Lo más difícil es la logística. Anoche, cuando los gritos de cuatro o cinco chilenos que festejaban afuera interrumpieron mis cavilaciones, yo intentaba armar la mejor estrategia para cubrir todos los frentes que se abrirán hoy. Por la ventana de la pieza, que permite la extensión de Brasil, veía a un petiso con la número 11 en la espalda y el apellido Salas. Bailaba y hacía reverencias como el Matador de Temuco, pero no era él. Me llamaba la atención su valentía: estaba parado en medio de la calle, apuntando con sus ojos ya vidriosos de pisco justo hacia el primer piso de “Saudade”, la pensión que me aloja. Hasta que entendí todo. Me estaba agradeciendo a mí, por haberle anticipado en mi columna de ayer el triunfazo de La Roja. La verdadera, no la que se comió cinco pepas contra Holanda.
Sentí que debía aflojar mi rictus de experto inconmovible, esa cara que los periodistas que creen sabérselas todas ponen cuando aciertan un pronóstico. Bajé a darle un abrazo a Hans Gutiérrez, que así se llamaba el amigo que se había desprendido de sus acompañantes para homenajearme. Me insistió que me fuera con ellos, que Brasil era toda para nosotros, que no todos los días se gana un partido en un Mundial. Traté de explicarle que el contrato que había firmado con Un Caño, como buen contrato, guardaba el dato más jugoso en su letra chica: tenía terminantemente prohibido tomar alcohol durante los 31 días exactos que durará mi cobertura. Se fueron bailoteando, buscando infructuosamente la casa materna de Sampaoli. Les repetí a los gritos que el hombre es de Casilda, un pueblo santafecino, que no perdieran el tiempo. No creo que les haya importado demasiado.
Volví a subir la escalera caracol hacia mi centro de operaciones en “Saudade”. A rediagramar el plan para este sábado agitado. Porque un sábado de Mundial no es lo mismo que otro cualquiera, no me lo vengan a negar. Cuatro partidos, a cuál más interesante. No me puedo perder nada, ni la publicidad de los relojes Hublot que se encarga de hacer el cuarto árbitro cuando muestra los minutos de descuento. La FIFA tiene todo fríamente calculado, no lo podemos negar.
Como yo. Decidí que solo voy a salir de la pieza entre las 15 y las 16, el hueco entre Colombia-Grecia y Uruguay-Costa Rica, a comprar provisiones. Porque el Mundial se vive en todas partes, pero nada como la intimidad para sentirlo. Es verdad que “Saudade” no tiene servicio de TV, pero acá adentro la radio se escucha bárbaro. Y relata el Turco Wehbe por Cadena 3. Imperdible.
Día 3. Japón y Costa de Marfil se matan a patadas. Y empatan 2-2. Vas a ver.