En todos los rincones del mundo el origen del fútbol incluye ingredientes similares: británicos, una pelota, barcos, un reglamento, ferroviarios, ideas elitistas y pasión popular. El 5 de agosto de 1910, un grupo de acomodados caballeros ingleses embarcó en Southampton rumbo a Sudamérica para jugar un partido en Brasil aceptando la invitación que les había enviado Charles Miller, un exestudiante que en 1894 llevó hasta allá la primera pelota y el primer par de botines, y hoy es conocido como el padre fundador del fútbol brasileño.
Dos semanas y media después, Corinthian FC llegó al Puerto de Río de Janeiro. Allí jugó tres partidos y goleó en todos. El único match que no pudo ganar fue uno de cricket, contra un equipo de británicos, que terminó empatado. Luego, fue a San Pablo y acumuló tres cómodas victorias más. En una de ellas, el propio Miller se dio el gusto de hacerles un gol.
Los ingleses dejaron una impresión tan grande en el público paulista que inspiraron a cinco trabajadores del ferrocarril de San Pablo a crear su propio equipo de fútbol. Anselmo Correa, Antonio Pereira, Carlos Silva, Joaquim Ambrosio y Raphael Perrone se reunieron bajo un farol de gas en el barrio de Bom Retiro y le dieron vida al Sport Club Corinthians Paulista. La ‘s’ extra, del posesivo anglosajón, se quedó en un error de traducción.
El propio Corinthian FC había nacido en septiembre de 1882 en un restaurant junto a la Catedral de St. Paul’s, en Londres. N. Lane Jackson, asistente del secretario de la Asociación del fútbol ingles, impulsó su creación para establecer un equipo de jerarquía que permitiera a los ingleses recuperar la hegemonía perdida en pies de los escoceses en el juego de la pelota redonda.
Siete años más tarde, Inglaterra le ganó a Escocia con cinco jugadores de Corinthian FC. En 1894 y en 1895, en partidos ante Gales, los once futbolistas ingleses fueron de ese equipo. Decir que el fútbol ingles surgió desde Corinthian FC puede ser exagerado, pero también es estrictamente cierto: la palabra ‘soccer’ la creo Charles Wreford-Brown, un jugador del equipo. Hasta el primer futbolista británico negro, Andrew Watson, salió de ese club.
Cuando Corinthian FC llegó a Brasil, ya en el siglo XX, era uno de los mejores equipos del mundo. En esa época era habitual que enfrentara al campeón británico profesional. Entre 1894 y 1904 ganó cuatro de esos desafíos. Por esos años, enfrentó a Manchester United y le ganó 11-3, aún hoy la peor derrota en la historia del equipo rojo. Lógico que los paulistas quisiera tener un equipo así. Dicen que hasta Real Madrid los copió al elegir que su camiseta sea blanca.
Por entonces, Corinthian FC tomó la decision que marcó su destino: seguir siendo amateur. Entre 1907 y 1914, cuando el profesionalismo irrumpió en el fútbol inglés, el equipo londinense se mantuvo en sus ideas y fue excluido de la Federación. Hasta 1939, cuando se fusionó con Casual FC, apenas jugó unos pocos partidos de la Copa FA. Con el tiempo se dedicó a encadenar descensos y ahora está en 8va División.
La firmeza con que Corinthian FC sostenía su filosofía amateur, su lema era: “caballerosidad, juego limpio y jugar por amor al deporte”, se ejemplifica en su estricta postura ante los penales. Sus jugadores se negaban a patearlos, el capitán tiraba la pelota por arriba del travesaño, o no intentaban atajarlos, su arquero se paraba contra un poste y miraba la pelota entrar, porque consideraban que ningún caballero le haría una falta intencional a un rival.
Fuera de la Federación inglesa, Corinthian FC se transformó en un equipo itinerante que se recorrió el mundo con su fútbol y su amateurismo a cuestas. La primera gira fue en 1897, a Sudáfrica. Además, de Brasil, visitaron EEUU y muchos países de Europa. De los 131 partidos que disputaron hasta 1914, cuando la Liga volvió a incluirlos, jugaron 72 en el extranjero.
El día que comenzó la Primera Guerra Mundial, el plantel de Corinthian FC desembarcó en Brasil por segunda vez. Enterados de la noticia, los jugadores resolvieron regresar a su país de inmediato. Algunos de sus futbolistas, como el arquero, Thomas Rowlandson, murieron en combate.
Recién en 1988 el equipo, ya unificado como Corinthian-Casuals, pudo volver a San Pablo para conocer a su par brasileño. El Corinthians de Socrates y Rivellino, que ya era enormemente más importante que el club que le dio origen, ganó 1-0. Socrates jugó los últimos 15 minutos con la camiseta “chocolate y rosa” de los ingleses.
En 2015, Corinthian-Casuals, que peleaba por no descender a 9na División, volvió a visitar San Pablo y jugó ante 26 mil personas en el estadio Itaquerao que, un año antes, había sede de la Copa del Mundo. Hubo tributo a la Democracia Corinthiana que los recibió en los 80 y un partido de fútbol que, también, ganaron los locales. Fue 3-0, pero los goles llegaron recién en el final.
Cuando quedaban dos minutos, Danilo y Jamie Byatt intercambiaron camisetas y equipos. El gesto volvió a hermanarlos pese a sus caminos dispares. “Los jugadores del Corinthians original eran ricos y jugaban para divertirse, se negaban a ser profesionales. Eso es algo que intriga a los hinchas de Corinthians. Para los corintianos ser obrero, ser popular es 90% de nuestra identidad. Tener padres fundadores tan diversos enciende nuestra admiración y curiosidad”, plantea el periodista Mauricio Savarese.
Hace unas semanas, otro Danilo, hincha de Corinthians y no el delantero, hizo el camino inverso y viajó a Inglaterra para alentar a Corinthian-Casuals. Jugaban ante Dorking Wanderers en el reducido para ascender a 7ma División. El brasileño le juró a la prensa británica que el fanatismo por ese, ahora, ignoto club inglés es enorme en San Pablo. “Creo que Corinthian-Casual tiene 135 mil seguidores en Facebook y 90% son de Brasil”, les aseguró.
Paradójicamente, como casi todo en esta historia, Corinthian-Casual empató 0-0 y perdió por esa indigna vía que son los penales. Puede que, siguiendo una vieja tradición, hayan decidido errarlos a propósito. La crónica no dice nada al respecto. Si pudiéramos elegir, nos gusta imaginar que eso fue lo que sucedió.