Christian Gómez es un artista de culto al que ha tomado la industria nacional. Mientras los hinchas de Nueva Chicago hace un mes que están juntando llaves en un enorme balde azul para inmortalizarlo con una estatua –y mientras pueden recordar un golazo en el que arrancó desde la mitad de la cancha y la clavó abajo en una goleada a Deportivo Italiano para clasificarse a un octogonal: el equivalente deportivo a “yo lo sigo desde Cemento”–, el fútbol argentino se asombra con las obviedades que el barrio ya no: que tiene 42 años, que es el goleador del equipo con 11 tantos, que en 2014 jugó diez minutos en la B Metropolitana al lado de Gabriel, su hijo, veintidós años menor.
“No quería volver con el bastón”, se reía Gomito en la última entrevista que le hicieron en el sitio oficial de la Mayor League Soccer, apenas se había desvinculado de Miami FC, cuando firmó para Nueva Chicago por tercera vez. Este año, justo, el sitio oficial de la MLS eligió los mejores goles argentinos de la historia de la liga: en el video aparece uno del Piojo López, otro de Ignacio Piatti, otro de Marcelo Gallardo y, finalmente, primero de todos, la madre de todas las bombas, un zurdazo de Gomito después de haber recibido de espaldas, después de haberla cacheteado para tirarle un sombrero a su marcador y que le quedara así, picando y con el arquero 30 metros más allá. Jugaba en el DC United, entonces, y en ese gol hizo lo que siempre, ahora, acá: a los arqueros no los observa jamás.
“En los entrenamientos no afloja, lo tenés que sacar”, le dijo el entrenador, Sergio Rondina, al sitio Mundo Ascenso. Apenas llegan, sus compañeros se encuentran siempre con la misma imagen: Gomito trotando, solo, calentando, antes de empezar a practicar.
El norteamericano Norman Mailer escribió una genialidad sobre el silencio y la explosión. En el libro El combate –una crónica sobre la pelea que, en Zaire, inmortalizó a George Foreman y Muhammad Alí– cuenta una noche en la que se cruzó al texano en un hotel. Entonces le estiró una mano, para saludarlo, pero Foreman, que tenía las suyas en los bolsillos, le precisó: “Tengo las manos en los bolsillos, no puedo, ¿ve?”. Mientras centenares de periodistas se hubieran indignado en el prime time, Mailer eligió pensar. Para Foreman era indispensable ese silencio corporal, una inmovilidad que lo que hacía era concentrar toda su fuerza, incubarla hasta que en una piña se desatara el vendaval.
Como Messi o Xavi, Gomito es un holograma que camina, un pensador que entiende que sólo hay una oportunidad. Entonces trota, pica, llega antes que todos al futuro. Cuando recibe, está de nuevo caminando y entonces patea a colocar, como en la plaza, como si le dijera a un sobrinito: “Mirá, tomá, te la tiro allá”.
*Artículo originalmente publicado en diario Perfil