En realidad no fue un baile como, por ejemplo, aquel 5 a 0 ya mítico del Barcelona al Real Madrid. El paso de Boca por el Camp Nou fue impotencia pura. Fue la demostración, o la confirmación, de las abismales diferencias que existen entre el equipo más poderoso de la Argentina y uno de los más poderosos del mundo. Hubo tantas diferencias que se las podría resumir, sencillamente, en que este Boca y este Barcelona juegan a deportes diferentes. Con la misma pelota, con las mismas medidas del campo, con la misma cantidad de arcos y de jugadores… En fin, con las mismas reglas. Unos jugaron y disfrutaron y unos no pudieron jugar y sufrieron.

Es incomprobable saber a cuánto se habría estirado ese corto 3 a 0 si el Barcelona hubiera necesitado meter 8 ó 9 goles para clasificarse a la siguiente ronda de un torneo X. Pero la sensación fue que cada vez que Messi y compañía pusieron cuarta, las heridas podían abrirse más y más. La realidad es que Boca fue maltratado en el Camp Nou como el Levante, el Granada o el Getafe. Cuando se ve a esos equipos menores de la Liga española enfrentar al Barcelona para perder por poco, enseguida surge la comparación y tiramos por tirar que un equipo argentino haría otro papel. Pues bien, Boca no supo ni pudo hacer algo diferente a lo que hacen aquellos equipos.

Y estamos hablando de Boca, el cuadro que lleva dos años como líder absoluto del fútbol doméstico. El club más rico y el que es capaz de, con esa billetera contundente, robarle la figura a casi todos los rivales que puedan hacerle competencia. Sin embargo, lo que no se compra es el concepto, la idiosincrasia. Un equipo que domina el fútbol de un país futbolero como Argentina debería ser reconocible aunque jugara con otra camiseta. Boca está lejísimos de eso y quizás ésa sea la mejor lección que se pudo haber traído de Cataluña.

El control, la utilización de los espacios, las asociaciones, la forma de pasarse la pelota, la solidaridad para ofrecerse al compañero… En todo eso el Barcelona superó a Boca y el 3 a 0 fue lo de menos. Las declaraciones post partido de Paolo Goltz, por ejemplo, dejaron claro lo que sufrieron esos jugadores adentro de la cancha, lo mismo que sufriríamos nosotros o cualquier grupito de amigos jugando en la Bombonera. Al fin y al cabo, Boca sufrió como sufre el fútbol argentino, ni más ni menos.