Gustavo “Billy” Rodas a los 16 años fue el jugador más joven en jugar en la primera de Newell’s y decían que era bueno como Messi. Hoy se entrena con Estudiantes de Río Cuarto, en el Federal A.
No sabe si nació a los 9 meses de gestación o antes. Pero Gustavo “Billy” Rodas es sin dudas un prematuro. Con 16 años, buena gambeta, garra y pelo enrulado, fue el jugador que más joven debutó en la primera leprosa de la mano de Julio Zamora, y encima marcó un gol. Fue en 2002, en la victoria por 4-1 de Newell’s ante Talleres de Córdoba, partido en el que Billy jugó como enganche y se lució en el minuto 90 al marcar el cuarto gol.
Pero además a esa edad, Rodas fue papá por primera vez. “Se me vino todo junto, todo lo que quería lo tenía, era muy chico y en un momento me olvidé de jugar al fútbol. Recuerdo que el Tolo Gallego me llevaba a comer con él y me hablaba. En Newell’s me cuidaron mucho”, le contó a Ovación el hombre de 31 años, sobre quien muchos dicen que en las inferiores era tan bueno como Lionel Messi.
Hoy ese pibe precoz se convirtió en padre de cuatro hijos (el mayor, Brian, tiene la misma edad que tenía él cuando jugó por primera vez en primera) y dice estar feliz con su vida. Más sereno, con el pelo rapado y tras jugar en varios equipos nacionales y también en el exterior se ata los botines para entrar a la cancha con Estudiantes de Río Cuarto (Córdoba), en el Federal A.
Gustavo Ariel Rodas nació al oeste de la ciudad, en Barrio Nuevo, pegado a Villa Banana, y dice que su origen humilde provocaba tanta curiosidad como su corta edad en el fútbol profesional.
Su mamá limpiaba casas y su papá descargaba harina para una empresa.
“Era un hombre muy estricto. No me dejaba jugar a la pelota con los chicos del barrio en la calle. Pobre, él quería lo mejor para mí pero a veces impedía que disfrutara del fútbol”, recordó.
Entonces comenzó a patear la redonda en el club de barrio de zona sur Santa Isabel de Hungría, aunque ya era hincha del club del Parque porque un tío que vendía helados en la cancha lo llevaba siempre.
Su tía Norma, con ojo afilado de buscatalentos, lo llevó a jugar al predio rojinegro de Malvinas, cuando apenas tenía 7 años. Rápidamente se destacó el pibito que hacía goles con las dos piernas y detrás de él, un año más chico y en notable ascenso venía la Pulga.
En el folclore de Newell’s sobrevuela una anécdota del ex presidente, Eduardo López, que nadie pudo desmentir ni asegurar. Dicen que cuando Messi se fue al Barsa dijo: “No hay problema, que se vaya, queda el mejor: Gustavo Rodas”.
Y hubo también hinchas y periodistas que años después armaron con Billy y Lio un relato similar al de Maradona y su compañero de Villa Fiorito, Goyo Carrizo. El 10 integraba con Carrizo la delantera de Los Cebollitas. Goyo nunca llegó a primera por una lesión en la rodilla ni tampoco salió de una humilde condición social. De Maradona no hace falta hablar.
Sin embargo, Billy Rodas se encarga de aclarar que esa historia o la que lo emparenta con Messi, les quedan grandes.
“A los dos nos entrenó Ernesto Vecchio. Muchos dijeron eso de que yo era bueno como él, pero no: yo jugaba bien, pero Lio era un nenito muy tranquilo que cuando entraba a la cancha podía gambetear a todo el equipo rival. Lo hicieron jugar en mi equipo y recuerdo haber compartido un torneo en Balcarce con él. Pero nunca más lo vi”.
A Billy le llegó el momento de la reserva y la pretemporada en Mar del Plata con la primera, con tipos más grandes que él, como el Pájaro Domizi. “Siempre me protegieron y cuidaron”, aseguró. Se fue de Newell’s en 2006 y ya no volvió. “Me hubiera gustado terminar mi carrera en Newell’s, pero bueno, la vida te lleva por otros caminos. Mis dos hijos son leprosos, siempre que puedo voy al Coloso y he jugado algún picado con Mauro Formica, el Patón Guzmán y Hernán Bernardello”.
Y al que fue prematuro, y llegó a jugar en el Sub 17 con la albiceleste, la carrera futbolística lo llevó a Tiro Federal, a Deportivo Cúcuta (Colombia), a Coronel Bolognesi (Perú), a León Huánuco (Perú), donde fue subcampeón en la temporada 2010 y elegido mejor jugador del torneo Descentralizado.
“En Perú me fue muy bien. Al punto que querían que me nacionalizara para jugar en la selección”, comentó.
De allí pasó a Deportivo Quito (Ecuador), a Guizhou Renhe (China), donde según dijo “si no era por los traductores, no entendía nada” y a Wilstermann (Bolivia). Dice que no terminó el secundario pero que viajar, conocer el mundo, otras culturas e idiomas fueron su mejor escuela.
“De todos modos, mi mujer, Ivana, y mis hijos me dicen que tengo que terminar la escolaridad. Alguna vez tuve la ilusión de ser abogado. No descarto estudiar cuando deje el fútbol. Ya estoy más grande, no soy ese nene de 16 años al que se le iba la cabeza. El fútbol me dio y aún me da de comer, pero no es lo más importante. Lamento si algunos esperaban más de mí como futbolista. Mirá, al volver de China con mi mujer perdimos un hijo y eso fue muy duro. Ahora sigo viviendo del fútbol pero valoro más a mi pareja, a mi familia, a mis hijos (además de Brian, están Eliel, Camila y Catalina, de su segundo matrimonio). Ahora soy mejor papá”. Ni una palabra más.
Artículo originalmente publicado en el diario La Capital de Rosario.