Bien sabido es que un número importante de simpatizantes no acepta de buena gana la derrota y, menos que menos, cuando esa derrota afrenta la capacidad de lucha de nuestro equipo. Es entonces ahí cuando empiezan a tomar cuerpo las amenazas y, en muchos casos, la amenaza directa. El hincha siente que esa imbecilidad llamada territorio ha sido invadida y vapuleada.

para capuLa primera hinchada en llevar a cabo la famosa apretada a los jugadores fue la barra brava de Juventud Perdida de Longchamps, club que peleaba para ascender a la C. El equipo perdía sin dar muestra de la mínima y elemental capacidad de lucha. Es entonces que el gordo “Metástasis” fue con diez pibes de la barra, encaró al número nueve, conocido como “el Colorado Narváez”, y le dio un soberano chupón de lengua mientras frotaba el miembro débil y asombrado del colorado.

Acto seguido, los muchachos del resto de la barra, todos ellos con ropa interior femenina, se colgaron literalmente de los jugadores y los besaron apasionadamente. “Metástasis”, famoso por haber desmayado de un cachetazo a un tractor, gritaba “es el éxtasis del amor, el sexo ritual, la tierra prometida; los vamos a matar y a besar a todos”, mientras la barra seguía apretando al resto del equipo.Por alguna extraña razón, a la mitad del plantel le encantó la inesperada situación y siguieron jugando cada vez peor. El resto, asqueados, empezaron jugar con más ganas pero el equipo estaba literalmente partido.

Finalmente, un integrante gay del grupo “Hamas estuve con una mujer” se inmoló destruyendo la totalidad del club; club que hoy está en el recuerdo de sus pocos hinchas. El gordo Metástasis puso una peluquería para caniches y el resto de la barra se metió en robos y ortos, una sección de la policía científica y pasiva.