Ederson Santana de Moraes no es de hablar mucho. Bajo ese buzo de timidez, sin embargo, es un pibe de 24 años, alegre y, sobre todo, decidido. Cuando los periodistas le preguntan en portugués, con largas y obvias afirmaciones, suele responder con la misma frase: “Com certeza”. Es una manera elegante, sintética, de sacarse de encima al entrevistador dándole la razón. Pero también es una buena forma de explicar de qué manera encara su vida.
La confianza con la que ahora lo descubrimos saliendo desde el arco de Manchester City con un pase corto ante la presión de un par de voraces delanteros de élite es la misma que tenía cuando de pibe estaba convencido de que iba a ser futbolista. Con esa certeza actúa desde chico. “En mi cabeza solo había fútbol. Estaba seguro de que iba a triunfar”, afirma.
Ederson nació en Osasco, un suburbio de San Pablo, y patea una pelota desde que tiene memoria. “Empecé a jugar en la calle. Al lado de mi casa había un muro, le dibujamos un arco, y pateábamos con mis hermanos y mis primos”, recuerda.
Recién entró a una cancha, de tierra, cuando se sumó a Champions Ebenezer, el equipo de la escuela de su barrio. Pero no se paró debajo de los tres palos, ni se calzó los guantes. “Comencé jugando como lateral izquierdo”, revela. “Pero era difícil perseguir a los delanteros rápidos, especialmente para mí que no soy particularmente veloz”. Con apenas 10 años, se acercó a su entrenador y le preguntó si podía atajar. “Cuando tuve mi primer entrenamiento fue amor a primera vista. Me gustó desde el primer minuto y ahí comenzó mi carrera como arquero”, relata.
Cuando le preguntan cómo desarrolló esa excelente técnica de pies con la que se destaca en el City, Ederson suele recordar esos primeros partidos sufriendo con wines veloces. Pero también cuenta que durante unos años integró un equipo de Futsal. “Jugaba como goleiro-linha (arquero volante)”, explica. “De esa época tengo mi pegada y mi manejo de la pelota”.
Un par de años después dejó el cuadro de la escuela y, en 2005, ingresó en las inferiores de San Pablo. Como todos los arqueritos ahí, de grande quería ser como Rogerio Ceni. El 1 del City mantiene hoy esa ilusión. Recuerda la tarde en que llegó a conversar con su ídolo y admite que mira sus videos para aprender: “Ceni era un arquero muy hábil con sus pies también. Hizo muchos goles. Es un referente. Me gustaría ser como él. No se si patear tiros libres, penales tal vez algún día. Si me dan la oportunidad, lo haré, porque soy bueno en eso”.
En aquella época, Ederson comenzó a sacrificarse en serio para ser futbolista. A las 4 de la mañana su padre, Antonis Moraes, que se despertaba para ir a apilar cajas con frutas en camiones, lo levantaba para que fuera a entrenar. “Nos íbamos juntos, él iba a trabajar y yo seguía caminando para tomar el colectivo. Me tomaba dos micros para llegar al lugar donde me subía al colectivo de San Pablo. Lo mismo a la vuelta. Muchas veces no tenía tiempo para comer. Solo podía cambiarme e ir al colegio. Cuando regresaba en la noche estaba exhausto. Cenaba e iba directo a la cama porque tenía que descansar para hacer la misma rutina al otro día”.
Paso cuatro años en las inferiores de San Pablo hasta que un buscador de talentos llamado Ênio, que trabajaba para Jorge Mendes, el agente de Cristiano, le propuso subirse a un avión e irse a vivir a Portugal. Ederson no había cumplido 16 años, no había jugado un minuto en el fútbol brasileño, no tenía ninguno de los 30 tatuajes que tiene ahora. Pero tenía la misma convicción. “Tuve que madurar y crecer, tomar decisiones solo. Eso me ayudó mucho, me hizo crecer, me hizo ver el mundo de otra forma. Los problemas del pasado son las victorias del presente”, afirma.
Benfica compró su pase pero lo prestó a varios clubes. Primero atajó en el Ribeirao, de Tercera División, y luego en Rio Ave, ya en Primera. En ambos, recuerda, solo tocaba la pelota con los pies para despejarla. Sus equipos defendían tanto que casi no podía salir del área. Sin embargo, con sus atajadas fue llamando la atención de varios. De su club, que en 2015 lo repatrió para el primer equipo. Y de Portugal, que le ofreció nacionalizarse y jugar en sus juveniles. Ederson decidió esperar por su país. Brasil recién convocó por primera vez a su actual arquero titular en 2016, pero una lesión le impidió ir a la Copa América Centenario y los Juegos Olímpicos.
Un par de temporadas en Benfica, como arquero líbero en un esquema ofensivo, fueron suficientes. Guardiola vio en Ederson la aguja necesaria para comenzar a tejar de la mejor manera sus redes de pases. Manchester City pagó 35 millones de euros por su transferencia. Es el arquero más caro de la historia de la Premier y el segundo a nivel mundial, luego de Buffon cuando llegó a Juventus.
Su identificación con el equipo de Pep fue inmediata. El brasileño se afirmó como titular rápidamente y sin complejos. Pareciera que lleva toda la vida trabajando junto a compañeros, entrenador y sistemas que sólo conoce hace seis meses. “Nuestro enfoque del fútbol es un fútbol para disfrutar. Es un estilo de juego que disfrutas jugando y mirando”, dice.
Lo primero que se destaca de este City 2017-2018 es que parecía perder mucha menos pelotas, o pasar muchos menos apuros, en el comienzo de las jugadas que durante la temporada anterior. Ederson explica que si bien siempre trabajó la técnica de sus pies nunca lo había hecho tanto como en Manchester. Y sostiene que, más allá de su habilidad, se trata de un esfuerzo colectivo. “Mis compañeros siempre me dan muchas opciones de pase, lo que hace más fácil mi trabajo”, afirma.
Contrariamente a lo que se podría pensar, lo que más entusiasma a Pep del juego de Ederson con sus pies no es su habilidad para asistir en corto. “Guardiola me dijo como jugaba el equipo. Me habló de la importancia de jugar desde abajo, pero también de los pases medios y de que conmigo podía tener pases largos, con lo que nuestro juego iba a ser más completo”, destaca.
La potencia y la precisión de Ederson empezaron a notarse cuando, con bastante fortuna, hizo un gol de arco a arco jugando para el sub 19 de Benfica. El brasileño pateó como venía un pase atrás de un defensor, con el que quería arrancar una contra rápida, y el pique en la otra área descolocó a uno rival. Luego, en la sub 21, asegura, hizo otro. Con sus potencia de piernas la cancha parece más chica, como mostró ante Chile en la última fecha de Eliminatorias.
El otro aspecto con que cautivó a los hinchas del City es su ferocidad, por la que en Benfica comenzaron a decirle El Toro. Los ingleses la conocieron bastante pronto cuando, en un partido contra Liverpool por la Premier, salió lejos del área para despejar de cabeza y Mané le dejó siete puntos de botín en la mejilla. Ese día abandonó la cancha pero al siguiente partido, casco mediante, estaba otra vez en el arco. Los fanáticos lo identificaron con Bert Trautmann, un arquero alemán del Manchester City de los 50. En la final de la FA Cup de 1956, que ganaron, se lesionó el cuello al chocar contra un delantero para defender la pelota pero siguió jugando y se transformó en héroe de los citizens.
Ederson entiende así el puesto de arquero, desde el protagonismo. “Siempre que entro a la cancha pienso que me voy a divertir. Se que tengo muchas responsabilidades, pero pienso que la voy a pasar bien”, afirma. “De todos los jugadores, sos el que tiene que estar más enfocado durante los 90 minutos, tenés que tener coraje y tomar decisiones rápidas. El arquero que no toma decisiones termina perjudicándose”, sentencia.
Ir a este Manchester City de Guardiola es, probablemente, la mejor decisión de su vida. Él sabe que está en lo cierto.