Este fin de semana pasaron varias cosas. Muchas de ellas en el partido que Racing le ganó a Rosario Central en Arroyito. A saber:
1- A Saja le arrojaron una botella de Fernet. No le acertaron. El juego siguió. No hubo castigos.
2- A Aued le tiraron una piedra durante el festejo que sí le pegó en la cabeza y lo hizo sangrar. El juego siguió, no hubo castigos.
3- En el entretiempo, barrabravas agredieron a periodistas partidarios y no tanto solamente por estar en el lugar donde debían hacer su trabajo. ¿La policía? No apareció. ¿Los responsables del club? Acusaron a los laburantes de provocar. El juego siguió, no hubo castigos.
4- A Messi le tiraron un botellazo (de plástico) en la cabeza durante el festejo del agónico gol del Barcelona contra Valencia. Se anunció de inmediato que el club Che buscaba al agresor para no dejarlo entrar nunca más a la cancha.
Todo esto nos llevó a recordar este pequeño escrito que publicamos cuando vimos que estas cosas pasaban e iban a seguir pasando. Lo recuperamos con dolor.
Esta no es una historia feliz, pero sí es una historia bien nuestra. Porque acá pasa. Todo el tiempo pasa y todo el tiempo nos preguntamos lo mismo: ¿hasta cuándo pasará, así, impunemente, sin que se tome una medida, una al menos para paliar la cuestión?
La cuestión es tan sencilla como macabra. Hace unas semanas, un futbolista murió al recibir un piedrazo de un hincha. Eso fue el sábado. En Argelia. El hombre en cuestión era camerunés: se llamaba Albert Ebossé Bodjongo. Puta casualidad, al día siguiente, en Mendoza, sucedió algo parecido. Pero vayamos por partes.
Nos enteramos de esta noticia trágica gracias a un lector. Desde ya le agradecemos @luchoemeok por llevar nuestra atención a uno de esos temas de los que los medios deportivos del país -todos ellos, miren qué puta casualidad- prefieren no hablar.
Decía: vayamos por partes. Ebossé tenía 24 años y jugaba para el JS Kabilyie, uno de los equipos más ganadores y más grandes de Argelia. Lo que aconteció no tiene demasiado misterio para los argentinos que, puta casualidad, sabemos lo que es la violencia en los estadios. Los siguientes dos párrafos corresponden a un excelente artículo del diario español El País, y son tan crudos como conmovedores:
“El Kabylie había caído en casa (1-2) ante el USM Alger, el otro clásico argelino, y la ira se apoderó de la hinchada al término del encuentro. Enfurecidos, los aficionados arremetieron contra los futbolistas, que enfilaban ya el túnel de vestuarios. Algunos de ellos consiguieron esquivar los palos, piedras y otros proyectiles que llovían desde la tribuna. No así Ebossé, alcanzado por uno de ellos. Cayó a plomo sobre el césped y de inmediato fue trasladado al hospital universitario de Tizi-Uzu, una región bereber ubicada en la Gran Cabilia, al norte de Argelia. Pese a los intentos por reanimarle, falleció como consecuencia del traumatismo craneoencefálico, que a su vez le originó una lesión irreversible en el cuello.
Se había casado recientemente. Tenía 24 años y un porvenir futbolístico que invitaba al optimismo. Antes de caer en Argelia había jugado en tres equipos de Camerún y había tenido una aventura de un año en Malasia. También había defendido a su selección en las categorías inferiores. Artillero de olfato, el curso pasado se proclamó máximo goleador del campeonato con 17 dianas en 31 partidos. En el presente contabilizaba dos. Una de ellas, la última, la endosó precisamente en la noche que volvió a descubrir el reverso más trágico del fútbol africano. La celebró con efusividad, puesto que en las horas previas, antes de calzarse las botas, había sido padre de un niño.”
Hay unas fotos terribles del jugador en el suelo, después del impacto. También existe un video que muestra cómo sacan al futbolista de la cancha, en camilla, y lo suben a una ambulancia. Preferimos no subir nada de eso, linkearlo ni mostrarlo. Ni siquiera los alentamos a buscarlo. Es puro morbo, evítenlo.
Esa tragedia en particular disparó varias reacciones simultáneas. Por ejemplo, la Federación de Argelia suspendió todos los partidos del país de manera indefinida, clausuró el estadio con capacidad para 20 mil personas -también, por tiempo indeterminado- y estudia expulsar al equipo de la Liga de Campeones de África. Además, la propia Federación decidió otorgar 100 mil dólares a la familia del jugador y pagarle el resto del contrato vigente con el club, mientras cada uno de los compañeros de Ebossé donará un mes de su sueldo para la misma causa.
El Ministerio del Interior, a su vez, abrió una investigación para localizar al delincuente que arrojó la piedra e incluso buscan soluciones más profundas para la violencia en las canchas, en general. Según la cadena BBC Sport, los fanáticos tomaron piedras que estaban sueltas en el piso de las tribunas porque el estadio estaba en plena obra de remodelación.
Ahora volvamos a la Argentina. Iban cinco minutos del segundo tiempo en el partido que River jugaba contra Godoy Cruz, cuando un hincha tiró un piedrazo desde la platea descubierta del Estadio Malvinas Argentinas. De puta casualidad, le pegó en el hombro a Leonardo Pisculichi, que estaba por tirar un córner. El futbolista se alejó de la acción y se tomó la zona impactada.
El árbitro, Jorge Baliño, se acercó, levantó el proyectil del suelo y se lo entregó a un policía. ¿Suspendió el juego, advirtió al público, tomó alguna medida? Ni de puta casualidad. ¿Pero nada, nada? Nada. A lo sumo habrá dicho esa frase tan propia de los referís argentinos para lavarse las manos bien lavadas y comprar algo de tiempo: “Una más y se suspende”. Una más: consagrándose a la puta casualidad.
No especularemos acerca de qué hubiera pasado si le pegaba en la cabeza o en el ojo o en el esternón. No pasó. Pero no pasó de puta casualidad. Sí pasó en Argelia y generó un desastre, una tragedia. Las autoridades parecieron actuar. Tarde, claro. ¿Estamos esperando lo mismo para acercar alguna solución? ¿Ni siquiera se piensa en castigar a Godoy Cruz, quita de puntos, suspensión de cancha, investigación para encontrar al hincha en particular? Nah, mejor nos escudamos en la fácil, tiran de todo, todo el tiempo, pagan muchos por uno solo, no va a volver a pasar, fijate en los otros estadios, fue una puta casualidad.
Justo River, justo Godoy Cruz, como para traer a la memoria ese día en el Monumental cuando Leandro Grimi recibió un maderazo cuando estaba festejando un gol. Qué puta casualidad.
Volvamos un segundo a aquella nota de El País. “En ocasiones, la línea que divide el sueño y el abismo es ínfima. Y en África, continente en permanente estado de convulsión, esa distancia es muchas veces imperceptible. Allí, de norte a sur del continente, el fútbol es caótico y descarnado. Se desarrolla, casi siempre, en escenarios excesivos”, escribe el autor.
Caótico, descarnado, excesivo. Nos suena. Lo invitamos a la mugre de las barras bravas, amigo. A la inoperancia de los dirigentes. No nos hace falta ir hasta el África, amigo. Da la puta casualidad de que sabemos de qué se trata.
* Esta nota fue publicada el martes 2 de diciembre de 2014. El miércoles 3 de diciembre asesinaron de un piedrazo a un jugador amateur en La Rioja.