El 1 de agosto de 1948, apenas un año después de que se proclamara la independencia de India del Imperio británico, los jugadores de su selección de fútbol recibieron una invitación de la princesa Margarita para tomar el té en Buckingham Palace. El equipo había finalizado su participación en los Juegos Olímpicos de Londres después de perder el día anterior ante Francia en la primera ronda del torneo, en lo que significó el primer partido oficial de India como nación después de su divorcio colonial del Imperio Británico.
La hija del rey Jorge VI, que había acudido al encuentro como invitada de honor, dio la orden a su servicio cursar de la invitación para el día siguiente. La incontenible curiosidad de la dama pudo más que la agenda oficial del Palacio Real y así se dispuso que al día siguiente la joven de 18 años estuviera acompañada durante la merienda de los jugadores indios. No había dado tiempo a que la primera taza de té dejara de humear cuando Margarita al fin soltó la pregunta que le rondaba la cabeza desde la tarde anterior: “Oiga, ¿ustedes por qué juegan al fútbol descalzos?”, interrogó a Sailen Manna, un espigado defensa.
El capitán no se atrevió a contestar que la razón fundamental por la que su equipo jugaba sin botines era porque sencillamente no podían pagarlos.
La respuesta del stopper fue más diplomática que otra cosa; una mentirijilla para no dar imagen de debilidad ante la familia real de la antigua metrópoli. El capitán no se atrevió a contestar que la razón fundamental por la que su equipo jugaba sin botines era porque sencillamente no podían pagarlos, así que tejió un astuto rodeo argumental hasta convencer a la adolescente de que con el pie desnudo era como mejor se podía controlar el balón y así no hizo mención alguna a la pobreza. Hasta aquí lo que se puede dar por cierto de aquella merienda en el Palacio de Buckingham. Algunas versiones apócrifas cuentan que el propio Jorge VI se presentó en el piscolabis y pidió a algunos jugadores que les enseñaran los pies para comprobar que no eran de acero.
De lo que sí hubo al menos 17.000 testigos fue de que a las seis y media de la tarde del 31 de julio de 1948 en el Cricketfield Stadium de Ilford, la selección de India apareció en el césped sin botas para disputar el partido ante Francia. La expedición hindú cargó todos sus petates en el avión que les llevó hasta Inglaterra a principios del mes de junio. Había de todo en el equipaje menos, por supuesto, botas. En aquellos tiempos, el fútbol se concentraba en la región de Calcuta y los futbolistas, todavía amateurs, no tenían dinero para comprar calzado deportivo, razón por la que se popularizó jugar al fútbol de esa manera. Lo más cerca que un futbolista indio estaba del zapato adecuado para patear el balón era cuando se enfrentaba a algún combinado inglés. Los pisotones, patadas y uñas rotas bien valían la pena si el equipo de los colonizadores salía derrotado. Vendas y a veces calcetines era lo único que protegía el pie de la dureza del balón y de los contrarios.
Cinco partidos jugó India durante su gira preolímpica ante rivales de inferior categoría y casi siempre con victorias abultadas: Department Store XI (15-1), Metropolitan Police FC (3-1), Pinner FC (9-1), Hayes FC (4-1) y Alexandra Park FC (8-2). El último encuentro se disputó tres días antes del estreno en los Juegos Olímpicos, la noticia de un equipo de jugadores descalzos ya se había difundido por Londres.
Pese al asombro que causó el equipo descalzo, no fue aquella la primera vez que futbolistas indios de esa guisa se presentaban en un campo de fútbol del Reino Unido. En el verano de 1936, Mohammed Salim apareció en el entrenamiento del Celtic de Glasgow para solicitar una prueba. Había escapado de la concentración de su equipo antes de disputar un partido ante la selección olímpica de China y llegó a Europa en barco vía El Cairo. “De India ha venido un gran futbolista. Sólo hay un ligero problema, que juega descalzo”, le dijo su primo Hasheem al entrenador Willie Malley.
En 1936, Mohammed Salim apareció en el entrenamiento del Celtic de Glasgow para solicitar una prueba. Había escapado de la concentración de su equipo antes de disputar un partido ante la selección olímpica de China y llegó a Europa en barco vía El Cairo. “De India ha venido un gran futbolista. Sólo hay un ligero problema, que juega descalzo”, le dijo su primo Hasheem al entrenador Willie Malley.
El extremo, campeón cinco años consecutivos de la Copa de Calcuta, maravilló en los dos partidos amistosos que disputó ante el Galston y el Hamilton Accies. El ‘Daily Express’ tituló “El indio malabarista” una de sus crónicas; “Los diez dedos centelleantes de Salim hipnotizaron anoche a la multitud en Parkhead”. A pesar de su fabuloso estreno, algunos problemas de salud y la añoranza de su país le devolvieron a Calcuta.
Aquella tarde veraniega de 1948, India iba a disputar el partido con el que había soñado Mahatma Gandhi, el primero libre del bozal colonialista. A la media hora, Rene Courbin marcó el primer gol de Francia, pero los hindús igualaron el encuentro gracias a Sarangapani Raman. De ahí al final del encuentro, el equipo sin botas falló dos penaltis y René Persillon logró el tanto de la victoria gala en el minuto 89. Pese a la derrota, el impacto de la selección asiática fue tal que permanecieron de gira por Europa durante todo el mes de agosto.
Holanda fue la primera parada. Las derrotas ante el Den Haag y el Sparta de Rotterdam quedaron en segundo plano por el triunfo histórico ante el Ajax de Amsterdam (1-5) en el que jugaba un tal Rinus Michels. Antes de regresar a Inglaterra, se había programado un partido en Düsseldorf, que finalmente fue suspendido. El rival del 31 de agosto fue el Boldmere St. Michaels, equipo de las afueras de Birmingham, que fue derrotado por 1-0, en un día de lluvia torrencial sobre el estadio Church Round Ground, según cuenta en su crónica John Camkin: “El fuerte aguacero obligó al equipo visitante a usar botas. Sólo el interior izquierda, Kahn, rechazó el ofrecimiento. Su compañero Sarangapani Raman pronto corrió hasta la línea de banda para quitarse la inusual herramienta. Una vez descalzado, puso su cabeza a un centro de Ballsasundara Vajravelu para marcar el único gol”.
El 2 de septiembre, casi dos meses después de su llegada al Viejo Continente, la selección india voló de regreso a casa. Comenzaba la edad de oro del fútbol hindú: medalla de oro en los Juegos Asiáticos de 1951, participación en los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952 y cuarto puesto en los de 1956 en Melbourne; todo ello sin botas. La FIFA invitó a India al Mundial de 1950 después de las renuncias de Filipinas, Indonesia y Burma (la actual Myanmar), pero la Federación rechazó el ofrecimiento. Aunque se propagó el mito de que la renuncia se debió a la prohibición a jugar en Brasil descalzos, la realidad fue otra distinta: India consideró el Mundial como un torneo menor y consideraba los Juegos Olímpicos como el campeonato más importante del mundo.