“Soy de Villa Ortúzar. Nací en la calle Zárraga, a metros de Plaza y Alvarez Thomas, frente a la Cantina Don Chicho, donde a los nueve años yo armaba las mesas. Con la barra de amigos comíamos pizza en La Mezzetta e íbamos al Cine Atlántico (N. de la R.: Luego convertido en la disco New York City). Para mí es, por lejos, el mejor barrio de la Capital Federal. Tiene muchas avenidas, numerosos medios de transporte y conviven las tres clases sociales”.
Luis Oliveto (1954), árbitro de fútbol retirado de la actividad profesional, no tiene dudas sobre cuál es su lugar en el mundo. Mientras apaga un pucho recuerda, sentado a la mesa de un bar de Alvarez Thomas y Federico Lacroze, que a metros de su hogar se mudó el animador Gerardo Sofovich. “Solía cruzármelo en los cumpleaños de mi sobrino. Un día llegó Juan Carlos Calabró y lo encaró: Escúcheme, usted anda diciendo que vive en Belgrano. No engrupa a la gente: usted vive en Villa Ortúzar. En otra reunión fui yo quien le volvió a sacar el tema: Calabró tiene razón. Mientras vivas acá reconocé que sos de Villa Ortúzar. ¡Es una falta de respeto decir que sos de Belgrano! Luego de esto, Sofovich no vino más a los cumpleaños. Me importó tres carajos, obviamente”, relata Oliveto y suelta una sonora carcajada.
-Eras vecino de Gustavo Cerati…
-Sí. Mi hermano Carlos fue el baterista del primer grupo de Cerati. Iban al mismo colegio que yo, el San Roque, y formaron una banda de música para competir en el 7º Campeonato de la Canción Navideña, organizado por la Acción Católica de La Plata y transmitido por Canal 9. Los ensayos eran en la terraza de la casa de mi vieja. Como no sabían qué nombre ponerle al grupo, le sugerí a Gustavo que homenajeara a Koala, mi perro, que siempre le meaba los equipos. Mi vieja era amiga de la mamá de Gustavo, Lilian, tal es así que cuando Soda Stéreo hizo los famosos Gran Rex nos regaló entradas para ir al teatro con toda mi familia. Y cuando yo me estaba retirando del arbitraje Gustavo me llamó para invitarme al último recital que dio en River. Más que un amigo, era como un hermano. Un guitarrista de la san puta, lo pongo entre los tres mejores de la historia. Mi hermano Carlos, que falleció el año pasado, también era muy buen músico. Cuando formó Soda Stéreo Gustavo lo quiso llevar, pero hubo una discusión y finalmente el elegido fue Charly Alberti.
-Debutaste como árbitro de Primera División en 1992 y estuviste apenas cinco años en actividad. ¿Por qué te retiraste tan pronto?
-Me había podrido de toda la mierda que había alrededor. Ninguno se retira como árbitro internacional y menos dejando 200 mil dólares en el camino. A mil dólares por partido, 30 por año y siete años que me faltaban, son 210 mil dólares. La cuenta es facilísima. Pero a mí no me interesa la plata.
-¿Pero qué fue exactamente lo que te empujó a tomar la decisión?
-Pasaron 20 años desde mi retiro y recién ahora se dieron cuenta de que la AFA, la CONMEBOL y la FIFA eran un desastre: están todos presos. Al arbitraje lo destrozaron cuando empezó a haber amiguismo, política, alcahuetería y sindicalismo. Vos tenés que llevar a Primera División a los mejores árbitros. ¿Por qué tienen que ser cinco de cada sindicato los internacionales? En aquel momento desde la AFA se planteó terminar con la relación de dependencia de los árbitros y hacer contratos de 30 meses. Yo como Secretario de Relaciones Públicas de la Asociación Argentina de Árbitros (AAA) me opuse, porque la relación de dependencia te garantizaba una continuidad laboral hasta los 50 años. La mayoría de los árbitros prefirió el nuevo régimen, que le permitía ganar más dinero aunque precarizados, y yo me fui. Después de todos los juicios que hubo, se volvió a la relación de dependencia. Siempre fui contestatario, nací en el rock.
-¿Y cuál fue la gota que rebalsó el vaso?
-Te lo resumo en una frase: cuando vos decís “rajá a estos que nos salpican a todos” y te contestan “son necesarios para la causa”, te tenés que ir. “Haceme la liquidación que me las tomo”, les dije. Y me fui el 5 de octubre, como para agarrar el vuelo y llegar al homenaje al Che Guevara en Santa Clara, a 30 años de su muerte.
-¿Te referís puntualmente a colegas como el detonante de tu renuncia?
-Hablo de todo.
-Compartiste la misma época con otro árbitro contestatario, pero de otro estilo: Javier Castrilli. No te llevabas bien con él…
-Para nada, se lo comió el personaje. Después de un River-Newell’s le salvamos la cabeza tres árbitros, porque querían echarlo. Nos juntamos en la Cantina de David Biscay, Lamolina, Ruscio y yo. Pero después Víctor Hugo y Marcelo Araujo lo empezaron a apoyar y nosotros pasamos a ser los indecentes.
-En aquel momento se dio el debate entre garantismo y mano dura en el arbitraje…
-El problema es filosófico. Si en la vida cotidiana te interesa que haya un inocente preso antes que un culpable en libertad, vas a sancionar por presunción. Pero si te interesa más que esté un culpable en libertad antes que un inocente preso, vas a sancionar con semiplena prueba. Es una cuestión ideológica. No podés cobrar por las dudas.
-Y en ese juego perverso, ¿cómo te llevabas con Julio Grondona?
-Nunca tuve relación. Apenas lo vi tres veces en mi vida. Una cuando me entregó la chapa de árbitro internacional, la segunda cuando nos presentamos como lista que había ganado en las elecciones sindicales y la tercera cuando le pedí un careo con un dirigente que, después de una charla conmigo, empezó a hablar boludeces y yo tenía testigos de esa reunión. Le dije a Grondona que si yo era culpable de algo me iba sin cobrar un mango, pero si demostraba que el dirigente había mentido debía sacar una resolución impidiéndole ejercer funciones. Me dijo que me quedara tranquilo, que me estaba yendo por la puerta grande. Entonces le empecé a hablar del Che Guevara, le dije que no me interesaba la plata. “Yo no vengo a viaticar como algunos, que se disfrazan de árbitros para cobrar un sueldo. Yo soy árbitro, es una forma de ver la vida”, le dije. Primero me mandó a buscar por dos tipos, que me dijeron “dejate de joder, no estés peleado con el Viejo”. Y mucho tiempo después me enteré de que Grondona dijo sobre mí: “Este tipo está loco, ¿cómo me viene a hablar del Che Guevara?”.
-¿Disfrutaste o padeciste los años de arbitraje?
-No, ¡los disfruté! Viajé por todos lados, dirigí Eliminatorias del Mundial y una final de Copa Libertadores, donde hice de juez de línea (N. de la R.: Fue en Cruzeiro-Sporting Cristal, en el partido de vuelta, en un Estadio Mineirao que cobijó a más de 100.000 espectadores). ¿Cómo voy a sufrir? Millones de tipos hubieran querido estar en mi lugar. Yo sufría afuera de la cancha.
-Después de lo que describiste, ¿podemos seguir viendo fútbol con ingenuidad?
-Uno sabe por qué se equivocan los árbitros, pero tampoco es para comentarlo. Me lo guardo para mí.
-Hay dos frases antagónicas que en los últimos tiempos escuché de colegas tuyos. Beligoy dice que todos los árbitros desarrollan una noble actividad y Elizondo que no pone las manos en el fuego por ninguno. ¿Cuál es la verdad?
-Hay gente buena en la tribuna, entre los dirigentes, los jugadores, los árbitros y los técnicos. Y hay gente mala también.
-¿Pasaste algún disgusto por culpa del arbitraje?
-No, para nada. Salía a comer todos los mediodías con mi señora por la calle Florida y los hinchas se me sentaban a la mesa. Oliveto, no sabés cómo te puteé ayer. Contame cómo fue esta jugada, me decían. Terminaba sacándome fotos o firmando autógrafos. Un día mi mujer se pudrió y no almorzó más conmigo.
-¿Con qué jugadores coincidiste en la cancha y cuáles te impresionaron más?
-Uff, un montón… Bochini, Alonso, Maradona, Francescoli, Gorosito, Ruggeri, los mellizos Barros Schelotto. A nivel internacional, el mejor fue el Pibe Valderrama, que caminaba la cancha y estaba siempre solo. ¡Una cosa de locos! No podía entender cómo podía moverse tan rápido yendo tan despacio. Tenía una mente superior.
-¿Sos hincha declarado de algún equipo?
-De Comunicaciones. Pero una vez dirigí la final por el ascenso con Deportivo Armenio en la cancha de Arsenal y perdimos 3 a 0. Uno me dijo: “Si con un árbitro hincha de Comu perdimos 3 a 0 no sé cómo hubiera terminado con otro”.
-A propósito de Comu, ¿qué pensás de lo ocurrido en la final con Riestra?
-Fue una delincuencia (sic). Cuando entra gente a la cancha sabés que en AFA te van a cagar, porque contra el poder no se tira nadie. El Tribunal de Disciplina es mediocre. Si los jugadores notaron que las áreas estaban más grandes, debieron pedirle al árbitro que las midiera. Hace años que vengo diciendo que todos los equipos deben tener un asesor arbitral, para saber hablarle al árbitro y que no te cobre fallos que no corresponden. El partido debió haberse jugado nuevamente porque el campo de juego era antireglamentario. La plata que hubiera cobrado Comunicaciones por ascender al Nacional B le hubiera servido más que a Riestra, que tiene más recursos.
-En conclusión, lo que te asqueaba hace veinte años sigue existiendo…
-Todo sigue igual. No hay nueva AFA. Los problemas se van a solucionar el día que el Comité Ejecutivo esté conformado por un porcentual de jugadores, técnicos, árbitros y dirigentes, para que sólo una de las patas piense en el negocio pero haya otras tres que piensen en el deporte. Mientras sigan manejando la AFA exclusivamente los dirigentes, estamos muertos.
-¿Cómo transcurren tus días hoy?
-Voy a dar clases de arbitraje a donde me llamen. Fui a Saladillo, a 25 de Mayo, Esteban Echeverría, Almirante Brown, Gualeguaychú… Estuve cuatro años dando cursos en las cárceles, un proyecto que en su momento me aprobó el Secretario de Deportes de la Provincia de Buenos Aires Alejandro Rodríguez. Di clases en La Plata, Magdalena y Olmos. El tipo que está preso es porque evadió las leyes. Enseñándole el reglamento del fútbol puede entender que las leyes son para ser cumplidas. La idea era que cuando los internos salieran en libertad tuvieran un medio lícito de vida. Conozco a no menos de diez personas que se reinsertaron en la sociedad ejerciendo el arbitraje.
*Publicado originalmente en el periódico El Barrio.