Aunque Horacio Amable Torres dirigió a la selección Argentina, nosotros no lo conocíamos. Es la pura verdad, aunque nos avergüence. Su nombre ni siquiera nos sonaba, pese a que presumimos de futboleros. Su paso como entrenador del equipo nacional duró una Copa América completa y un par de partidos más, en 1963, cuando el cargo no tenía ni el prestigio ni la investidura que adquirió en los últimos 40 años.
Su nombre llegó a nosotros un poco por casualidad, como sucede con muchas grandes historias, gracias a la generosidad de un periodista que decidió compartir una entrevista a este DT añejo, que había dirigido a Menotti con la celeste y blanca y a Bilardo en Español, y comenzaba a confundir nociones por culpa del alzheimer.
La curiosidad llevó al archivo y ahí empezaron a surgir maravillas. Por ejemplo: que Torres tenía apenas 36 años cuando se hizo cargo del equipo nacional, o sea que era el hombre más joven en asumir como mandamás de la selección. Que el plantel ya estaba armado antes de que él tomara el puesto. Que, mientras durara su aventura, él continuaría siendo el entrenador de Chacarita.
En el Mundial ’62, el DT había sido el Toto Juan Carlos Lorenzo. A principios del año siguiente, a Torres le ofrecieron el equipo “en carácter de urgente”, según una valiosa entrevista publicada en El Gráfico. “Alguien tenía que tomar el mando del equipo nacional. Además, me agrada el plantel. Son casi todos jóvenes que quieren llegar. Es un equipo modesto. Empezando por el entrenador”, declaró.
Su biografía futbolística era más bien humilde. De nuevo, El Gráfico: “Siempre de volante, comenzó en 1946 en la 4ª de Chacarita. Alcanzó la primera en el ’48 y jugó hasta 1950. Con pase libre se fue a San Lorenzo, sólo un año. Después pasó otro en Almagro, donde el club hizo su mejor campaña. En 1952 nace Sarmiento de Junín y él juega por el nuevo equipo durante sus primeros seis años de vida. El ocaso es en 1958 y 59 en Quilmes (3º y 2º respectivamente). Y en 1960 todavía jugó 10 partidos en Almirante Brown. Como DT se inició en primera, con Chacarita, aunque en Sarmiento algunas veces había actuado de jugador-entrenador”. De hecho, en Chacarita había logrado un 5° puesto en 1961, el mejor hasta el momento en la historia del club.
OBVIO QUE SÍ
Torres aceptó la propuesta sin abandonar el club que dirigía, aunque en el texto aseguraban que “estudiaría el aspecto económico para decidirse entre Chacarita y la AFA si le pidieran que continuara con el seleccionado”. Imaginen esa disyuntiva hoy…
El DT tenía claro que su misión era de corto plazo: el equipo sería suyo hasta que terminara el Sudamericano que debía jugarse en Bolivia. “Si allá no se hacen las cosas como se deben soy capaz de tomarme el avión antes de tiempo”, advirtió.
Las crónicas de época lo marcan como un tipo tranquilo, con salidas geniales. Su juventud le servía como arma para llegar mejor a los futbolistas: “Nada ampuloso. Conversa en vez de poner énfasis en sus instrucciones. Está bien ubicado como puente entre jugadores y dirigentes, equidistante de unos y otros. No permite el tuteo de los jugadores ni tampoco los tutea. Rechaza que le digan señor y se peleó por dirigentes para mejor pago de sus jugadores”. Su autodefinición es fantástica: “Me reconozco áspero, pero trato de hacerme amigo del jugador sin que él se entere”.
La elección de su figura como seleccionador generó ciertas dudas, pero Torres nunca se achicó. “Me siento capaz. No eludo los desafíos: los afronto. Creo dominar al fútbol. Haberlo asimilado. La teoría la aplico en pequeña proporción. Creo en el fútbol bien jugado, con hombres que lo entiendan. Rechazo las ubicaciones fijas, los hombres destinados a un puesto Lo principal es saber lo que es el vestuario, saber tratar con el jugador”, aseguró. Aunque sobre su designación, agregó: “El 90 por ciento se lo debo a la suerte”.
SU COPA AMÉRICA
Con la cabeza puesta en el Sudamericano que le tocaba afrontar, sólo lamentó las ausencias de algunas figuras: Menéndez, Artime y Marzolini. Dijo que le dolió la baja de Federico Sacchi y aseguró que muchos clubes no querían ceder a los jugadores porque el destino era la altura de La Paz: “Lo que ocurre es que hay que ir a Bolivia. Ir a sufrir. Pero si se tratara de un viaje a Europa…”, deslizó.
Consultado por el rendimiento del equipo tras un mal primer tiempo en el debut ante Colombia, Torres dijo: “Nunca vi jugar tan mal a Chacarita”.
El Sr. Amable se hizo cargo entones del Sudamericano, con cierta presión: Argentina había ganado dos de los últimos tres torneos de ese estilo, y tres de los últimos cinco. El campeón reinante, Uruguay, no asistió a la cita por el desacuerdo con la elección de La Paz como una de las sedes (la otra fue Cochabamba). Tampoco Chile, que no fue invitado por razones políticas.
Tanto Brasil, campeón del mundo un año atrás, como Argentina presentaron equipos sin todas sus estrellas. Los nombres más conocidos del equipo de Torres eran Coco Rossi, Menotti, Carlos Griguol, Andrada, Albrecht. Tenía a Raúl Armando Savoy, hombre a quien el entrenador dirigía en Chacarita, que luego seguiría su carrera en Independiente y Boca.
La cuestión es que había que jugar seis partidos, ya que el torneo estaba organizado como una liga de todos contra todos.
El primer juego fue ante Colombia, el 10 de marzo. Argentina ganó 4-2 pero no hizo un gran encuentro. De hecho, destrabó el marcador con un par de goles sobre el final. Consultado por el rendimiento del equipo en el entretiempo, Amable Torres tiró la mejor frase que le pudimos enganchar en toda su gestión: “Nunca vi jugar tan mal a Chacarita”.
La cosa empeoró cuando, sólo tres días más tarde, el equipo cayó ante Perú en un partido que terminó en escándalo. Básicamente, los argentinos decían que el primer gol peruano fue en fuera de juego y el segundo lo convirtieron con la mano. Hubo peleas entre los jugadores, piedras y botellas desde las tribunas y golpes de la policía a los jugadores argentinos. Ese día, Torres fue retirado de la cancha a los empujones por algunos agentes muy gentiles que le hicieron notar que estaba fuera de lugar. La delegación nacional evaluó retirarse del torneo: no lo hizo.
Siguieron dos victorias: 4-2 a Ecuador y 3-0 a Brasil, ésta última ya en La Paz, en el que resultó el mejor partido del equipo en el campeonato.
Apenas cuatro días más tarde, la caída por 3-2 contra Bolivia, también en la altura, dejó sin chanches de título a la selección. El último juego fue tres días después, y una Argentina agotada empató 1-1 con Paraguay. La Selección terminó tercera.
Parecía ser el fin de Torres como DT del seleccionado, pero le dieron otra oportunidad: dos partidos por la Copa Roca, ese título que Argentina y Brasil disputaban con partidos de ida y vuelta.
Un plantel joven se midió en Río de Janeiro ante el campeón del mundo con nombres como Pelé (el argentno Mesiano también estuvo en cancha, como preludio de lo que sería su famoso encontronazo en 1964), Coutinho, Djalma Santos y Gilmar. En la ida, Argentina ganó 3-2 en Sao Paulo. En la vuelta, jugada en Río de Janeiro, tres goles de Pelé dejaron las cosas 5-2, pese a que el conjunto de Torres se fue de la cancha con una buena impresión general.
“Brasil se quedó con la Copa, Argentina con la base de un futuro”, fue el título de El Gráfico. Lamentablemente, el futuro no sería tal. Al menos no con el mismo proyecto o con el mismo DT. Torres fue destituido después de ese partido. La AFA tardó un tiempo para designar como sucesor a José D’Amico, preparador físico que había dirigido a Boca. En el Mundial ’66, el DT volvió a ser el Toto Lorenzo.