Un poco me guío por la rutina de la Selección. Y ayer, allá en Belo Horizonte, Sabella les dio la tarde libre a los muchachos. O, mejor dicho, propició la visita de sus familiares al predio Cidade do Galo. Si hasta cantaron los Totora parece, y Karina La Princesita, primera dama del Manchester City. Todo muy lindo.

Así que yo no podía ser menos. Les avisé temprano a los muchachos de Un Caño que el domingo sería también para mí. Porque no es que yo no tenga familiares en Capital, sólo que si estoy acá es para cumplir una labor profesional. Ya querrían ver ustedes mi centro de operaciones en Saudade, la pensión que habito en Brasil. Tengo la pieza repleta de recortes de diarios marroquíes sobre su selección (no sé para qué, porque el otro día caí en la cuenta que los moroccos no participan), pilas alcalinas de repuesto para no quedarme sin la radio en medio de la emisión de La hora de Bilardo, anotaciones a mano sobre las distancias entre las sedes (cualquiera sabe que entre Ameghino y Granada hay 30 kilómetros, ¿pero entre Cuiabá y Porto Alegre..?) Tengo también un horóscopo, que consulto para saber más sobre el temperamento de los árbitros. Por ejemplo: el sueco Jonas Eriksson, que hoy dirigirá Brasil-Camerún, es de Aries. Como tal, es un tipo seguro de sí mismo y valiente, así que nadie se sorprenda cuando hoy cobre un penal a favor de los africanos.

Otra vez me fui de lo que quería contarles, disculpas. Decía que cuando supe que Sabella daba licencia, telefoneé a mi tía Emma, experta cocinera de los ñoquis pelota, para que me hiciera un lugar en su mesa dominguera. Después de que me reprendiera por no haberle avisado antes de mi presencia en la ciudad, me dijo que no podía recibirme: tenía sushi con las amigas. Cómo cambia la gente, mastiqué en silencio. Otra vez me sentí como Sabella contra Irán: sin plan B. Así que, sin más, salí caminando por Brasil con rumbo fijo: Chacarita. Más precisamente, el cementerio de Chacarita, donde descansan los restos mortales de la tía Alcira, una hermana de mi abuela. Fue el primer pariente que se me vino a la cabeza después del revés de la autora de los ñoquis pelota.

Ahora, ya sin la emoción de ayer, debo reconocer que no fue una buena elección. El cementerio es más grande que el de Ameghino. Bueno, tal vez sea más grande que Ameghino incluso. Ya cuando el tipo de la entrada no me dio bolilla olí algo malo. Y no me refiero al hedor característico de estos lugares, sino más bien a la falta de respeto de una persona a la que le hacen una pregunta tan simple como: “Jefe, ¿la tumba de Alcira Dufourc?”. A las tres horas de vagar por las callecitas, después de haber dejado una flor en la tumba de don Aníbal Troilo, di por frustrada mi expedición. No hubo caso, ni noticias de Alcira, por más que haya recorrido palmo a palmo el panteón de ilustres desconocidos.

Tendré que pensar un mejor plan para el domingo que viene.

Día 12. Por el Chavo, por Verónica Castro, por Villoro: México pasa a octavos.