Bolívar y Humberto 1º, esquina porteña. San Telmo se agita con el tránsito semanal y el turismo transeúnte. En ese rincón urbano, marcado a presión entre dos puertas altas y flacas, una más oscura que la otra, Diego Armando Maradona se estira en su pose icónica para impulsar la pelota con su rodilla derecha.
Los colores estallan ante nuestros ojos. Diego flota, como siempre lo hizo en esa postal tomada de la final del Mundial 86. La pelota es un sol incandescente, pequeño ante el gigante que juega con él. No podemos mirarla muy fijo por temor a quedar ciegos. Nos concentramos en ese Diez en la espalda arqueada, en la cinta de capitán, en el gesto triunfal y en todos los recuerdos que esa pose evocan.
La obra le pertenece a las manos talentosas de David Luzza, que pintó el mural en 2016. Puede que lo hayan visto en el libro Buenos Aires, arte urbano, entre las 100 piezas más bonitas de la ciudad. O, mejor, que se lo hayan encontrado callejeando por ahí. Si no, ya saben donde ir a verlo: Bolivar, a mano izquierda en sentido del tránsito, antes de llegar a Humberto 1º.