Llegué a Malta hace tres años, gracias a Sebastián Monesterolo, un ex compañero de las inferiores de Boca. Él estaba jugando acá y me pidió un DVD para presentar en los clubes, a ver si surgía una oferta. A los dirigentes del Hibernians les gustó el video y me llamaron para una prueba. Quedé y jugué una temporada para ese equipo, que es uno de los más grandes de acá. Después pasé al Floriana. Como no tengo pasaporte comunitario, ocupo cupo de extranjero y el club me dio un permiso de trabajo.
La verdad, para los extranjeros es jodido mantenerse en la Liga, porque sólo hay cupo para tres jugadores de afuera y se les exige muchísimo. La idea es que nosotros hagamos la diferencia. Si un delantero no hace goles en dos o tres fechas, ya lo empiezan a mirar mal. Yo la tengo un poco más fácil por ser volante central.
La adaptación fue difícil. Es una isla súper chiquita, con mar y poco para hacer.
Lo primero que solucioné fue el tema del idioma: acá hablan maltés, inglés e italiano. Yo aprendí italiano rápido, gracias a la televisión. Hace poco le tomé la mano al inglés y ahora también entiendo un poco de maltés, que es una mezcla rara de árabe, francés e italiano. Fui agarrándole más la vuelta para ver qué hablaban en el vestuario. Nunca se sabe si te están sacando el cuero, porque los malteses son tan bichos como los argentinos.
En la cancha, incluso, aprendí un par de palabras útiles en maltés. Cuando la bola se va al lateral, al árbitro hay que gritarle “tana”, que quiere decir “nuestra”. Y si un defensor se entretiene con la pelota en el fondo, en vez de “sacala” le decís “barra”. También tengo alguna puteada: “follomó” es la más dura. Quiere decir algo así como “la concha de tu madre”.
El nivel de juego se parece al del Argentino A, pero tenés algunas ventajas: si terminás en los puestos de arriba, podés jugar la fase previa de la Champions League o de la UEFA. Además, económicamente se hace diferencia: cobrás en euros, el club te alquila un departamento y te da un auto. Manejar fue todo un tema: acá conducen con el volante del lado derecho, como en Inglaterra. Yo me pasé un año sin manejar, y la primera vez que me animé casi choco de frente con un coche que venía por el lado de circulación equivocado (bah, era el correcto, el equivocado en realidad era yo, que seguía por instinto las reglas argentinas).
La gente sigue el bastante el fútbol: los partidos se juegan con 5.000 personas promedio en la cancha, pero como todos son en el mismo estadio, se paga una entrada para ver dos o tres partidos el mismo día. Los hinchas también son fans de equipos italianos, ingleses, hasta de selecciones extranjeras…
Cuando la selección italiana ganó el Mundial hubo una caravana de gente festejando como si fuera un lugar más de Italia. Yo no lo podía entender…
Es parte de la idiosincrasia maltesa. Nosotros, por ejemplo, en Floriana, jugamos el clásico contra el Valetta, un equipo grande de la capital. Y hay compañeros míos con tatuajes del Floriana, que nacieron en la ciudad y dicen odiar al Valetta. Y después juegan el partido y perder les chupa un huevo.
Artículo publicado en octubre de 2009 en la versión papel de la Revista Un Caño.