Qué italiano resultó ser Paletta. Me di cuenta esta mañana, mientras desayunaba un mate cocido en la sala de estar de la pensión. De ojito veía el televisor de la cocina encendido, pero no le prestaba demasiada atención; estaba celebrando todavía haber pronosticado un 2-2 entre japoneses y marfileños. Ya sé, fue 2-1 en los papeles, pero cualquier abombado se daría cuenta, diría mi padre, que a Japón hay que contarle un gol más en este Mundial: el de Nishimura, el árbitro que le regaló el penal a Brasil el jueves. Así que acerté de nuevo, mis queridos.
Ah, estaba hablando de Paletta. Yo intentaba hincarle el diente a un pan tostado que me había quedado de anoche cuando en la tele empezaron a pasar un resumen del partido de Italia. Y enseguida nomás, en la escena de los himnos, se escuchó como sobresalía la voz de este muchacho salido del sur del Gran Buenos Aires. Gritaba más fuerte que Pavarotti, me animaría a decir. Enseguida pensé en Messi, en cuando nos pasábamos midiendo cuántos centímetros movía sus labios durante el himno argentino. El resultado es terrible: si el patriotismo se decide por eso, Paletta es más italiano que Fellini y Messi, un extraterrestre.
Pero no, claro que no. Lo que pasa es mucho más sencillo: Paletta es un perro bárbaro y tiene que apelar a cualquier cosa para que el técnico lo ponga. Porque explicame si no cómo carajos hace este matungo para jugar de defensor en la Selección de Italia, la escuela universal del catenaccio. Estos tipos tuvieron maestros de la defensa como Scirea, Baresi, Facchetti. Y otros que además de buenos eran hermosos, como Paolo Maldini, Cannavaro, Nesta. Paletta es malísimo, pero sobre todo ¡pelado y de pelo largo!
Messi, en cambio, no tiene que exagerar nada. A él dale la pelota y listo.
Y hablando de dar pelota, se ve que a los de Un Caño los tienen bastante bien considerados en el mundo empresarial. Ayer entró un cartero a “Saudade”, la pensión que habito acá en Brasil, a entregarme correspondencia. Era una gentileza de una empresa que auspicia a la Selección: me invitaban a ver el partido con ellos a un barrio de acá que se llama Las Cañitas. La carta decía que iba a estar repleto de celebrities para conversar. Me quedé un rato pensando si me habrán invitando como celebrity, o para conversar. Por las dudas le pregunté a Elsa, la franquera de la pensión los fines de semana, qué colectivo tenía que tomar para ir desde Brasil hasta allá. “El 29”, me contestó, economizando palabras.
No sé si voy a ir. Los de la revista me pidieron que les entregue la columna rápido después del partido, porque es domingo y ellos también quieren festejar. Habrá que ver si Sabella los deja, porque en un diario leí que para aguantar el empate esta noche contra Bosnia Pachorra estaba pensando en agregar a Gugnali y Camino, sus ayudantes, a la línea de cinco en el fondo.
Día 4. Sí, Argentina gana al final. Un 1 a 0 apretadito como culo de muñeca.