Para llegar al pueblito de Lo Barnechea hay que atravesar un showroom de BMW y otro de Land Rover. Es la frontera entre un Barnechea donde el dinero se pasea sin pudores y otro donde todo es precariedad. Nos damos cuenta que vamos dejando atrás el lujo de La Dehesa cuando vemos el omnipresente globo aerostático con cámara que vigila a todo el que entra y sale del Cerro 18. Vinimos hasta acá para adentrarnos en el mundo de Barnechea F.C., que EL-NEGOCIO-DE-ESTAR-EN-LA-B-03hace muy poco regresó a la Primera B luego de un olvidable y fugaz paso por Primera A. Un club de 85 años de historia que, de la noche a la mañana, se transformó en sociedad anónima y cambió de nombre, pasando a llamarse “A.C. Barnechea”. El ideólogo de esta nueva etapa del club, y el culpable de su tránsito desde fútbol amateur al profesionalismo, es Armando Cordero (de iniciales A.C., igual que el nuevo nombre de la institución). El empresario maneja el destino del “Barne” a través de la Sociedad Anónima Deportiva que creó junto a Juan Cristóbal de Marchena para adquirir los derechos federativos de la Corporación, justo cuando la Municipalidad había cortado los aportes anuales y el club estaba al borde de la desaparición.

Cuando entramos a la sede pareciera que el club nunca hubiera dejado la Tercera División. Fría, oscura y polvorienta; está llena de viejos trofeos de la ANFA que se mezclan con copas de campeonatos de rayuela que ya nadie recuerda. Una muralla de fotos descoloridas como recuerdo de un pasado que nunca volverá. Una época en que los asados en la sede, las fiestas bailables, las completadas y los bingos eran la única fuente de ingresos de un club que participaba en divisiones regionales alternando buenas y malas temporadas. Una historia que se fue cuando llegó la plata de la mano de las resistidas SADPs. El club, que para algunos no tiene hinchas, exuda campo: está profundamente vinculado a los “huaicocheros”, como se conoce a los huasos del pueblito de Lo Barnechea, de pasado campesino, de caballos corraleros, cosechas agrícolas y sombreros de paja. Un colectivo que ya tiene más de 85 años de historia, que comenzó como un lugar de encuentro entre los vecinos de ese pueblito periférico de la capital, que hoy mezcla mansiones con simples casas de adobe. Se hacen llamar los “xeneizes” y comparten los mismos colores de Boca Juniors. Cuentan en sus vitrinas con un torneo de Tercera División, un subcampeonato en Primera B, uno en Tercera y otro en Cuarta División.

Pero el año 2008 toda su historia comenzó a cambiar. Estaban al borde de descender a Cuarta
División, desbordados de deudas por la cancelación de los aportes de la Municipalidad, cuando apareció Armando Cordero. El empresario es además DT titulado del INAF, por lo que lideró el 12654532_1105754972781783_9036643471402650128_ncambio dentro y fuera de la cancha, dirigiendo un plantel lleno de jóvenes, con quienes llegaría a ser campeón en Tercera el 2011. Todo ocurrió muy rápido… y en el momento exacto. La gloria de alcanzar el profesionalismo no solo trajo una estrella más al escudo huaicochero, sino también varios millones a las arcas de la Sociedad Anónima deportiva, y todo sin tener que desembolsar las grandes sumas que hoy se exigen a cualquier club de Tercera que quiera acceder a las platas del CDF, el canal del fútbol chileno, que vienen junto al profesionalismo.

En efecto, el momento en que dejaron el amateurismo y dieron el salto a esa piscina llena de dólares no pudo ser mejor. Justo ese año 2012, la ANFP decidió crear la Segunda División Profesional (que viene a ser, en la práctica, una Tercera División), estableciendo un pago mínimo para ingresar a ésta, que hoy asciende a 50 millones (unos 70 mil dólares), creando una barrera casi insalvable para cualquier club amateur, incluso habiéndose ganado el derecho a ascender en cancha. Eso no afectó a Barnechea, porque fue el último en subir desde Tercera a la Primera B, sin pagar nada. Un golpe de fortuna, un gran negocio.

El costo de ser de Primera

Pero Barnechea no se contentó solo con participar en la Primera B. Invirtieron en un gran plantel, con jugadores que poco después serían figuras, como Patricio Rubio (a quien en EL-NEGOCIO-DE-ESTAR-EN-LA-B-04Tercera le pagaban $5.000, unos 7 dólares, por cada gol) y Gonzalo Espinoza (de buena campaña en Argentina y en la Universidad de Chile), entre otros, todos dirigidos por Mario Salas, actual Director Técnico de Universidad Católica. Y es que los dineros que se reciben desde la ANFP (la AFA de Chile) permiten hacer muchas cosas a las que este pequeño club no estaba acostumbrado: $400.000.000 al año (más de 550 mil dólares), provenientes exclusivamente del CDF, el mismo que terminó por dejar vacíos los estadios (junto con las políticas de control policial del Plan Estadio Seguro y los exorbitantes precios de las entradas).

Sin embargo, la llegada del dinero no implicó que aparecieran los hinchas. Los estadios siguieron vacíos hasta bien entrado el campeonato de ascenso. Ya en 2014, con poco más de dos años en el profesionalismo, llegaba, casi sin quererlo, la opción de ascender a Primera. Ese 28 de Mayo de 2014 se jugó el encuentro decisivo contra San Luis. Los hinchas huaicocheros llegaron en masa a la cancha de San Carlos de Apoquindo y celebraron eufóricos el triunfo en la definición a penales que les permitió ascender a Primera.

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Lo que parecía un sueño se iría transformando, poco a poco, en una pesadilla. La llegada a la Primera División despertó en los hinchas la legítima aspiración de mantenerse en ella por mucho tiempo y, por qué no, soñar incluso con copas internacionales. La presión del público aumentó y el interés creció. Ése es el mayor valor de una hinchada: su capacidad de exigir al club que siga dando alegrías, porque un equipo de fútbol no es un negocio, por más que algunos crean que lo único importante es saber administrar un presupuesto. Y, como siempre ocurre, la prensa comenzó a preguntarse quién era este grupo de jugadores que por su vistoso juego algunos llegaron a bautizar como Barnechelsea.

Pero jugar en Primera División resultó ser un mal negocio. A pesar de que los dineros que llegaron a las arcas de la sociedad se triplicaron, la presión por mantener la categoría y las exigencias provenientes de Estadio Seguro y de la ANFP hicieron que Armando Cordero comenzara a extrañar la Segunda División y sus suculentos márgenes. El asunto hizo crisis apenas finalizada la primera fecha del torneo de Apertura de 2014: el técnico Hugo Vilches renunció, acusando la poca seriedad del proyecto y denunciando que el único fin de Armando Cordero era contener los costos, sin importar la satisfacción de los hinchas, los puntos, las copas o la gloria. El día de su renuncia, Vilches declaró que el club iba “directo al precipicio”. La respuesta de Cordero no se hizo esperar y confesó en varios medios que, para él, “estar en la B no es ninguna tragedia”, dejando en claro que el negocio iba mucho mejor en Segunda que en Primera.

El abandono y el fantasma de la desaparición

Sábado, 6 de la tarde. Faltan 10 minutos para el pitazo inicial y en las afueras del Estadio Bicentenario de La Florida penan las ánimas. Cuesta encontrar hinchas de Barnechea, o al menos gente con la camiseta del club. Una familia se acerca. Ella muestra su camiseta EL-NEGOCIO-DE-ESTAR-EN-LA-B-01barnecheína, mientras nos cuenta que su hijo ha sido recientemente ascendido al primer equipo. Se apura en aclarar, eso sí, que no es hincha de Barnechea: es hincha de su hijo, sin importar en qué club esté. Hoy el equipo se enfrenta a Everton –sublíder de la B– y los asistentes no alcanzan a ser 500. Muchos de ellos son familiares de jugadores, el resto se divide en hinchas evertonianos y algunos curiosos. Las conversaciones entre los jugadores y los gritos de la gente se escuchan con claridad en cualquier parte del estadio.

Los pocos hinchas de Barnechea que logramos encontrar en el entretiempo no se guardan nada. Afirman tener miedo que el club desaparezca y que deban volver a las canchas de tierra de la Tercera B (que viene a ser la Quinta División, en rigor), con interminables viajes a los inhóspitos rincones de la larga geografía del amateurismo. Alegan que desde el ascenso a
Primera B, la institución va cuesta abajo: no hay nuevas contrataciones, deambulan de cancha en cancha, la gente dejó de ir, y a Armando Cordero ya casi no se le ve. “Pasa metido en Colina. Allá está su nuevo negocito, parece. Ojalá viniera para echarle un par de puteadas”, nos dice José Luis, hermano de uno de los jugadores que hoy calienta la banca. Comentarios similares esbozan un par de seguidores que se sientan unas filas EL-NEGOCIO-DE-ESTAR-EN-LA-B-06más atrás, cuando les preguntamos por el pasado reciente: “ojalá nunca hubiésemos subido a Primera, puros malos ratos, puras ilusiones”. El partido termina con un 5 a 1 a favor de Everton. Una nueva goleada para el equipo barnecheíno.
Cuesta creer que Barnechea hoy no sea un buen negocio, sobre todo si miramos los ingresos que le corresponden a un club de Primera B, gracias al maná que fluye desde el CDF. Más aún cuando los costos son bajos para estos partidos con tan pocos hinchas: basta con un par de guardias. Además, para mantenerse en la categoría sin sobresaltos les alcanza con un plantel joven y barato. A pesar de que el dinero sigue llegando a la SADP (no a la Corporación), el rumor de la desaparición del equipo se expande por el pueblito de Lo Barnechea.

El principal argumento es la reciente vinculación entre Armando Cordero y el A.C. Colina (se repite la sigla “AC”, pero ya nadie cree que es coincidencia). Un equipo que actualmente está en Tercera B y donde el empresario está poniendo gran parte de sus recursos y su tiempo, ganándose el odio de barnecheínos con varias décadas de dedicación al club. El modelo de negocios que impuso en Barnechea parece repetirse, y los hinchas avizoran tiempos muy difíciles para el club. Al final del túnel comienza a verse una nueva pérdida de categoría y, por qué no, el regreso al amateurismo. Pero eso a Armando Cordero no le preocupa, está confiado en que A.C. Barnechea no perderá la categoría porque el incentivo es muy claro: si tener un equipo en el profesionalismo es un buen negocio, tener dos puede ser mucho mejor.

Fuente: Revista De Cabeza.