En un rincón de Alemania, cerca de Essen, hay un ignoto club de fútbol que juega en la 9na división germana. Hace de local en una cancha de tierra, escondida en un bosque, con escasas tribunas en forma de anfiteatro, y casi no tiene hinchas. Pero lo que hace peculiar al TC Freisenbruch, al fin de cuentas es un típico equipo de Ascenso, es que tiene 384 entrenadores repartidos por todo el mundo.
Cada uno de esos técnicos es, antes que nada, socio del club. Sus casi 400 miembros pagan 5 euros (unos 80 pesos argentinos) cada mes y eso los autoriza a participar, en la página oficial del equipo, de todas las decisiones sobre la institución, dentro y fuera de la cancha. Votan desde la marca y el precio de la cerveza que se vende en el bar del estadio hasta quienes serán los once titulares el próximo sábado.
Este novedoso modo de gestión deportiva fue creado por Peter Schafer, director del TC Freisenbruch, y debutó en esta misma temporada. Lo hizo, cuenta, para evitar la desaparición del club, que entró en crisis hace ocho años cuando el municipio de Essen dejó de ayudarlo económicamente y acumulaba un descenso tras otro. “La comisión directiva tuvo que decidir si el club estaba terminado o si había alguna locura que pudiéramos hacer para salvarlo. Lo planeamos durante dos años, un tipo encargado de lo técnico, un tipo de las finanzas y yo, el tipo del fútbol. Y esto es lo que nos salió”, explica Schafer.
El modelo funciona como los videojuegos que simulan el manejo integral de clubes de fútbol. Al conectarse a la web, cada socio accede a un interfase familiar para cualquier que haya jugado alguna vez al PC Fútbol o al Football Manager. En el panel inicial tienen noticias del equipo, videos de los entrenamientos y de los partidos, detalles estadísticos de los jugadores (registrados con GPS durante cada encuentro), de la economía de la institución y recordatorios de las futuras votaciones para decidir el precio de las entradas (ahora está en 3 euros, unos 50 pesos), los rivales en los amistosos o el diseño del nuevo merchandising.
Todo el plantel de TC Freisenbruch es amateur. Por ejemplo: el diez, Maurice Pues, es cartero y el mediocampista Marvin Schadhot es carpintero. Pero en la web, cada uno tiene una página personal como si fueran profesionales, con estadísticas y videos. El mismo tratamiento que tiene Mike Möllensiep, el entrenador de carne y hueso del club. Möllensiep es un veterano del ascenso alemán que en los 90 se dio el gusto de jugar un par de partidos en la Bundesliga con Schalke. Ahora, igual, su experiencia no vale de mucho. Puede tener opiniones pero las decisiones las toman los socios que están online.
Todas las semanas, Möllensiep graba un mensaje para ellos y les cuenta lo que piensa del equipo, quiénes deberían jugar como titulares y cuál debería ser la estrategia. Los entrenadores virtuales tienen tiempo hasta las cinco de la mañana del día de partido para ubicar a los jugadores en sus posiciones. El DT analógico debe obedecer la decisión de la mayoría, anunciar la planilla unas horas antes del pitazo inicial y dar la charla previa.
Cada socio tiene un voto digital. No importa cuánto sepa del juego, cuánto conozca a sus jugadores o cuánto haya estudiado al rival. Si pagaron la cuota mensual están habilitados para votar. “Algunos piensan que es perverso”, admite Schafer, el creador de este sistema. “Pero pienso que es abierto y transparente. Todos saben de qué se trata”.
Desde los resultados, la “locura” creada para salvar al club ha sido muy exitosa. TC Freisenbruch terminó la primera rueda puntero e invicto tras 18 fechas, con apenas cuatro goles en contra. Recién ahora, luego del parate invernal, perdieron por primera vez, de locales, en su encantador estadio, el Waldstadion Bergmannsbusch, justo cuando los colegas de ESPN FC fueron a visitarlos para relatar su historia.
Desde una perspectiva menos cuantitativa las cosas son distintas. Möllensiep ya anunció que dejará de ser el DT analógico al terminar la temporada. Incómodo por no poder actuar libremente, decidió irse cuando le dijeron que el presupuesto de la campaña que viene lo iban a definir los socios en una asamblea virtual recién a fines de abril. Le parecía demasiado tarde para planificar en serio. “Quiero trabajar en un club en el que pueda tomar todas las decisiones”, admitió al explicar su alejamiento.
Pero todavía hay un costado más siniestro en el sistema que rige al TC Freisenbruch. Con la apariencia del Football Manager, sus socios toman decisiones sobre la vida no de futbolistas simulados sino de personas reales. Eso asemeja el proyecto a una versión futbolera del Gran Hermano televisivo. Los entrenadores virtuales pueden, en cualquier momento de la temporada, evaluar el rendimiento de cada jugador. Según lo estipulado, el futbolista que termine la Liga con una popularidad menor al 60% quedará libre. (El primer capítulo de la última temporada de la serie Black Mirror sirve para imaginar lo que es capaz de hacer una persona para mejorar su valuación virtual). Peor es el caso del DT que, de caer por debajo del 15% de aprobación, será despedido de inmediato.
En el mundo real, TC Freisenbruch tiene hinchas de carne y hueso, en su mayoría vecinos del barrio. Unos pocos, pero los tiene. Patrick Schmidt es un caso especial. Vive a 200 kilómetros, es socio y viaja, fin de semana por medio, para ver al equipo que él también dirige. “La mayor parte del tiempo no estoy de acuerdo con el entrenador. Es bueno tener su video pero yo conozco a los jugadores y los vengo viendo por años. Tengo mis propias opiniones”, afirma. Janine Mockenhaupt, que es voluntaria en el club y, a la vez, parte del cuerpo técnico real, piensa distinto. “Estoy triste y decepcionada porque el equipo perdió. Pero no quiero cambiarlo. Es un buen equipo”, asegura.
No alcanzará con que se pongan de acuerdo. Tendrán que convencer a otros 380 y pico de técnicos para resolver cómo hará TC Freisenbruch volver a la victoria. No será lo que quiera ninguno de ellos. Se hará lo que decidan todos.