La pregunta llega desde la voz de un chileno amigo. “Mi padre quiere saber, a lo mejor tú te acuerdas, ¿cómo se llamaba el jugador argentino que pateaba penales sin carrera y se murió al caer de un edificio?”. Los engranajes futboleros se mueven rápidamente alerta, buscando una respuesta. Asocian: argentino, penales sin carrera, muerte trágica. Pienso: Albretch. Pero fue arrollado por un tren, no cayó de un edificio. Y encima sobrevivió. Igual respondo: “¿Jorge Rafael Albretch?”.
No. No es.
Mi amigo chileno habla con su padre, desmemoriado memorioso, y finalmente arriba a la respuesta deseada: Jorge Américo Spedaletti.
Perdón. ¿Quién?
Resulta ser un descubrimiento tapado por la cordillera. Spedaletti fue casi un héroe en Universidad de Chile. Delantero rosarino, elegante, veloz, de buena gambeta, jugó con Leonel Sánchez -considerado de manera casi unánime el mejor jugador de la historia del club- y varias leyendas en la última época del apodado Ballet Azul. Fue campeón ahí en 1969. Después pasó a Unión Española, y también fue campeón. Más tarde jugó con Everton… y también fue campeón. En 1975 jugó la final de la Copa Libertadores con Unión Española contra un rival argentino: el Independiente de Bochini, Bertoni, Pancho Sá y el Chivo Pavoni.
En 6 de octubre de 2002, bastante después de su retiro, quiso ingresar a su departamento en el tercer piso de la calle Bustamante, en el barrio de Providencia, en Santiago. Había olvidado las llaves y decidió pasar a través del balcón de un vecino, para entrar por la ventana. Quería ver, según sus propias palabras, un partido de fútbol argentino. Cayó. Sufrió doble fractura de cráneo y se rompió ocho costillas.
Pero no murió.
LA CAÍDA
La curiosidad nos movió a investigar brevemente lo que había pasado con él. No pudimos confirmar de ninguna manera que pateara penales sin carrera. De hecho, en los pocos compactos que pudimos rescatar, ni siquiera pateaba los penales de su equipo. Pero si el padre de nuestro amigo chileno lo recordaba muerto, bien podría haber fallado en la memoria de sus ejecuciones.
En cambio sí verificamos que Spedaletti tuvo un edema cerebral grave y, tras el accidente, quedó en coma inducido farmacológicamente, conectado a un respirador mecánico. Estuvo en estado crítico, aunque pudo dejar el hospital un mes y medio después.
¿Qué partido quería ver, que casi le cuesta la vida? El día de su accidente, se jugaron cinco por el Torneo Apertura de Argentina. Lanús-Racing, Banfield-Colón, Talleres-Estudiantes, Boca-Vélez y Nueva Chicago-River. En esta preciosa entrevista que otorgó en 1973, el futbolista admitió que era hincha de Boca. Presumimos que aquel día fatídico buscaba ver el 2-0 de su equipo en la Bombonera, con goles de Tevez y Guillermo Barros Schelotto.
El mundo del fútbol se puso de su lado: se organizó un partido en el estadio Santa Laura para enfrentar en un amistoso a viejas glorias de Unión Española y la U. Más de 4 mil personas fueron a la cancha y lo recaudado (5.237.000 pesos chilenos, unos 8 mil dólares a cambio de hoy) se donaron para el ex delantero. También hubo un duelo benéfico entre Wanderers y Everton, pero sin tanto éxito: apenas acudieron 600 personas. “La gente no tuvo corazón”, tituló el diario El Mercurio. En Viña del Mar se corrió una carrera que llevó su nombre.
Su recuperación fue lenta, pero completa: tardó tres años en volver a trabajar. “La vida me está dando una nueva oportunidad”, declaró.
El gobierno chileno le otorgó una pensión de por vida.
UNA HISTORIA SENCILLA
En realidad se llama Américo Jorge Ramón Spedaletti, por alguna razón, uno de sus nombres quedó perdido y se invirtieron los otros dos. En Chile lo conocen como Jorge y lo aman. De hecho, se nacionalizó y jugó para la selección de ese país en dos torneos: la Copa América de 1975 (cuatro partidos, tres derrotas y una victoria, no convirtió goles) y las Eliminatorias para el Mundial de Argentina ’78 (sólo una vez: caída ante Perú).
Nació en Rosario, en el barrio Las Delicias. “Tenía muy poco de delicias: era un sector muy popular. Me pasé la infancia jugando fútbol. Tenía la casa llena de medallas y copitas ganadas en campeonatos. Yo jugaba en el Morning Star, el semillero de Newell’s y Central. Es el típico club rosarino de barrio. A mi me gustaba mucho hacer malabares y piruetas con el balón en las prácticas, por eso fui muy conocido y querido”.
Era arquero. “Un día, en un partido de definición, me sacaron cuando había que atajar los penales porque me vieron muy nene los grandotes que iban a tirar. Desde ese día no atajé nunca más”, recuerda.
En Argentina pasó por las inferiores de Newell’s, pero sólo jugó en Gimnasia de La Plata. “Llegué un poco por casualidad, para acompañar a un amigo. Por la edad, 16, quedé en cuarta división. Seis meses después había debutado. ¿Sabe contra quién? Contra Newell’s”.
Empezó como mediocampista y, dice, no hacía muchos goles. Más bien los creaba para sus compañeros.
Llegó a Chile porque era suplente en Gimnasia, y un dirigente de la U lo llamó cuando se organizó un amistoso contra Godoy Cruz, en Mendoza, para buscar un delantero. Quedó, y logró en reemplazar a un atacante irremplazable de aquel momento (atención público chileno: fue el séptimo jugador en intentar ocupar el puesto de Carlos Campos, tras los fracasos sucesivos de Fumaroni, Olivares, Luporini, Daucik, Lasso y Camargo; él se transformó en “el heredero”).
Sus cuatro años en Universidad de Chile fueron un deleite para el hincha, más allá de que sólo consiguiera un título. Compartió equipo con Manuel Pellegrini, quien siempre declaró que el delantero era su ídolo. El año pasado, en el cumpleaños número 88 de la U, el club lo recordó en las redes sociales como uno de los jugadores históricos más destacados.
Una búsqueda rápida por la web nos permite develar un poquito su talento. Miren: acá marca el primer gol con un cabezazo, a los 45 segundos de video hace otro y a continuación mete una gran jugada para uno más de su equipo en el 5-3 de la U contra Alianza Lima, en la Libertadores de 1972 (que él mismo eligió como uno de los dos “partidos inolvidables” de su carrera):
El tanto de Spedaletti en ese encuentro lleva su marca registrada: gambeta para dejar al arquero en el piso. Según las crónicas de época, repetía la fórmula con habilidad y éxito. “En esa Copa jugué varias veces el mejor fútbol de mi carrera, haciendo grandes goles, pero lamentablemente no hay grabaciones”, dijo en una entrevista. Sí que hay, Jorge. Quédese tranquilo. Como agregado particular, el relator que pone la voz en el video es Pedro Carcuro, el mismo que hoy relata los partidos del fútbol transandino.
Durante su carrera, apareció varias veces en la tapa de la revista Estadio, la más importante publicación deportiva del país. Campeón con tres clubes, en dos ciudades, subcampeón continental, en Chile es un ídolo casi unánime. Su tragedia momentánea sacudió al país. En Argentina ni lo conocemos. Es más: difícilmente nos enteremos cuando muera.
Pero vive.