“–Lo mío es palpar. Siempre fui de palpar. No me imagino la vida sin estar palpando –dice Antonio Lafurcia, quien se desempeña como control y seguridad en diversos estadios.
Lafurcia es un control estrella, capaz de leer con sus manos, no sólo si un ingresante al estadio lleva un adoquín, una navaja o un FAL. Puede decirle al palpado cuánto dinero tiene en su bolsillo, a qué santo corresponde una estampita que lleva en la billetera, el número de documento y hasta el crédito que tiene en la tarjeta SUBE.
–No sé como lo hago. Simplemente me sale. Obvio que practico en la semana con mi familia, con amigos, con todo aquel que se deje palpar –agrega–. Puedo detectar también una urticaria a través de una remera o unas piernas mal depiladas a través de un pantalón. Y nunca hay nada sexual, le aseguro. Sé muy bien como esquivar bultos y cavidades íntimas. Aunque leer las leo, y así fue como una vez detecté a un hincha de Racing de Córdoba, que intentaba entrar al estadio con dos petardos escondidos en lo que comúnmente se llama recto. ‘Son de mecha cortar’, le dije. Y el tipo lejos de enojarse, me felicitó. Hoy somos amigos. Y dos por tres nos cruzamos y él trata de pasar con alguna pavada en lo que se denomina recto, solo para desafiarme. ‘Venís con un muñequito de Bugs Bunny en el ojete. Pasá, dale’, le digo. Y el tipo se ríe y festeja que lo descubrí.
Lafurcia es llamado para dar cursos y exhibiciones de palpado y es común que, al enterarse de su presencia, muchos simpatizantes eligen entrar al estadio o sacar una entrada sólo para que él lo palpe.
–Palpando soy feliz. Y si hago feliz a alguien, mejor. Más de una vez le pude decir a alguien que tenia cálculos renales y así el tipo pudo entender por qué tenía esos dolores. Pero muchas veces, uno palpa cosas que no le gustan. Como por ejemplo, que en el celular, al palparlo, me dé cuenta que hay un mensaje en wasap de una mujer que denota que la mina tiene cierto manejo sobre el tipo. Una amante que lo tiene atrapado, digamos. Y al mismo tiempo hay mensajes de los hijos o de la esposa que, por lo que puedo palpar, es una mina piola y de un amor sincero. Me pasó la semana pasada. Y por primera vez me animé y fui claro con el tipo: ‘Esa mujer, Clarisa, puede darte buena cama. Pero fijate bien. Porque por un polvo podés perder una familia. Pensalo. Decirle no a una putita también es ser macho’. El tipo, con cierta vergüenza, me dijo simplemente ‘gracias’. Y ahí, ahí es cuando yo me siento bien y le agradezco a Dios la suerte de saber palpar y de cada día tener las ganas de tratar de palpar mejor.”
(Extracto de “Hombres comunes con responsabilidades importantes”, de Angie Dickinson. Editorial Julio Berni. 2016).