A raíz de la Copa del Mundo conseguida por el equipo que conduce Ariel Avveduto en Montecarlo, Misiones, tanto los medios de comunicación hegemónicos como los ávidos twitteros salieron al ruedo desconcertados por dos torneos de rango mundial, ganados por selecciones argentinas diferentes. Alguno de esos que llora las injusticias de la corporación más oscura del fútbol y su delegada en Argentina (FIFA y AFA por si hace falta aclarar) increíblemente hablaban de la legitimidad del título obtenido en 2016 en desmedro del más reciente. Y después nos preguntamos cómo es que que el poder en el fútbol se mantiene así.
Para entender esta situación, hay que hacer un breve repaso histórico desde la fundación de FIFuSa (Federación Internacional de Fútbol de Salón) en 1971, pasando por la migración hacia la FIFA, a fines de los 80s, de Asociaciones, jugadores y etcéteras varios (sobre todo de dinero), hasta la fundación de la actual AMF en 2002. O mejor, recorrer los mundiales de FIFuSa a partir de 1982, los de FIFA a partir de 1989 y posteriormente la modificación en el rango periódico de los certámenes globales organizados por la AMF (de tres a cuatro años a partir del mundial 2003).
Si no basta para aquellos que recién se enteran de la existencia de dos Asociaciones (y no hablemos de la resurgida FIFuSa por lo menos por ahora) que se autoproclaman dueñas de esta disciplina (una con justas razones y la FIFA) podemos ir hasta la invención del deporte que data de 1930, en Uruguay y a cargo del Profesor Juan Carlos Ceriani quien mezclando reglas del waterpolo, basketball, handball y adaptando cuestiones que provenían del fútbol de campo generó una disciplina completamente distinta al soccer conocido hasta el momento, para que los jóvenes montevideanos tuvieran la chance de despuntar el vicio de patear un balón después de la fiebre generada en el país tras los logros de los JJOO 24, 28 y de la organización y obtención del Mundial de 1930 por “la Celeste”.
Aunque parezca ilógico, el futsal comparte sólo algunas reglas del fútbol y muchas otras de estos deportes (medidas de balón, del arco, de campo de juego, dinámica, sistema de faltas, etcétera). Ésto y la incontestable cronología de los hechos son los factores que exponen la avaricia del ente rector del fútbol mundial, que introdujo algunos cambios reglamentarios para hacer “más vendible” su “producto”.
Hoy esa disputa se replica en nuestro país, entre AFA y CAFS, está empezando a hacer mella en Paraguay, potencia mundial de futsal original, y explica la elección de la sede del mundial FIFA 2016 ni más ni menos que en Colombia, el hogar del tricampeón AMF y cuna de John Jairo Pinilla, el mejor salonero de la actualidad, quien anunció su retiro en Misiones.
Esta semana mundialista la CAFS acortó un poco la brecha en este desigual disputa de reconocimiento de la sociedad en general e incluso de los medios especializados. Un triunfo resonante ante Brasil, un rival histórico del fútbol de campo, en la final y la eliminación de Paraguay en semifinales (el otro candidato junto al campeón y Colombia, eliminado sorpresivamente por Brasil en 4tos de final) ponen en relieve nombres y trabajos que quizás sin la bendición del resultado hubiesen seguido ocultos tras las nuevas polémicas de Ricky Centurión, los gestos ampulosos entre campeón y subcampeón de la Superliga y decenas de programas de debates a los gritos.
El proceso de más de cuatro años conducido por Avveduto, los goles de Diego Koltes, el MVP del Mundial, Renzo Grasso, el gol del triunfo de Gonzalo “el enano” Pires y la presencia de Sandro Antiveros, el convocado de 2 de Mayo que incluso ya tiene su propia canción; seguirían siendo patrimonio casi de culto de quienes transitamos las canchas saloneras de nuestro país, desde las tierras de Jockey Club y Cementista hasta los pagos de Estudiantil Porteño (bicampeón Sudamericano) y desde el rojo suelo de Plastimí hasta la mismísima Usuhaia.
Salud a los campeones y felicitaciones a todos los saloneros que tuvieron su máximo momento de éxtasis tras 25 años de espera, luego del torneo ganado, también como local, en un lejano 1994.