1) Hay muchos temas depresivos de Radiohead, pero hay uno que es especialmente depresivo. Al contrario de lo que se piensa, en vez de promover el suicidio, los temas depresivos lo previenen, ya que le otorgan un respaldo anímico a quienes están pasando un periodo oscuro. Uno de los mejores es “How to Disappear Completely” y pertenece a Kid A, el disco rupturista que la banda sacó cuando a Thom Yorke le empezó a molestar ser considerado el mejor del Planeta. A veces lo veo a Messi y me recuerda a ese tema y a Thom Yorke: porque le molesta ser considerado el mejor del Planeta y porque es un tipo que sabe cómo desaparecer completamente. En determinado momento del Segundo Tiempo Messi devolvió una pelota y, mientras el ataque continuaba a escasos metros pero en otro sector de la cancha, se quedó mirando el suelo y caminando lentamente en diagonal hacia la nada. Pero a diferencia de otros partidos en los que, finalmente, nunca despertaba, aunque sea contra Bosnia e Irán, demostró que en el fondo siempre le quedará un bonus track. Que no corresponde a su desempeño actual o a una evolución del juego en equipo o a un proceso épico estilo Suárez, sino más bien a su anárquica e imprevisible individualidad. Entonces esos paseos de flaneur melancólico se transforman en un espacio de meditación en el que en realidad Messi se estaba preguntando cuál era la mejor manera de marcar un gol. Es como si el don de Messi tuviese el funcionamiento del famoso látigo de Capote en el Prefacio de Música para camaleones: cuando no hace que sucedan genialidades, sólo sirve para autoflagelarse.

2) Irán, por su parte, planteó muy bien el partido. Irán no es Camerún, un equipo débil, que defiende como un metegol oxidado y con jugadores que se boxean en pleno partido. Irán fue un rival esforzado, que en el conocimiento de sus propias limitaciones tuvo su mayor virtud y su mayor defecto, ya que cuando Argentina empezó a decaer, no tuvo la audacia ni los recursos necesarios para pasar al frente y ganarlo. Aunque tampoco estuvo tan lejos.

3) Exceptuando el 2002, es recurrente que la Selección gane y guste en los segundos partidos de la Primera Ronda: Jamaica, Serbia y Montenegro, Corea. A partir de ahí, envuelto en una vorágine de triunfalismo barato y chauvinismo ortodoxo, el equipo declina y pierde en el primer cruce con un rival importante. Este comienzo errático del equipo de Sabella, claramente, es malo a corto plazo pero tal vez sea la introducción necesaria para que el equipo alcance su máximo nivel más adelante, en esos tramos del Mundial en los que desde hace bastante tiempo no pegamos pie con bola. Por lo pronto el gol de Messi tapa el sol con la mano, pero mientras se siga dependiendo de ese segundo de inspiración, la idea de equipo es un concepto utópico.

4) Desde un punto de vista más optimista y absurdo, los tres puntos adquieren otro valor. Observando algunos resultados, podríamos suponer que los últimos coletazos de la globalización han producido una discontinuidad en el habitual desarrollo de los mundiales. Es algo que se venía gestando desde hace rato, pero recién en Brasil se materializa con claridad. De la misma forma que las oficinas de Google de Buenos Aires hacen más o menos lo mismo que las de Nueva York, ahora, con el crecimiento de la FIFA como corporación multinacional capaz de implantar el virus del fútbol en cualquier lugar, hasta los equipos sin una tradición contundente han adoptado un nivel de disciplina y orden táctico que les permite pelear mano a mano con las grandes potencias venidas a menos. Argentina, encima, parece estar llevándose todas las materias a marzo: el cuerpo técnico no diseña un sistema coherente, las estrellas parecen estar atravesando un bajón, el periodismo aprovecha para inventar internas y en el banco no hay un relevo lo suficientemente determinante y sorpresivo para cambiarle la cara al equipo. De la forma en que entró, parece imposible que Augusto Fernández vaya a jugar alguna vez. Maximiliano Rodríguez, que podía aportar una propuesta diferente al mediocampo, fue incinerado contra Bosnia.

5) Por otro lado, creo que a muchos argentinos que le piden que cante el himno cuando no hay nada para cantar, les falta entender a Messi como lo que realmente es. En ese sentido, y no en otro, es el significante al que equivocadamente le pusieron el significado Maradona. Messi no es líder, no se carga el equipo al hombro, elude la demanda simbólica del número de su camiseta, a veces ni siquiera necesita mezclarse con el resto de sus compañeros, simplemente irrumpe y la manda a guardar. Creo que la distancia entre Messi y Maradona es la medida del malestar que genera la Selección. En otro momento, el lugar de Messi fue ocupado por Riquelme u Ortega. Hay que dejar de esperar que Messi sea gravitante durante todo el partido y que su presencia en la cancha sea como las huellas de Godzilla sobre los edificios aplastados. Messi es otro tipo de jugador, desconcertante y políticamente incorrecto para los cánones del fútbol histórico, pero con la escalofriante condición de quienes han sido llamados a cerrar culos en este mundo.

6) También está la explicación sencilla: Messi es un crack con grandes lagunas. Pero eso sí que sería aburrido.

Fuente: ilcorvino.blogspot.com.ar