En el país del relato, el de Edgardo Bauza es el relato B. Parecería que cursó el taller del entusiasmo que da Alejandro Rozitchner, el filósofo presidencial. “Argentina jugó 10 puntos”, dijo la noche del jueves sin que se le moviera un músculo de la cara. Ya venía surfeando la ola con frases de ese estilo. Incluso, desde mucho antes de ganarle con susto y sin merecerlo a Chile. En octubre del año pasado y tras perder con Paraguay como local, había ventilado su sueño: “Estoy convencido de que vamos a salir campeones del mundo en Rusia”. Hace una semana, volvió a la carga: “Vamos a salir campeones del mundo”. ¿Hay una nueva revolución de la alegría futbolera? Suena desmesurado el entrenador de una Selección confundida que, si rindió sobresaliente, habrá sido en otro ciclo, con otro técnico.
Si Bauza dice persuadido lo que dice, estamos en problemas. Quizá piense que las palabras pueden tener un efecto balsámico. Hacia adentro del grupo que dirige y hacia afuera, vaya a saber por qué. En defensa del entrenador debe reconocerse: el relato en el fútbol no es un género nuevo. Siempre hubo narradores de ficción. No interesa si los resultados después les dieron la razón. Se sabe. Ganar no es lo único que importa. Y menos si se trata del seleccionado. Lo que pasa es que, tratándose de su conductor actual, sus frases sorprenden, causan perplejidad. No era el técnico un hombre proclive a negar la realidad. Su mesura acostumbrada dejó paso al relato B, pero no con la B de bueno.
El diagnóstico de la Selección es como el de un médico sin bisturí que hace una operación tras otra. Su experiencia, su trayectoria –avalada por títulos ganados con equipos del país y el exterior– podrán hacer un milagro, acaso dos. Contra Chile se dio uno. Pero no los hubo en partidos contra Brasil, Paraguay, Perú y Venezuela donde se jugó mal, pero no tan mal como en el regreso al Monumental.
Está claro que el técnico no juega, pero hace jugar a Agüero, Higuain, Di María, Biglia y Mas, por citar a los que rinden poco y nada. El equipo tampoco apareció dos fechas seguidas en esta Eliminatoria. A este paso, parecemos condenados a repetir la zozobra de aquella campaña de 1985, cuando Argentina se clasificó en la última fecha para el Mundial de México. Aquella historia terminó con vuelta olímpica en el estadio Azteca. ¿Creerá Bauza que es un predestinado?
Columna publicada en en el diario Página 12