¿Quién le diría al hincha de San Lorenzo que en uno de los partidos más importantes de su historia iba a poder apagar la tele en el entretiempo ya sabiéndose finalista de la Copa Libertadores?

Sí, San Lorenzo está en la final de la Copa. La Copa que tanto desea, esa Copa que a veces le coqueteó pero que nunca terminó de darle bola. Todavía no la puede tocar, pero ya la puede mirar muy de cerca.

Lo realmente paradójico es que se haya instalado en esta final después de una semi tan amena. Fue como si San Lorenzo se hubiese gastado el sufrimiento en la primera ronda. Ahí, en la fase de grupos, el equipo de Bauza debió esperar hasta el último segundo del último partido para ver si se metía entre los 16 mejores. Y se metió, como el número 15.

Por seguir con las paradojas, en la final lo espera el que entró como el número 16: Nacional de Paraguay. Sí, los dos peores después de los primeros seis partidos se transformaron en los dos mejores después de los segundos seis partidos y se pelearán por levantar la Copa por primera vez en su vida. Como si esa frase hecha que se usa tanto en los Mundiales le calzara justo a esta Libertadores: la Copa empieza en octavos. Y tanto San Lorenzo como Nacional lo demostraron.

Curiosamente, ambos lo hicieron jugando los partidos de ida en casa. Y con la diferencia que sacaron, fueron a aguantar al campo de sus rivales. Les terminó saliendo redondo el negocio. Ahora, el que tendrá que cambiar el plan es San Lorenzo. Los de Bauza arrancarán por primera vez como visitantes. Y esa es la mayor prueba que tendrá que superar. El libreto de ganar 1 a 0 lo tenía aprendido de memoria, pero el miércoles que viene cambiará la ecuación.

Ah, sí, hubo un partido revancha después del histórico 5 a 0. Hubo partido es una forma de decir. El Bolívar fue a lo loco los primeros cinco minutos pero fue por ir, a descontar lo indescontable. San Lorenzo se paró para resistir y para cuidar la pelota cuando la tuviera. Sabía que el trabajo sucio ya estaba hecho. Por eso después del primer tiempo ya podía ponerse a pensar en lo que vendrá.

Y lo que vendrá, nada menos, se trata de saldar una deuda con la historia.