Es difícil pensar en otra cosa.
Qué digo pensar, es difícil hacer otra cosa que no sea maquinar el partido. A alguno podrá parecerle exagerado, pero yo sigo con la misma ropa desde el miércoles. Ni tiempo a lavar los calzoncillos tuve, inmóvil como quedé desde que terminó la semifinal con Holanda. Y eso que acá, en el lavadero de “Saudade”, la pensión que me aloja en Brasil, si hay algo que sobra es el jabón blanco. Allí he pasado grandes momentos durante el mes exacto que se cumple hoy de mi llegada desde Ameghino, dispuesto a asumir el honroso compromiso de cubrir el Mundial para los muchachos de Un Caño. En el lavadero, justamente, mientras le ataba un nudo a una media para disimular sus agujeros, se me ocurrió un día ponerle unas fichas a Augusto Fernández como promisoria figura del torneo. Suerte que no escribí esa crónica: es el único jugador de campo de Argentina que no jugó ni un minuto. Pobre Negro, cómo estarán sus parientes en Pergamino.
Todos cagados, igual que cualquiera.
Porque díganme si conocen a alguien que ande a los gritos asegurando una goleada argentina. Imposible, sólo un loco o un fanfarrón podría vender una pavada semejante. Ayer, sin ir más lejos, hice un pequeño sondeo acá en la pensión. El Ruli Sandoval, correntino de pura cepa, apostó por un 7 a 1: “No me preguntes para quién, no quiero que me golpeen”, me agregó, hablando bajo y con esos ojitos achinados que trajo de Curuzú Cuatiá; la Galaica, una española que pernocta noche por medio en este hospedaje, aventuró un cómodo triunfo alemán con un argumento incontrastable: “Son alemanes”; el único que dio la nota fue el viejo Amarildo, el dueño de “Saudade”, pero porque tiene un interés particular: “Gana Argentina y se me llena la pensión de campesinos como vos, que quieren venir a festejar en el Obelisco”. Viejo crápula, siempre ventajeando.
Yo me pasé las últimas tres noches analizando las diferentes tácticas que han empleado los alemanes en los últimos meses. Después de ver en cámara lenta los seis partidos que jugaron en el Mundial, un método que me ayuda a visualizar mejor las señas que se hacen entre ellos, llegué a una conclusión: no entiendo un carajo de fútbol. Así que descarté la idea de pasarle data a Sabella, que bastante debe tener con sus urgencias: anda cada noche por las piezas cambiándoles los pañales a los jugadores que suelen tener pesadillas con Angela Merkel, la canciller alemana. Dicen que tener un sueño erótico con esa vieja es lo mismo que verle la cara al diablo. Qué se yo.
Como sea, a mí me desvela el partido. Más cuando la AFA comunicó que estaba confirmada la fecha, el lugar y la hora: miércoles 3 de septiembre, estadio Esprit Arena de Düsseldorf, a las 9 de la noche de allá. Alemania-Argentina, sí señores, primer amistoso después del Mundial.
¿Ustedes pensaban que hablaba del que jugarán mañana? No, ese ya está escrito, para qué preocuparse. Fíjense si no la tapa de hoy de este diario alemán.