Iban 9 minutos del segundo tiempo reglamentario cuando Luis Aragonés marcó de tiro libre el primer gol de la final de la Copa de Europa 1973/74. Atlético Madrid se ponía 1-0 ante el poderoso Bayern Munich y casi aseguraba el título continental. Sin embargo, en tiempo cumplido Hans-Georg Schwarzenbeck convirtió el gol de la igualdad, que le dio la posibilidad al conjunto alemán de disputar una final de desempate. Dos días después, Bayern goleaba 4-0 y se quedaba con su primera orejona. Esa es, muy resumida, la historia de la hasta hoy única final del torneo más importante del viejo continente protagonizada por Atlético Madrid. Tras aquel partido se tejieron miles de historias. La más conocida, que nunca se sabrá si es un mito o una realidad, es la que dice que el arquero Miguel Reina (padre de Pepe) llegó tarde en la jugada del empate alemán porque estaba regalándole sus guantes a un fotógrafo del diario Marca. Ese gol es el que sepultó las ilusiones del Atlético. Hasta que llegó Diego Simeone y, cuarenta años después, las hizo revivir.
Juan Carlos Lorenzo llegó al Aleti en 1974, en reemplazo del campeón de Liga Max Merkel. El Toto venía de dirigir a San Lorenzo y ya era un entrenador de nivel, a pesar de que todavía no había llegado su momento de gloria en Boca Juniors. Bajo su mando, el conjunto colchonero superó en las semifinales a Celtic de Glasgow y se metió por primera vez en la gran final europea, ante el Bayern Munich de Udo Lattek, que también buscaba su primera corona. La semifinal contra el gigante de Escocia es aún hoy recordada como uno de los grandes momentos de la historia del club madrileño. El duelo de ida fue bautizado como la “batalla de Glasgow”, por la intensidad con la que se disputó. Fue más parecido a un encuentro de Copa Libertadores que a una demostración de fútbol europeo. El conjunto madrileño sufrió tres expulsiones (dos argentinos, claro está: el Panadero Díaz y Rubén Ayala), que después no pudieron jugar la final, pero se llevó un empate 0-0 que le sirvió para hacer valer la victoria en casa y meterse en la final de Bruselas. Tras aquella serie, la prensa escocesa tildó al Panadero de “asesino”. Sí, ya lo conocían de la final del mundo contra Racing.
Aquel año fue el primero en el que Atlético demostró que no sólo Real Madrid estaba en condiciones de dar pelea en los torneos continentales. El conjunto merengue ya había ganado seis coronas y el resto de los españoles vivían a su sombra, incluso Barcelona, que sólo había jugado una final contra Benfica en 1961. El Toto Lorenzo le imprimió todo su temple ganador y estuvo a punto de hacer historia. Pero la fatalidad -y un par de guantes- se interpusieron.
Luis Aragonés era el símbolo de aquel equipo, que también tenía a Adelardo Rodríguez como capitán, a Cacho Heredia en la defensa, a José Eulogio Gárate en el mediocampo y a Javier Irureta en la delantera. No era un cuadro lujoso ni mucho menos, pero tenía personalidad y se hacía respetar. Sí, como el actual equipo del Cholo. Aquella primera final disputada en Heysel (el estadio donde el 29 de mayo de 1985 se produjo una de las grandes tragedias de la historia del fútbol) tuvo todos los ingredientes para que el conjunto que llegaba como punto se quedara con el premio mayor. Fue un juego muy luchado, sin demasiadas opciones de gol y muy parejo. Los noventa minutos terminaron sin goles y se debió recurrir al tiempo extra. Los primeros quince minutos pasaron sin pena ni gloria y las emociones llegaron en el final. El increíble 1-1 dejó en estado de gracia a los alemanes, que desfilaron en el desempate. “Anímicamente, aquel gol nos mató. Fue un palo muy duro, porque si pierdes un partido normal y corriente, en el que han sido mejor que tú y te han ganado, está bien, pero }eso de que tú seas el mejor, de que hayas marcado un gol, de que ya estés mirando el reloj, de que va a pitar el final y te empaten y luego ocurre lo que ocurre, sí nos sentó muy mal”, afirmó hace poco tiempo el capitán Adelardo. Sólo cuarenta y ocho horas después se jugó la revancha y allí se vio todo el poderío de Bayern Munich contra un Atlético destruído. Gerd Müller, Uli Hoeness, Franz Roth, Franz Beckenbauer y Paul Breitner se divirtieron en el césped de Heysel y golearon 4-0, para así darle al fútbol alemán la primera Copa de Europa. Dos meses después, muchos de estos jugadores se consagraron campeones del mundo tras vencer a la Naranja Mecánica. Fue la única vez que un país ganador de la actual Champions League luego se quedó con el Mundial.
Después de esta derrota tan dolorosa, Atlético tuvo una revancha. Bayern desistió de jugar la Copa Intercontinental contra Independiente de Avellaneda y por eso viajó el subcampeón europeo. Ya con Luis Aragonés como entrenador, el Colchonero derrotó al Rojo y se convirtió en el único club en ser “campeón del mundo” sin antes haber ganado un título continental. En el partido de ida, disputado en marzo de 1975, el cuadro argentino ganó 1-0 con gol de Agustín Balbuena como local. Un mes más tarde, Aleti venció 2-0 en el Vicente Calderón gracias a los tantos de Irureta y el argentino Rubén Ayala. Así, Independiente perdía su segunda final intercontinental y se quedaba sin la posibilidad de coronarse bicampeón del mundo. Al año siguiente volvería a ganar la Copa Libertadores, pero no iba a poder disputar la final del mundo porque Europa no enviaría a su representante. Cuarenta años más tarde, Atlético se vuelve a encontrar con la historia. En el medio sufrió un descenso y vivió muchos más problemas que soluciones. Hoy, sólo espera que su arquero no se distraiga y mantenga sus guantes bien puestos. https://www.youtube.com/watch?v=cH-vMsNMytU