… Joseíto, Kopa, Rial y Gento, con el delantero centro de costumbre. O bien: Joseíto, Rial, El Nueve, Puskas y Gento. O así: Herrera, Didí, el delantero centro, Puskas y Gento. De esta forma remataba en sus informaciones la alineación del Real Madrid el diario bilbaíno La Gaceta del Norte, a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. El nombre omitido, lo habrán adivinado, era el de Di Stéfano, que no apareció en el diario durante más de cuatro años. La Gaceta ya no existe, se la llevó la Transición, pero entonces era uno de los grandes periódicos de España. Vendía 150.000 ejemplares y llegó a tener hasta 10 ediciones, que se extendían por la cornisa cantábrica desde Santander hasta Irún, e incluían Tudela, Logroño y norte de Burgos.
¿Cómo pudo ser aquello?
El origen fue un incidente que Di Stéfano tuvo en San Sebastián, no en Bilbao, y con un periodista que no era de La Gaceta. Fue al término del Real Sociedad-Real Madrid de Liga, el 24 de noviembre de 1958. El partido ha acabado 0-0 y los jugadores del Madrid están empapados, embarrados y de mal humor. Para ellos, jugar en Atocha era como quitarse una muela. Barro, balón pesado en el que metían una cámara más, público muy cerca de la banda… Además, a aquel Madrid solo le valía ganar. Ya en el vestuario, Di Stéfano está sentado, tratando de desanudarse con dedos ateridos los cordones, fundidos con el barro. Oye algo, pero no escucha. En eso ve unos zapatos frente a sus botas. Mira hacia arriba y ve a Goicoechea, periodista de Unidad, que reclama su atención (entonces, y hasta casi los ochenta, los periodistas teníamos acceso las casetas mientras los jugadores se cambiaban y ahí se realizaban las entrevistas de urgencia). Di Stéfano le mira malhumorado, Goicoechea le reprocha que no le conteste: “¿Usted qué se cree? ¿Un semidiós?”. Di Stéfano le manda a mal sitio.
Goicoechea va entonces al centro de la sala, donde están los directivos Muñoz Lusarreta y Méndez Vigo, a denunciar la actitud de Di Stéfano. Entonces, Gento, que está junto a éste, arroja a Goicoechea la toalla con la que se acababa de secar, hecha un rebuño (Gento sufría más que nadie en Atocha, porque sabía que los dos tramos de banda que le iban a corresponder eran especialmente regados y los entrenamientos de la Real de toda la semana se concentraban en esas zonas, para dejárselas impracticables). Con el toallazo todo va a peor. Los directivos del Madrid sacan a Goicoechea del vestuario deshaciéndose en disculpas y esperan a que Di Stéfano esté duchado y tranquilo. Entonces le hacen presentarse al periodista para disculparse. Pero no funciona:
-Yo me río de usted. Y de todos los periodistas.
Muñoz Lusarreta y Méndez Vigo se hacen cruces, pero no hay remedio. El día siguiente Unidad refleja el incidente con todo detalle. Antonio González, director de La Gaceta del Norte y diputado en Cortes, decide, en solidaridad con el colega de San Sebastián y en repudio a las palabras de Di Stéfano, enviar este telegrama al presidente de la Federación de Asociaciones de la Prensa:
“Habiendo comprobado exactitud insolente frase jugador fútbol Di Stéfano, despectiva para profesionales periodismo, estimo debiera recomendarse silencio de todas sus actuaciones deportivas en periódicos españoles mientras no dé una satisfacción convincente de su injustificado proceder, actitud que La Gaceta del Norte inicia desde hoy. Salúdale, Antonio González, director”.
ABC y Marca escribieron durísimos artículos contra la actitud general de los jugadores del Madrid y en particular contra Di Stéfano como causante del conflicto, pero ninguno de los dos secundó la iniciativa de La Gaceta de silenciar el nombre del jugador. Aquello quedó como una postura personal y distintiva del gran diario bilbaíno, secundada solo por un pequeño tiempo por otros periódicos del País Vasco, pero se convirtió en comentario nacional. La Gaceta era mucha Gaceta.
La primera visita a San Mamés desde aquello fue en la penúltima jornada de aquella Liga. En San Mamés se esperaba con morbo la presencia del “delantero centro de costumbre”. Pero no fue. El Madrid estaba a dos puntos del Barça (tiempos de dos puntos por victoria, recuerdo) y tenía perdido el goal average particular. Al Barça le bastaría ganar uno de los dos partidos que le quedaban (Atlético de Madrid fuera y Oviedo en casa) o empatar ambos. El Madrid necesitaba dos victorias (San Mamés y el Español en el Bernabéu) y que el Barça no sacara más de un punto entre sus dos partidos. Casi imposible. Y pasó algo insólito. El Madrid viajó a San Mamés sin cinco titulares: Santamaría, Santisteban, Zárraga, Puskas y “el delantero centro de costumbre”, baja todos por lesión o enfermedad. Los cinco habían jugado el domingo anterior contra el Sevilla en Madrid (8-0, nada menos); todos menos Zárraga cerrarían la Liga el domingo siguiente, de nuevo en el Bernabéu, ante el Español (3-3). No había Copa de Europa entre semana que justificara descansos por precaución. Pero a San Mamés no fueron esos cinco. El Madrid presentó una alineación decepcionante, el público bilbaíno se sintió defraudado y el Athletic ganó 4-1, con triplete de Maguregui. Para más desastre, Gento fue expulsado por insultar al árbitro. Esa tarde el Barça de Helenio Herrera cantó el alirón con su empate en el Metropolitano.
Aquellos sucesos dieron mayor eco al boicot de La Gaceta a Di Stéfano. Y elevaron la expectación, por sí altísima, de las visitas del Madrid a San Mamés. Di Stéfano era a partes iguales admirado y repudiado en aquel campo en años en que el Athletic era una potencia y disputaba la Liga y la Copa al Madrid y a quien fuera (en 1956 hizo doblete, en 1958 ganó la final de Copa al Madrid en el Bernabéu con once vizcaínos, once aldeanos, como presumió la afición). En la temporada 59-60 al Madrid le tocó ir dos veces a San Mamés: la de la Liga, el 31 de enero, y la semifinal de Copa, el 16 de junio. Al de Liga tampoco esta vez va Di Stéfano, si bien aquí no hay sospechas: es el segundo de una serie de cuatro partidos en los que su puesto lo ocupa Pepillo, por lesión. Gana el Madrid 1-3. Al de Copa sí va Di Stéfano y gana el Athletic 3-0, entre jolgorio general. Pero a la vuelta sufrirá un tremendo 8-1 en el Bernabéu con lo que el Madrid se mete en una final que perderá ante el Atlético de Madrid.
Aquello siguió algún tiempo. Di Stéfano fue a San Mamés en la Liga 60-61 (0-2), en los cuartos de final de la Copa de esa misma temporada (0-2 de nuevo) y en la Liga 61-62 (0-2 una vez más, ahora con un gol de Di Stéfano). La Gaceta seguía sin poner su nombre, ni en las alineaciones, ni en las crónicas.
Pero ya había que terminarlo de alguna manera. A La Gaceta, que se quedó sola en el boicot, se le pudría un asunto cuyo origen empezaba a difuminarse en el recuerdo. Al Madrid no le convenía nada tampoco aquel enredo. Una y otra parte se enviaron embajadores y al final se llegó a un acuerdo: Di Stéfano se disculparía y su nombre volvería a La Gaceta. Pero no lo puso fácil: para recibir sus disculpas tuvo que viajar a Madrid, y visitarle en su chalet de El Viso, José María Unibaso, Joma, firma de fútbol de La Gaceta, tarea que compatibilizaba con la de jefe de Policía Municipal de Bilbao. No sé hasta qué punto Di Stéfano ofreció disculpas o las recibió. Él en sus memorias recuerda las cosas de forma distinta de como salen en los periódicos de aquellos días, aunque algún error de bulto he constatado en su relato. Dice que nadie llegó a saber que fue Gento quien tiró la toalla y que eso se lo cargaron a él, pero en su día todo el mundo publicó que fue Gento. Sólo que luego, al focalizarse el conflicto sólo en él, eso se olvidó. En todo caso, tras aquel encuentro, Di Stéfano volvió a salir en La Gaceta con su nombre. De la paz pactada dan cuenta los periódicos del 4 de enero de 1962.
Siempre admirado y por ello querido, siempre temido y por ello rechazado, Di Stéfano dejó un enorme recuerdo en San Mamés. No hay jugador del Athletic de su época con el que yo haya hablado que no me haya insistido en que fue el mejor jugador de todos los tiempos. Ayer, última visita del Real Madrid a aquel viejo y querido campo, los aficionados de más edad habrán evocado el recuerdo del grandioso jugador sobre ese césped sagrado. Y a todos ellos les sonará esta historia.
Fuente: Diario El País de España