Fue un tal John Tait Robertson, el Román Abramovich de aquellos años de fútbol en blanco y negro, quien descubrió, en la elefantiásica figura de la que le habían hablado, un negocio asegurado. Manager de un Chelsea FC todavía en pañales, no dudó en contratar y darle la capitanía a un gordito que iba al arco por sus aptitudes y no por ser el dueño de la pelota. Believe it or not. Así las cosas, en 1905, William Henry Foulke, Fatty para los friends, se vestía de azul con su metro 89 y sus casi… 160 kilos de amor. Nacido en 1874, el little dogor había arrancado por el cricket. Pero el llamado del Sheffield United lo enterneció tanto como una docena de medialunas.
Con 19 abriles, debutaba en Primera. Y tan mal no le fue: tres años más tarde lo hacía oficialmente en la selección inglesa en un 4-0 ante Gales. Pasó al Chelsea por apenas 20 libras esterlinas, el mismo valor que hoy tiene Colossus, su biografía. Claro que, apenas pisó Londres, todos quisieron cortar tajada de su gran torta. Porque fue justamente Stamford Bridge el primer estadio del mundo en darle forma al empleo de “alcanzapelotas”. La idea, de clown, era que unos cuántos escuálidos se ubicaran detrás del arco de Faulke para que Fatty no tuviera que hacer el esfuerzo de salir de la cancha para recoger la bola. Y, de paso, para que se remarque a la vista la monumentalidad de su cuerpo en contraste del ejército de inútiles flaquitos… ¿Pan y circo? Sí, pero puras migajas. Cuando fue transferido al Bradford City, apenas si se llevó consigo un manojo de leyendas. Infladas, claro está. Igual, condiciones tenía.
Fue uno de los primeros en patear la bocha más allá del mediocampo y era un experto en atajar penales. Una mañana, en la previa a un match versus Burton Albion, dicen que dicen, madrugó y se comió el desayuno de todos sus compañeros. Y a la tarde, detuvo dos penalty kicks. “Apuntara hacia donde apuntara, siempre me lo encontraba a Faulke”, acusó un malogrado delantero. Así, grosso en todo aspecto, cuentan que se hizo respetar en el área en tiempos donde era usual la carga ilegal de los forwards, que te metían dentro del arco con pelota y todo. Es más, ya sobre el final de su carrera, cuando sus articulaciones no querían más y el gol del oponente se caía de maduro, se colgaba del travesaño para quebrarlo y obligar a la suspensión del partido. Fair Play las pelotas. Lo afirmaban algunos hinchas del Sheffield Wednesday quienes, alguna vez, de tanto cargarlo por su silueta amorfa, quedaron literalmente enterrados en el barro, y de cabeza, por un Fatty de pocas pulgas. Aunque quien terminó tapado por la tierra, y sin tanta bulla, fue el pobre William. En el minuto 16 de su cuarto de hora, por unas pocas monedas acabó en las playas de Blackpool realizando una triste y tinellizada rutina. Algo así como un “métale un penal al gordo”. Todo por una hamburguesa. Pan y circo entonces para un arquero XXL que perdió contra la neumonía el 1° de mayo de 1916, día del trabajador.
Publicado en UN CAÑO#5 – Octubre 2005