En los primeros 24 días de junio al menos 23 personas murieron por balas policiales en operativos en las favelas de Río de Janeiro. La cifra fue anunciada por Amnistía Internacional (AI) pero el propio organismo internacional de Derechos Humanos, que viene alertando hace años sobre está situación, teme que el número real sea aún mayor. En abril, cuando hicieron el último conteo con fuentes propias, denunciaron 11 asesinatos. Luego, la cifra oficial fue de 35. Lo mismo ocurrió con los datos de mayo.
A casi un mes para el comienzo de los Juegos Olímpicos estos operativos para “pacificar” la ciudad, como se los promociona, se tornan más frecuentes y violentos. Se trata de réplicas de lo que ya ocurrió en Rio de Janeiro en 2007, antes de los Panamericanos , y en 2014, antes del Mundial, cuando las fuerzas de seguridad brasileñas restringieron y violaron de forma sistemática los derechos humanos de su población. “Cada una de esas veces observamos un aumento en los asesinatos por parte de la Policía”, afirmó la asesora de Derechos Humanos de AI, Renata Neder.
En 2007, los asesinatos en operativos policiales en la región carioca crecieron 20% con respecto al año anterior. De ese récord de 1.330 muertes, 902 ocurrieron en Río. El número bajó en los años siguientes y trepó poco antes de que Messi y Cristiano viajaran para allá. “En 2014 la cifra volvió creer un 40% (580 asesinatos)”, denunció Neder. La tendencia siguió en alza de cara a los Juegos. El año pasado las fuerzas de seguridad mataron a 645 personas.
“En 2009, cuando se adjudicaron los Juegos Olímpicos a Río de Janeiro, las autoridades prometieron mejorar la seguridad para todos. En cambio, la política de ‘disparar primero y preguntar después’ convirtió a Río en una de las ciudades más letales del planeta”, afirmó Atila Roque, director de AI Brasil. El estado de Río anunció el despliegue de 65 mil policías y 20 mil soldados para estos Juegos. Se trata del mayor operativo de seguridad en la historia del país. La mayoría de esos uniformados irán a las favelas. Pero también estarán disponible para reprimir todo tipo de protesta callejera contra el negocio olímpico, como ocurrió antes del Mundial de la FIFA.
En total, en la última década de grandes eventos deportivos brasileños, más de ocho mil cariocas fueron asesinadas por gatillo fácil en el estado de Río de Janeiro. “La inmensa mayoría eran varones negros jóvenes que vivían en favelas y otros barrios pobres”, denuncia AI. En los últimos dos años las muertes policiales crecieron 54% y en 2015, según cifras oficiales (las otras dan peor), uno de cada cinco muertos en la ciudad fue asesinado por un uniformado. Este año ya murieron más de cien personas.
En suma, una enorme pila de números que no alcanzan para dibujar el drama humano que viven cada día, hace años, los sectores más vulnerables de la ciudad del Cristo Redentor. Dramas como el de Vitor Santiago (30 años) que en febrero de 2015 quedó paralítico de la cintura para abajo y le amputaron una pierna tras recibir dos balas policiales cuando volvía a la favela Maré, ocupada por tres mil soldados del Ejército desde antes del Mundial. Después de tres meses internado, al menos, sobrevivió. Otros tuvieron menos suerte.
En noviembre, la policía militar tiró 111 balas contra un auto en el que iban cinco pibes que buscaban un lugar para cenar y les plantó un arma para justificar la matanza. A Eduardo de Jesus (10 años) le pegaron un tiro en la cabeza cuando estaba jugando con un celular en la puerta de su casa, en el Complexo do Alemão. Esa muerte, como muchas otras, ni siquiera se registró como un asesinato policial.
Es que no alcanza con que sean pobres. También hay que desalojarlos y balearlos en nombre del deporte olímpico. Como en la Antigüedad, los Juegos tendrán ofrendas y sacrificios. Algunos se quedarán con el oro, ya hablamos de eso alguna vez, y otros tendrán que poner su sangre.
NdE: Las imágenes son gentileza de Amnistía Internacional.