Diciembre de 2001. Racing era campeón después de 35 años. En el país del que se vayan todos, del piquete y cacerola, de los asesinados por la represión del gobierno de la Alianza, ganaba su título el único grande administrado por una sociedad anónima, Blanquiceleste. Fernando Marín, el gerenciador, se paseaba por la televisión para contar sobre las bondades que traían los clubes-empresas. Era un triunfo también para su amigo Mauricio Macri, entonces presidente de Boca, que desde mediados de los 90 insistía con hacer llegar al fútbol las privatizaciones del menemismo. Dos años y medio después, Marín se fue repudiado por los hinchas. “Pooorque Racing es mi vida, no la empresa de Marín”, cantaba la tribuna. Lo reemplazó su vicepresidente en Blanquiceleste, Fernando De Tomaso, un hincha de River con pasado en JP Morgan, Goldman Sachs y Bear Sterns. Duró tres años. Entre marchas de los socios y malas campañas, Blanquiceleste tuvo que dejar el club, que a fines de 2008 volvió a manos de los socios. Para De Tomaso, condenado en primera instancia por administración fraudulenta, todavía se espera el juicio oral.

con camiseta 350Macri ya no es presidente de Boca. Es presidente de la Argentina. Y Marín no gerencia a Racing. Es el coordinador –en los hechos, el liquidador- de Fútbol para Todos. Pero a ambos, ahora con más poder, los vuelve a unir una idea: que el fútbol sea un asunto de privados. Ahí radica el verdadero trasfondo de la Superliga que el gobierno nacional, y su principal vocero en la AFA, Daniel Angelici, intentan imponer a todo o nada. El actual presidente de Boca, a quien una aliada del macrismo, Elisa Carrió, señala como un operador del oficialismo en la Justicia, lo dijo sin tapujos: “El presidente de la Liga va a ser un CEO, un profesional”. El plan es que la AFA se quede con la selección, el ascenso y las ligas del interior. Y que la Primera se administre aparte con un gerente y sus propias reglas, donde las sociedades anónimas también puedan tener su lugar. El sueño eterno de la CEOcracia llevada al fútbol.

Decidido a ejecutar esa Superliga, el macrismo amenazó con la intervención –aunque la FIFA ya le advirtió que no sería el mejor camino- o con hacerla sin la aprobación de los 75 asambleístas de la AFA. “Los que no quieran sumarse, fíjense dónde van a jugar. La Superliga se hace sí o sí con 14 ó 15 equipos”, les dijo Angelici a sus colegas díscolos en una reunión. Hasta Julio Grondona aparentaba –sólo eso, claro- imponer sus decisiones con métodos más democráticos.Alejandro Korz, vicepresidente de Atlanta, acusó a Angelici de extorsión. “¿Cuántas veces criticaron el autoritarismo y la falta de democracia en la AFA? Y ahora lo quieren practicar ellos”, se quejó Hugo Moyano, presidente de Independiente, uno de los diques principales a los planes del macrismo en el fútbol, eje de un sector que agrupa a clubes del ascenso y del interior, más cercanos a mantener el statu quode la AFA.

“Cuanto menos injerencia tengamos los dirigentes –dijo Angelici- mejor para el fútbol”. También en el mundo de la pelota, el PRO tiene su manual de la antipolítica: la política de darle todo el poder a los gerentes. El Tano, como se lo conoce, abogado y empresario binguero, construyó su carrera precisamente haciendo política y negocios en el riñón de Enrique “Coti” Nosiglia. Desde el radicalismo llegó al partido amarillo. Uno de sus vicepresidentes en Boca es Darío Richarte, ex hombre de la SIDE durante el gobierno de la Alianza, abogado de Amado Boudou, y socio oculto de Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, los vaciadores del Grupo 23, inflado por la pauta oficial durante el kirchnerismo y encubiertos gracias a su esquema de alianzas durante el macrismo.

Los dirigentes, mejores o peores, son elegidos por los socios para conducir los clubes mientras sigan siendo asociaciones civiles. Dos veces, por ejemplo, lo eligieron a Angelici. Y esos dirigentes son los que, a su vez, tienen que representar a los clubes en la AFA. El problema no es que sean dirigentes, sino qué hacen como dirigentes. Si ellos no tienen injerencia, como pretende Angelici, son los socios de los clubes los que no la tienen. Tampoco la tienen demasiado ahora. Ningún dirigente consulta a sus asambleas –algunos ni siquiera a las comisiones directivas- para tomar decisiones cruciales en AFA como puede ser la votación de un presidente. No hay estatuto que los obligue. Pueden elegir lo que quieran: por convicción, por conveniencia para su club, por conveniencia propia, o por conveniencia para sus jefes políticos. Pueden negociar prebendas o cualquier tipo de beneficio, como se denunciaban los tiempos de Grondona.

conseguraPor eso Angelici pudo saltar de candidato a otro en pocos meses. Apoyó a Luis Segura en diciembre pasado, la noche del insólito 38-38 en la puja con Marcelo Tinelli. La causa por los desmanejos de los fondos que el gobierno kirchnerista pagaba por el Fútbol para Todos sacó de la cancha a Segura. Y ahora,el aliado circunstancial de Angelici es su rival de entonces, Tinelli. El mismo salto en sus preferencias pegó también Víctor Blanco, titular de Racing. Nada ha cambiado y tampoco parece que vaya a cambiar en ese punto.

Javier Tebas, el presidente de la Liga Profesional de Fútbol, la LFP española, llegó días atrás para evangelizar a los dirigentes que todavía no estaban convencidos. Pero Tebas, que en su juventud militó en la franquista Nueva Fuerza y, ya de grande, reivindicó al francés ultraderechista Jean Marie Le Pen, no habló sobre su currículum. El empresario, como contó Ezequiel Fernández Moores en La Nación, asesoró a patrones que fundieron equipos en España, como el ucraniano Dimitri Piterman, ex dueño del Alavés, o Manuel Ruíz de Lopera, condenado la última semana por gestión “negligente” en el Betis e inhabilitado a ejercer cargos por 15 años. Y trabajó para clubes que terminaron quebrados, como el Badajoz que gerenció Tinelli, que hoy tiene que jugar bajo el nombre CD Badajoz 1905 en la Liga de Extremadura. “Hinchas furiosos con las nuevas costumbres más comerciales de la Liga, jugar en horario de TV china. “¡Tebas, vete ya!”, escribió Fernández Moores.
Hace unos días, cuando se reavivó el debate sobre las sociedades anónimas en el fútbol, Pablo Abbatangelo, opositor del macrismo en Boca, recordó que en el 2000 una asamblea frenó un preacuerdo para que ISL gerenciara al club. Lo mismo ocurrió por ese tiempo con San Lorenzo, donde los socios rechazaron el desembarco de la firma suiza como lo pretendía Fernando Mielo, entonces presidente del club. ISL, la empresa de marketing de la FIFA, quebró en 2001 con un escándalo de coimas que involucró a empresarios y dirigentes del fútbol mundial. “¿Qué hubiera pasado con Boca?”, se preguntó Abbatangelo. ¿Y con San Lorenzo?

Las gestiones privadas en el fútbol fracasaron en Quilmes (Exxel Group) y Argentinos (Torneos y Competencias). Y en Racing, con Marín y De Tomaso. Una de las pocas experiencias exitosas fue la de Armando Pérez, en Belgrano, y, una vez que ordenó las cuentas, terminó con el gerenciamiento y validó su lugar en elecciones. Deportivo Mandiyú, gerenciado por un diputado menemista en la década del 90, desapareció y tuvo que reinventarse años después con otro nombre. Hoy juega en la Liga Correntina. Tampoco hace hace falta irse a experiencias tan lejanas. Estudiantes de San Luis, el equipo de la B Nacional que este mes protagonizó una protesta en pleno partido con Talleres de Córdoba por la falta de pago de sus salarios, es gerenciado por Carlos Ahumada Kurtz, un empresario con antecedentes penales en México.

buezacoSi el papado de Grondona resultó posible, fue también por la escasa participación de socios, la ausencia de mecanismos democráticos y de herramientas de control. En la lucha por el poder y los negocios de la AFA, unos quieren mantener el mismo esquema grondonista. Otros, amparados en la crisis económica, organizativa e institucional del fútbol argentino, lo quieren modificar con un CEO. Más que un avance democrático, la Superliga es un retroceso. El mundo CEO, además, no es el paraíso del orden y la eficacia financiera, como se espera en hacer creer el macrismo. Y mucho menos el de la transparencia. Dentro la causa por el escándalo de corrupción en la FIFA, un argentino confesó en abril que pagó “decenas de millones en coimas” para quedarse con derechos de televisión. Se llama Alejandro Burzaco. Era un CEO.

Artículo publicado en La Izquierda Diario.