Alguna vez la muerte de un gran estadista reunió a sus compatriotas preocupados por el homenaje y agudizó el ingenio en la búsqueda de la frase laudatoria para su monumento. Al final, tanto empeño valorativo y tanto cariño, desembocaron en esta idea: poner simple, sencillamente, el nombre de ilustre ciudadano. Con eso, todo estaba dicho.
El recuerdo llega a nosotros en el trance de hablar del gran Adolfo riverplatense, pues al iniciar el propósito, renunciamos de entrada a la posibilidad de relatar o ubicar fechas, y en verdad nos tentamos con poner en una página en blanco las letras elocuentes y sonoras de su nombre como una enorme explicación para los aficionados.
Pedernera fue un revolucionario de las tácticas y las técnicas del fútbol argentino y un conmovedor noble y genial de la fibra íntima de la afición.
Técnico, depurado, plástico, profesional por excelencia, goleador por antonomasia desde cualquier rincón y contra cualquier cálculo de imposibles, dribleador de alta escuela, maestro inigualado del pase al centímetro, dio al fútbol profesional argentino su justa medida y un brillo que llegó a América toda como una credencial.
Nació en el vivero de Huracán y pasó muy joven a River, donde hizo su historia y su fama y dio color y fuerza a la afamada “Máquina”.
Luego pasó por Atlanta y Huracán, sus breves jalones en el viaje a Colombia, donde desplegó un suceso futbolístico americano.
“El Beethoven del fútbol” lo llamaban en las tribunas colombianas, fascinadas por la armonía de su juego de ambas piernas, que armaba con tres pases un planteo de ataque y alentaba el avance de toda la línea con la clara y alentadora inteligencia de su conducción.
Crack aquí y en todas partes, pero su paso por River fue la novela hermosa de su triunfo grande. El ala que conformaba con Moreno fue un espectáculo y un privilegio para quienes fincaron su alma futbolera en el Monumental de Núñez para alentar la realidad de su juego y sus goles memorables.
Hoy de director técnico, Adolfo ha cedido a los años sus afanes de crack y está en la cancha en otro rol y en otra responsabilidad.
Deja tantos recuerdos y tanta admiración en las tribunas que comprenderíamos al futbolista que afirmara su complacencia por haber nacido en este siglo, por el simple hecho imponderable de haber gustado la maravilla futbolística del gran Adolfo.
Historia del Fútbol Argentino, Tomo III, Editorial Eiffel, Buenos Aires, 1958, Página 519.