Es prácticamente imposible para un futbolero medio escuchar el nombre de Diego Buonanotte y no pensar en su desgracia, en el accidente de tránsito que marcó su vida: él manejaba y sobrevivió, sus tres mejores amigos murieron. Con ese signo trágico a cuestas se fue de River en 2011, justo en el año del descenso, hacia España. Pasó por Málaga y Granada, fue a México, volvió a Quilmes, recaló en Grecia. Nunca reencontró su fútbol ni la felicidad.
Hasta ahora.
A mediados del año pasado, el Enano aterrizó en la Universidad Católica de Chile. Logró dos títulos. Fue elegido el mejor jugador de la liga por capitanes y entrenadores rivales. Metió 9 goles (8 en el Apertura) y dio 3 asistencias en 21 partidos. Dos de esos goles fueron contra Universidad de Chile, la U, clásico histórico de la Católica. Uno de esos derbis fue -además- el duelo por la Supercopa del país, que los Cruzados de la UC ganaron 3-0. Ahí, el zurdo chiquito metió un tanto precioso después de un enganche que hizo pasar de largo a Jara, central de la selección. Y levantó su primera copa. No hace falta aclarar que se transformó, rápidamente, en ídolo.
Es evidente que encontró una resurrección en Santiago, para salir de una depresión que todavía no pasa del todo. “No me siento completamente feliz, pero estoy en un momento muy bueno”, le dijo hace un par de meses al diario Clarín. Y amplió: “A ver: nunca voy a ser feliz como era antes. Mi vida cambió totalmente después de esa noche. Pero hoy, después de casi seis años, sí estoy encontrando mi lugar, las ganas de ir a entrenar, de jugar con mis hijos en el patio de casa, de irlos a buscar al cole, de salir a cenar con mi familia o amigos. Eso antes no me salía”.
“Me costaba levantarme de la cama para ir a entrenar. Y era porque no encontraba la motivación en el fútbol, en el equipo en que estaba, en los compañeros. Llegué a la UC y esa mala onda se fue. Hace mucho tiempo que no disfrutaba tanto entrar a una cancha, jugar y salir campeón, pero también el entrenamiento e ir a una pretemporada”, declaró ante medios chilenos. “Necesitaba un lugar en el que me brindaran este cariño y me contuvieran. Me costó mucho seguir adelante”, dijo. Pasaron más de siete años.
Aterrizó en un equipo campeón, con un técnico valiente. Mario Salas había dirigido al Sub 20 de Chile y había hecho jugar bien a Huachipato, al que llevó a la Copa Libertadores. En su tercer torneo en Católica, condujo al equipo al título después de casi seis años, en los que había acumulado cinco segundos puestos. Como dato de color, el último trofeo levantado por la UC había sido, casualmente también en 2011, con Juan Antonio Pizzi como entrenador.
Salas armó un equipo con voluntad permanente de ataque, bastante vistoso y con cuatro argentinos como titulares: Buonanotte, Enzo Kalinski, Ricardo Noir y Germán Lanaro -ex Huracán y Nueva Chicago-. Otros dos compatriotas fueron suplentes: Franco Costanzo (no, no está retirado) y Sebastián Jaime -ex Cambaceres y Argentinos Juniors-.
La figura, por supuesto, fue el petiso con la camiseta número 18, que se sintió a gusto para tirar lujos y explotar a fondo una pegada, gambeta y velocidad que parecían perdidas. Acá pueden ver algunas de las cositas que hizo en el año.
Y acá algo parecido, con el agregado de un par de caños que no terminaron en jugadas de gol.
Sólo una vez tuvo un conflicto en cancha. En un duelo contra Colo Colo, el volante Esteban Pavez lo atacó por el lado más doloroso: “Asesino, conchatumadre, mataste a tus amigos”. Buonanotte se calentó en el momento, pero eligió pasar de la polémica: “Es la primera vez que me pasa algo así. Acá en Chile siempre me han mostrado respeto, prefiero quedarme con eso”. Siguió jugando bien y haciendo jugar al resto.
A partir de sus actuaciones llegaron las ofertas millonarias. De Qatar. De Arabia Saudita. El Dieguito de 1,60 metros eligió rechazarlas. “No estoy en la UC por plata, sino por la felicidad de mi famila, la establidad y porque mis hijos están felices. Es la decisión más linda que tomé. Ojalá siga todo bien, pero si las cosas salen mal, seguiré pensando que fue la mejor decisión“, explicó.
“No sabes el dinero que me ofrecían. A veces la plata te mueve el piso, te hace pensar mucho en qué decisión tomar, porque te aseguras el futuro de tu familia, tus hijos y de los hijos de tus hijos. Pero la felicidad y la sensación hermosa de estar en la UC, y en Chile, no la cambio por nada”.
Su renovada felicidad le trajo nuevos proyectos. Por ejemplo, terminar el secundario en su Teodolina natal: “En mi pueblo me ayudan a terminar el secundario. Me mandan trabajos, me dan un tiempo para hacerlos y se los envío. Después, cuando voy, rindo. Me quedaban tres materias de 4º y las rendí en junio. Ahora me toca dar 5º. Quiero estar preparado cuando deje de jugar. No quiero retirarme y no saber qué hacer. Quiero ir buscándome. Me gusta mucho la edificación. Pensé en estudiar maestro mayor de obras”.
Parece que será dentro de un tiempo. Por ahora, el pibe que pintaba para crack y pintaba para retirado prematuro puede seguir demostrando lo que vale adentro de una cancha.
No es poco.