Robert carraspeó para limpiar la garganta. El encargado de la voz del estadio del Sun Life acomodó el micrófono y, ante el delirio de la multitud de argentinos e ingleses que colmaban los 78 mil lugares disponibles, vociferó las alineaciones de los equipos.
El apellido Clemence, del mítico arquero del Liverpool, hizo estallar el estadio. Y luego, el resto de los jugadores, fueron saludados por gritos y aplausos. “¡Neal!, ¡Hansen!, ¡Thompson!, ¡Jones!, ¡Kennedy! ¡¡¡¡¡¡¡Dalglish!!!!!!!” (largamente el más aplaudido, junto con Clemence), “¡Case!, ¡Fairclough!, ¡McDermott! y ¡Souness!” La emoción no faltó. Robert, también a los gritos, pidió un minuto de silencio para el entrenador Bob Paisleym y para Emlyn Hughes, el capitán histórico del equipo y marcador de punta izquierdo titular. Los argentinos, como habitualmente pasa en estas circuntancias, aprovecharon el silencio de los ingleses para hacerse escuchar: “¡Daaaaaale Boooooca! ¡Dale dale Boooooooca! ¡Dale dale Boooooooca! ¡Dale dale Booooooooo!”
Robert, tal como le habían dicho que debía hacer, esperó unos segundos y lanzó el grito de guerra: “¡Boca va de esta manerrrra!: ¡Gaaaaatti!, ¡Pernía!, ¡Saaaaaá!, ¡Mooooouzo!, ¡Colorrrrado Suaaaaárrrrrez!; ¡Chino Beniiiiiítez!, ¡Riboooooooolzi!, ¡Marrrrrio Nicasio Zanabria! ¡Mastrángeloooooo! ¡Veeeeeeeeglio! y ¡Perooooooooootti!” La última ó, la de Perotti, casi no se escuchó. Los argentinos estaban en éxtasis. También se recordó a Juan Carlos Lorenzo y a Miguel Ángel Bordón. Y en este caso los que le faltaron el respeto a los muertos fueron los hinchas del Liverpool.
Digamos que desde que se conocieron los equipos que iban a disputar la Copa Intercontinental del 78, pocos se imaginaron que el partido iba a demorar en jugarse 37 años. Y menos todavía que las gestiones de los dirigentes de Boca y del Liverpool ante la FIFA iban a rendir sus frutos para que aquella deuda pendiente se pudiera saldar en Miami, en marzo de 2015. Lo que nadie suponía era la frutilla del postre: conseguir que las viejas glorias, aquellos héroes de finales de los 70, se calzaran otra vez los cortos para salir a la cancha a cerrar aquella historia inconclusa.
Algunas mezquindades casi hicieron fracasar el proyecto, especialmente la diferencia de edad entre uno y otro equipo. Boca entregó una enorme ventaja en ese sentido. Gatti tiene 70 años, Pernía, 65; Sá, 69; Mouzo, 61; Suárez, 63; Benítez, 64; Zanabria, 65; Mastrángelo, 66; Perotti, 55; Veglio, 68 y Ribolzi, 61. El promedio alcanza los 63,36 años. Los del Liverpool son bastante más jóvenes. Clemence recién cumplió los 66 años y Neal tiene 63; Hansen, 59; Thompson, 60; Jones, 59; Kennedy, 63; Dalglish, 63; Case, 60; Fairclough, 57; McDermott, 62: y Souness, 61. El promedio es de 61,18 años.
El gran artífice de esta idea fue Francisco Pancho Sá, quien se ocupó de conseguir el sí de todos los jugadores, tanto los argentinos como los ingleses. Los únicos que le dijeron que no estaban en condiciones de jugar habían sido Rubén Suñé, después de aquella caída de un séptimo piso en 1984, y el Loco Carlos Horacio Salinas, quien transitó una vida bastate agitada desde su retiro del fútbol, allá en 1986, a los 32 años. El resto dio el sí. Y los dirigentes no se opusieron. Los organizadores norteamericanos estuvieron encantados con la idea y, como gasto extra de importancia, sólo debieron montar un hospital de campaña con unidad coronaria en las adyacencias del estadio.
¿Por qué Pancho Sá puso tanto empeño en la realización del partido? Porque quiere seguir cosechando títulos internacionales sin fijarse en el paso del tiempo. Por esa razón ya se está entrenando con Perico Pérez, Eduardo Commisso, Semenewicz, el Chivo Pavoni, Bochini, Percy Rojas, el Mencho Balbuena, Ruiz Moreno y Bertoni para disputar, en 2016, la final de la Copa Intercontinental del 75, que Independiente deberá disputar nada más ni nada menos que contra el Bayern Múnich.