Esperando la final, la horas no pasan nunca y nuestro hombre en Brasil, desvelado, incurre en polémicos desvaríos
Dispuesto a repudiar a la FIFA de arriba a abajo, nuestro hombre en Brasil salió a perpetrar absurdos atentados para demostrar su rebeldía y se perdió el partido.
Más procupado por cuestiones gastronómicas que futbolísticas, nuestro enviado especial va palpitando el partido contra Bélgica.
Brasil y Colombia ocupa las horas de nuestro enviado. Verá el partido en un bar colombiano y a apenas 55 metros de otro brasileño.
Ni Howard, ni Neuer, ni nada. Arqueros eran los de antes. La opinión de un referente del puesto lo confirma.
El partido de ayer contra Suiza, nos asegura nuestro hombre en la copa, no fue un parto. Fueron cientos y en cadena.
Como en una pesadilla, nuestro enviado especial recurre a cualquier macana para contrarrestar sus trastornos paranoides.
Nuestro enviado especial, al borde de la paranoia, ve nefastas señales hasta en las pringosas paredes de las pizzerias.
Un mal entendido alteró el pronóstico de Uruguay. Un altercado terminó con una trompada en el mentón de nuestro enviado especial.
Nunca es bueno que el hombre esté solo, pero nuestro enviado a la Copa, no liga una ni de rebote.
Tener un hijo, plantar un árbol, conocer a Guardiola. El reporte de una noche en la que alguien preguntó lo que había que preguntar.