Fogueados en el arte de tumbar gobiernos, los abundantes periodistas y gerentes del Grupo Clarín se preparan para llegar al triunfo final y cumplir el mandato de la señora Directora: “y quiero también la cabeza de ese traidor de Maradona”.
Mientras cronistas y comentaristas deportivos de todo el país divagan sobre los motivos que han convertido a nuestra selección nacional en un nubarrón, una historia clandestina me ha convencido de la inocencia de Maradona.
Estimo que todo empezó en mayo de este año. Diego, de repente, sorprendió a los tostados opositores del gobierno K y puso la firma en un escrito que apoyaba el proyecto de Ley deServicios Audiovisuales.
Como un personaje de Valle de Sombras, Héctor Magnetto, el adoptado gerente de Clarín, decidió que ya era demasiado y que por más Diego de la gente y multipremiado ídolo que antaño reconocieran las huestes clarinescas (cara del Gran DT en los noventa), no podía tolerarse que el Diez sumara su cautivante figura a la tropa pingüina.
Le llevó la noticia a la desatendida Ernestina Herrera viuda de Noble y masajeó su furia hasta lograr que ella pasara de la decepción al odio.
La versión nacional de Cruella De Ville, famosa hoy a causa de su obsesión por hacer abrigos con la piel de funcionarios kirchneristas, decidió sacarle la escalera a Diego.
En la redacción de Clarín y en la redacción de Olé, dos ordenanzas apellidados Kirschbaum y Roa, conocidos por su fina capacidad para cebar mates y besar manos, no vacilaron en mostrar lo mejor de su profesionalismo: esmerilar al enemigo de la Viuda.
Magnetto decidió adquirir un aliado. Ofrecerle un millonario contrato a Messi hasta convertirlo en el rostro de Tiki Tiki, la más otaria de las revistas deportivas que nuestra prensa supo evacuar.
Con Messi en el grupo Clarín, los acontecimientos podrían desarrollarse a gusto de los malvados. Convencerlo al muchacho del Barcelona, por ejemplo, de hacer todo lo contrario de aquello que le diga Maradona. O estimular sus salidas nocturnas.
Para colmo, faltaba la ceremonia de la ruptura del contrato de TV. Grondona, Cristina y Maradona, en la misma mesa. Entonces, Magnetto y la Viuda resolvieron que ya basta, y que de ahora en más se crucificaba al rebelde, que ya en los noventa los había maltratado con desplantes de origen sindical. Al fin y al cabo, pensaron, para qué contaban con tantos changarines, en tantos mercados, fáciles de enmantecar.
Tenembaum, Chiche, el médico Castro, Otero, Wiñazky, Farinella… La caravana colaboracionista del monopolio podía aparecer en los horarios más insólitos sumando mal humor al malhumor que despierta una derrota.
En la semana posterior a las debacles ante Brasil y Paraguay, se escuchó la voz de un locutor en radio Mitre quien al presentar el noticiero (mi compañera Ana Ale lo llamaba “Mitre alarma primero”) gritó: “los teléfonos de radio Mitre estallan contra Maradona” (jueves 10 de septiembre, 8 de la mañana). Toda página de Internet servía para sumar veneno en la plebe: “Maradona se asoma al abismo”, título del diario español El Mundo, leído por otros locutores del Grupo. Nelson Castro y su bastonero deportivo repetían, también en Mitre, que Maradona “se kirchnerizó”.
Desconozco los entretelones de la campaña antimaradoniana y las conexiones internacionales del Grupo, que le otorgan un poder de demolición a jornada completa. Pero usted no se asombre si cada hora, o cada media hora de programación, presenciamos un atentado televisivo contra el Diego, o si el monopolio pone en marcha una de las tácticas enseñadas por el columnista de Clarín, Henry Kissinger, que cierta vez le dijo a Nixon: “con un país enemigo, podemos hacer lo que queremos”.
Señoras y señores, esto hay que tomarlo en serio.