado a propósito por los medios de comunicación para canalizar ese malestar social que hay y para que esa chispa no se vuelva peligrosa e incontrolable para el sistema”, aseguró sin mucho fundamento. Además afirmó: “No voto porque repudio totalmente la política y el actual sistema parlamentario me parece una patraña”. Un discurso peligroso, que no compartimos, que terminó de embarrar cuando aseguró: “En vez de tanto 15-M y tanta hostia, lo que hay que hacer es ir a los bancos y quemarlos, cortar cabezas. Así de claro te lo digo”. Corta la bocha.
Un mes después de abandonar el fútbol, Javi Poves dejó de opinar y comenzó una travesía mochilera para contactarse con culturas de todo el mundo y para conocerse a sí mismo. “Fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. Si pudiera volver al pasado, haría lo mismo. He estado en los países más pobres, he conocido la cruda realidad y me he vuelto más humano”, evaluó al regresar. En tres años pasó por 35 países y en cada uno de ellos se hospedó en casas de amigos y conocidos. El diario deportivo Marca habló de él como un loquito que pasaba “De la mejor Liga del mundo a ‘misionero'”.
Su primera parada fue Senegal. Vivió cuatro meses en un barrio pobre de Guediawaye. Llegó con la ilusión de cambiar la realidad y rápidamente se dio cuenta que hay tareas que son colectivas. “Me curé de la malaria sin medicación y también de la estupidez en la que vivimos instalados. En Senegal me creía Superman y casi me muero. La supervivencia consiste en luchar contra la estupidez”, reflexiona.
Luego visitó, entre otros países, Cuba, México, Japón e Irán, en donde, para asustar más al occidental promedio, se acercó al Islam. “Es mi forma de conceptualizar el mundo”, explica cuando le preguntan. Destaca la solidaridad como valor de esa religión pero aclara que no se convirtió por lo que no se considera musulmán.
Siete meses después de dejar el fútbol llegó a Buenos Aires en micro desde Iguazú, después de 17 horas de viaje sin escalas. Durante unos días se alojó en la casa de Natalia Canteros, quién lo entrevistó para Don Julio. Cuando ella le preguntó si volvería a trabajar en el fútbol Javi le anticipó un poco de su futuro. “Sí, en algún club pequeño, más de barrio quizá, para concientizar a los niños acerca de la importancia de divertirse jugando, y demostrarles que usar el peinado o el pendiente de Cristiano Ronaldo no es lo que vale. Hay que sacarles a los chicos la idea del dinero y la fama, que es adonde te lleva el fútbol de hoy”, respondió.
En julio de 2014, Poves volvió al fútbol. Juan Sabas, DT de la U.D. San Sebastián de los Reyes, pequeño club madrileño que juega en Tercera División, lo convenció para que se sumara a un plantel en el que estaban Luis Milla hijo y Fabio Futre, el hijo del portugués Paulo. Tres años después del sonoro portazo que dio cuando jugaba en Primera su regreso levantó una ola de críticas. Lo acusaban, se imaginan, de “panquequearla”. El propio Poves lo explicó así: “Vuelvo porque me da la gana. No creo que tenga que justificarme ante nadie. Jugar en Tercera no te da ni para pagarte calcetines”. Y para confirmar que sigue pensando lo mismo agrega: “Siempre me ha gustado el fútbol como juego. Solo odio lo que lo rodea. Da asco ver tanta corrupción”.
El regreso fue breve. Jugó apenas 70 minutos de un partido y en diciembre dejó de tener ficha con el club. Ahora, Javi Poves está afincado en Madrid con una nueva novia. Trabaja en una tienda de productos ecológicos que tiene con sus padres y proyectaba con su pareja atender en la cafetería de una amiga. Anda en una bicicleta eléctrica y si todo salió bien en enero nació su primera hija. Sentó cabeza, encontró un equilibrio y volvió a la pelota, por un rato. Si lo invitan a un partido seguro se prende. Es que siempre se vuelve al primer amor.
Si les interesa conocer un poco más de sus ideas, tienen esta entrevista con un programa musulmán español: