Los prodigios mínimos son fantásticos: un pequeñísimo e insólito equipo de Nueva Zelanda es el que concentra la mayor cantidad de futbolistas argentinos en el mundo. Los hechos sociales de este calibre suelen mostrar cierta lógica, cierta necesidad que los hace más fácilmente comprensibles. Sin embargo, para estos argentinos, viajar a Nueva Zelanda fue el pretexto y el disfraz para lo que verdaderamente importa: la amistad, la pérdida, la ganancia, juntar plata, regresar a casa, las cosas que queremos y, palabras más, palabras menos, la pelota.
El sinuoso y zigzagueante comienzo de esta travesía está dado por placer: el de viajar por el mundo. De pronto, no tan súbitamente, las maletas maltrechas de un dúo de mochileros cayeron en Oceanía por recomendación de un amigo. “Se consiguen buenos trabajos y el lugar es espectacular: buen balance para hacer guita y pasarla bien”. Esa dupla se instaló como pudo y, tras insistir un poco, trajo a otro más. Ese otro, a otro más, y esos otros, a unos nuevos. Consiguieron trabajo rápidamente, despuntaron el vicio del balón en cualquier placita, conocieron el club de sopetón y su placer devino en un gesto inmarcesible: hoy por hoy, son 15 los jugadores argentinos que defienden la camiseta del Waiheke United AFC, club de fútbol de la cuarta división de Nueva Zelanda.
Paraíso
A 35 minutos en ferri desde Auckland, la mayor ciudad de Nueva Zelanda, aparece Waiheke, una suerte de Cariló vip y extra large. Durante todo el año, Waiheke está habitada por menos de 8.000 personas. No hay colapsos ni psicosis: la superficie total es de 92 km². No obstante, el contador de visitas engorda en temporada veraniega: cuando el sol termina de afiebrar sus costas a puro calor de incendio -calor benévolo-, son 60.000 las personas que deambulan, transitan y vacacionan en la isla. Pero sea invierno, verano, otoño o primavera, los 15 argentinos que se calzan la camiseta de la isla -y en la semana trabajan como comerciantes, jardineros o guías de turismo- siguen ahí.
“Empezamos a ir a picaditos del club y nos fuimos quedando”, apunta Facu Calvo, el más conversador del grupo, un mediapunta delgado con mucho gol. Y del picadito a la federación, el grupo de amigos ahora es un plantel de fútbol profesional. Parece una película, pero no lo es: la mayoría se conocen del colegio, todos son amigos entre sí y ahí están, vaya a saber por qué solución del destino, clavando goles, cortando el pasto, jugando un sueño.
Formas de la pasión
El sexto gol del Waiheke electriza a los presentes: después de gambetear al portero, Calvo remata al arco con serenidad y el sueño está a punto de concretarse. “Oh, yo soy del Waiheke, tomo vino, fumo cuete”, cantan desde la tribuna. Ahí, cuelga mansa una bandera que reza “Red wine and rocanrol” bajo la atenta mirada del famoso piojo de Los Piojos y del logo barrial de Callejeros. El Waiheke, el club con más argentinos en todo el mundo, y a pesar de la geografía distante e insólita, lo hace sentir. Todos se abrazan y la historia ya está escrita: es el 6 de septiembre de 2015 y, tras vencer en 6 a 2 al Central United, el Waiheke United AFC acaba de salir campeón en la quinta división del fútbol neozelandés. Ascendieron. Y, a su modo, son leyenda.
El amor que Facu Calvo siente por el club le recorre el cuerpo como una presión arterial. No lo puede disimular y es, sin duda, uno de los que más disfruta la experiencia. “Bordamos nuestra propia ropa para poder tener algún registro del club. También organizamos fiestas para juntar plata y financiarnos. Y, bueno, podés ser cola de león o cabeza de ratón”, asoma vía Skype. Ninguno de los 15 jóvenes había jugado antes al fútbol profesional. Ninguno de los 15 jóvenes soñó jamás con este presente. Si bien no perciben dinero de la institución, ellos sienten un compromiso: participar, pertenecer. Por eso, se metieron también a dirigir a las divisiones juveniles. “La que manejamos nosotros es la única división de nenes que salieron campeones”, suma Pedro Gatica, el número 4 del team.
En un rapto de luz, el inglés David Goldblatt, el más prestigioso sociólogo deportivo de su país, dijo alguna vez: “El fútbol es una máquina de historias de la vida”. Y eso lo advirtió Argentinos por el Mundo (AXEM), ambicioso proyecto donde un grupo de aficionados da cuenta de la actividad futbolística de todos los criollos alrededor del globo. De Bolivia al Líbano, pasando por Ucrania, Emiratos Árabes y Honduras. De estrellas multimillonarias a personajes minúsculos, de Lionel Messi al Waiheke United AFC. “Son un grupo de loquitos viajeros, nómades soñadores que revolucionaron toda la isla con una pelota de fútbol”, reflexiona Agustín Suárez Doreski, periodista deportivo y uno de los responsables de AXEM, a propósito del Waiheke. El proyecto AXEM resultó ser el principal divulgador de la historia del Waiheke ya que, a partir de sus reporteos constantes, han vehiculizado un público simbólico que vibra a través de internet. Y a esta altura se puede decir que AXEM es el vínculo diario de los 15 players del Waiheke con nuestro país.
De ellos, algunos andan con visa permanente mientras otros sienten el rigor de un deadline, una cuenta regresiva que amenaza con decirles chau, gracias por todo. En su mayoría, los jóvenes son oriundos de Zona Norte: Martínez, Tigre, Vicente López y Olivos. Algunos escaparon de sus trabajos, estudios, novias y tedios cotidianos; otros fueron en búsqueda de un porvenir. Y ahí andan. “Yo vine a trabajar, pero el club es una de las razones por las que no me voy”, sintetiza Nicolás Cordeiro, mediapunta derecho. En Argentina era profesor de Historia en una escuela pública. En Waiheke trabaja en un local de electrodomésticos. El dato: Nueva Zelanda es uno de los países con menor índice de desempleo en todo el planeta. “La isla provee”, dice y sonríe. Por esos lares, un sueldo promedio es de US$ 700 y -aseguran- con US$ 250 se puede vivir holgadamente.
Ida y Vuelta
Todos admiran a Kelly Escolme, el 9 del equipo, el gran goleador, un neozelandés de 36 años que -parece- la rompe. “Es una mezcla de Riquelme con Ibrahimovic”, exagera Pedro. “Los argentinos han traído un soplo de aire fresco”, devuelve Escolme como gentileza. Y sigue: “Ellos trajeron pasión”. Vale destacar que, en lo futbolístico y con todos los prejuicios encima, los locales manejan un nivel interesante, e incluso muchos mantienen sus puestos de titulares. Sí, a pesar de la avanzada nacional, los kiwis la mueven. Y los argentinos, duchos en la técnica, pero flojos en la burocracia, han tenido vaivenes en términos administrativos: por desconocimiento fueron multados por US$ 10.000. Claro, se trata de una liga profesional; en consecuencia, necesitaban de los transfers (autorizaciones oficiales de la FIFA) para jugar. “Fue un flash llamar a la AFA para pedir nuestros pases”, cuenta Facu.
En Nueva Zelanda las temporadas son cortas. Hablamos de seis meses de darle duro y parejo para, después, en su reverso, estar otro semestre parado. El Waiheke de los argentinos se coronó campeón en 2013, 2014 y 2015. Por estos momentos están disputando la Conference League, una suerte de B Metropolitana. Los años anteriores ganaron con holgura, pero esta última temporada estuvo ajustada: apenas lo hicieron por un punto. “No hay que subestimar el nivel de la liga neozelandesa”, suma Nicolás. Y continúa con el yeite de futbolista: “Queremos pelear entre los cinco primeros”.
La isla te atrapa
“De locales no perdemos hace tres años”, fanfarronea Pedro. De cuando en cuando salen en Gulf News, la prensa local que comenta los resúmenes de los partidos de rugby.
La final de este año fue presenciada por unas 150 personas, todo un número en proporción a la población del lugar y el interés por el deporte. A propósito, el presidente del club es un joven millonario dueño de una compañía de espacios publicitarios. “Es curioso porque los jugadores estamos involucrados en el comité y en la toma de decisiones”, sigue Facu. Entrenan dos veces por semana, toman mate, juegan al fútbol y comen asados. “El otro día hicimos unas bondiolitas y los kiwis (gentilicio del habitante de Nueva Zelanda) enloquecieron”, cuenta . “Es una suerte de Luna de Avellaneda: el club te necesita todo el tiempo, es como una militancia social”, aporta Nicolás.
De fondo, bajo el encanto de la perfección, mientras esta charla se sucede con 16 horas de diferencia en el huso horario, el paraíso de Waiheke se yergue plácido entre el océano transparente, las montañas bajas, las selvas verdes y los lugares vírgenes. “La isla te atrapa y no te deja ir”, comenta Facundo, quien sabe que aunque esté a más de 9.300 kilómetros de distancia de su hogar, aunque a veces tenga dudas, necesidades o carencias, detrás de la pelota y por encima de sus sueños, los prodigios mínimos son fantásticos. Y que, pase lo que pase, la isla proveerá.
Artículo publicado en la revista BRANDO