Qué gran lectura de Borges hizo Tute en el chiste publicado en el diario La Nación del domingo 8 de enero. En el recuadro se ve a un director técnico de fútbol que, rodeado de pelotas, le explica a un periodista: “Teniendo en cuenta la dificultad para el juego en equipo, seguiremos el viejo consejo de Borges: le daremos una pelota a cada uno”. Producto de un error de percepción (el que lo llevó a afirmar que en el fútbol hay veintidós jugadores corriendo detrás de una pelota, cosa que en verdad jamás ocurre ni habrá de ocurrir), Borges cayó en un error de concepto: que se zanjara la disputa suministrando una pelota a cada jugador, como si el objetivo del juego fuera el de hacerse de la pelota y no el de convertir goles (la palabra misma lo dice: goal, es raro que se le escapara el detalle a ese neto angloparlante que Borges bien supo ser).

tutePero la broma de Borges, aunque inexacta en un sentido, fue poderosamente precisa en otro. La solución inmediata de dar una pelota a cada jugador no implicaba sino la conversión de un juego colectivo y asociado en un asunto estrictamente personal. La intervención de Borges resultaba así por demás certera, desde un punto de vista ideológico, y no parece sustancialmente distinta a la que produjo mediante la decantación de la guerra en el duelo, en materia de violencia. En vez de la dimensión de conjunto, en la que hay varios que se organizan para cooperar unos con otros, dejaba apenas el cada cual, individuos sin comunidad, desgajamiento brutal de sujetos-uno.

Tute vuelve sobre Borges, y entiendo que la discusión es política: ¿coexistencia de individuos aislados, persiguiendo cada uno su afán, o proyectos de comunidad organizada, de integrarse y ser con otros? Si el director técnico del chiste de Tute recurre a Borges (al chiste de Borges), no es porque piense lo mismo que él: es porque su propósito de articulación de conjunto ha fallado. El individualismo emerge ni más ni menos que entonces: en la defección de la intención colectiva, en el fracaso de constituirse en la ambición de colectividad.

Lo paradójico (y lo terrible) es que la salida individual se proponga para un juego como el fútbol, que no deja de ser juego de equipo. Tan paradójico (y tan terrible) como forjar, bajo el formato retórico del “equipo”, un programa de devastación social.


*Publicado originalmente en la página de la editorial Eterna Cadencia.