Algunos dicen que Lennon era de Racing: La fantasía de los hinchas puede llegar a límites irrisorios, aunque en este caso no están tan alejados de la verdad. Dicen que le preguntaron sobre quién quería que ganaría en 1966 (época de oro de los ingleses, musical y futbolística) el partido de la final del Mundial de Clubes entre Racing y el Celtic escocés, y que Lennon contestó “Racing”.
Es obvio que la rivalidad entre ingleses y escoceses lo hizo inclinarse por el equipo de Avellaneda. Esto es “historia”, se puede ver rápidamente en la división territorial y se pueden consultar los libros de geografía o ver Corazón valiente, que a grito pelado y en un rally de sangre nos muestra el sufrimiento de los escoceses. Esta teoría se cae porque no hay Lennon con camiseta racinguista, sino con un simple sentimiento anti-escocés.
Algunos dicen que es la camiseta del San Pablo: Más allá de que el estado de San Pablo es enorme y el fútbol que repartió por el mundo resulte igual de grande, las diferencias entre las casacas se puede encontrar en las franjas, más gruesas las de Chacarita, más finas las de San Pablo. Con los años, Chacarita cambiaría el modelo, pero en la foto John viste el modelo exacto que el club de San Martín usó por las décadas del ‘60 y el ‘70. Viendo la foto del equipo campeón del Metropolitano ’69 ganándole en la cancha de Racing 4 a1 a River, surge señalar que éste último es el cuadro de otro beatle, Paul. ¿Cabía alguna duda de que McCartney era de River? Con el tiempo, el estadio Monumental sería su segunda casa.
Otros dicen que la foto está trucada (fotoshopeada): ¿Justo esta imagen? No tiene sentido, la foto es bastante intrascendente y parece casual. Aparece Lennon junto a un hombre que sujeta una cámara vintage y a otro que viste bañadores de la época. ¿Es la foto indicada para manipular? Obvio que no. Entonces, ¿cómo pudo haber llegado la remera de Chacarita Juniors al cuerpo de John? Después del Metro ‘69, Chacarita hace una gira por Europa, invitado a jugar la copa Joan Gamper con el Barcelona y compañía. Obviamente, Chaca era el equipo de relleno. Algo así como la banda soporte. Pero Chacarita se agrandó y dio un batacazo contra el Bayern Munich, base de la selección alemana, ganándole 2 a 0. En la final perdió 1 a 0 con el Barcelona, en un partido que los catalanes consiguieron de alguna manera extraña (gol de penal dudoso) para evitar el ridículo ante el modesto equipo argentino. Esto no lo soñé, pasó. Hace cuarenta años la diferencia entre el mejor equipo de la actualidad (el Barcelona) y uno de los peores del fútbol argentino (Chaca) era de sólo un gol. Incluso los catalanes, ante tanto jogo bonito del equipo argentino, crearon un club, Chacarita de Barcelona, que aún juega la Liga barcelonesa de balompié. Si bien en ese torneo no jugó ningún equipo de Inglaterra, Lennon seguramente habrá visto esos colores en algún diario de la época (se puede visitar la hemeroteca catalana donde hay fotos del Club Chacarita Juniors con un uniforme de saco y corbata digno de un colegio inglés).
Después de que Chacarita le mostrara al mundo una filosofía de juego a puro talento, muchos se fijaron en jugadores del cuadro de San Martín: Bargas y Marcos, de hecho, emigraron al fútbol francés.
Con el tiempo cambió todo; Lennon luchó por la paz y siempre se opuso a la participación británica en la guerra de Vietnam. Nunca imaginó que años más tarde su país tendría una guerra con el nuestro. En esa guerra hubo, como tal vez en todas, robo de banderas; y en el Mundial ‘86, una remake ridícula entre hooligans y barras de Chacarita terminó con el hurto de otra bandera inglesa que, durante varios años, quedó del lado de la tribuna de la calle Gutiérrez.
Chacarita, fuera de forma, se fue quedando futbolística e institucionalmente, y empezó su sube y baja de categorías. Lennon moriría asesinado a nombre de un falso “cazador oculto” que le cargó la historia a Holden Caulfield, el personaje de J.D. Salinger, sobre su cuerpo.
Quizás Lennon se puso esa camiseta sin darse cuenta de que en esa época, separados por miles de kilómetros, por un lado un club y su fútbol y por otro un músico y sus canciones, embellecían un deporte y un arte. Y ahí el mito deja de ser casualidad. Son simplemente las mismas sensaciones que se corporizaron a distancias muy lejanas. Después de todo, como dijo una vez el Negro Fontanarrosa refiriéndose a las camisetas, la de Chacarita, sin marcas ni cosas raras, es una de las más bellas que existen.