Hace unos años, Joseph Tacopina estaba de vacaciones con sus cinco hijos en Roma, la ciudad en la que nació su padre, cuando, una tarde, entendió todo. Una típica salida dominguera de padre e hijos los llevó al Estadio Olímpico. Los pibes querían llevarse una camiseta del equipo de Totti pero no había dónde conseguirlas. “Necesité un mapa para llegar al lugar donde se vendían”, recuerda. “Cuando llegamos, solo tenían talle extra small. Yo pensaba: ‘Son un desastre’. Dejan mucha plata sobre la mesa, tienen una audiencia cautiva que no aprovechan”. Los Tacopina juniors verían qué otra cosa podían pedirle a su padre. Joe vio un negocio enorme. Sus décadas como prestigioso abogado penalista le desarrollaron un olfato infalible para detectar esas oportunidades comerciales.
Según Superlawyers, una revista que rankea a los letrados más caros de EEUU, Joe Tacopina es “uno de los abogados de crímenes de cuello blanco mejor calificados de Nueva York”. Licenciado desde 1992, su exponencial crecimiento profesional lo concretó en la última década. En 2007 fue defensor en tantos casos criminales de alto perfil que la revista GQ le dedicó un artículo de seis páginas en la que lo definía como “el abogado defensor mejor vestido, más relajado y trabajador” del país del norte. El perfil se tituló “1-800-salvame-el-culo”. Ese número lo terminaron marcando el actor Lillo Brancato (Los Sopranos), un ex jefe de la Policía de Nueva York y, más recientemente, el beisbolista Alex Rodríguez, entre muchos otros acusados de asesinato, lavado de activos u otro delito penal. New York Times sentenció: “Mr. Tacopina es en la defensa penal lo que Donald Trump es en el negocio inmobiliario”.
Para Tocapina, un tipo grandote y siempre bien trajeado, de cara angulada y rasgos fuertes, la vida se trata de construir un imperio propio. El sueño americano mezclado con los recuerdos y las raíces de su papá italiano emigrante. En una entrevista para un sitio jurídico, en la que lo consideraban “El Rocky Balboa de la defensa criminalista”, contó que el CD que estaba escuchando era un audio libro sobre Augusto, el primer emperador romano, que lo último que había leído era ese artículo de GQ sobre él, que su programa de TV favorito era la serie de HBO Roma, y que sus modelos a seguir eran su padre y Julio César.
En Roma, lógicamente, hizo su primer intento para fundar su imperio futbolístico, luego de fracasar en su desembarco en Bologna, en 2008. Tres años más tarde, Tacopina, formó parte según unos u organizó según él mismo, la compra de AS Roma por parte de un grupo inversor de los EEUU. Ocupó una silla en la junta directiva de ese primer club italiano con dueños extranjeros y unos años más tarde tuvo revancha en Bologna.
“El fútbol comenzó como una pasión para mí”, le contó a Bleacher Report. “La gente me decía: ‘¿Qué estás haciendo? Tenés una carrera exitosa en el Derecho’. Yo hacía algo de trabajo legal en Italia y siempre trataba de venir los fines de semana para ver los partidos”, agregó. “Dos horas escuchando a 20 mil hinchas cantar al unísono, sintiendo que las tribunas se movían, era algo que nunca había experimentado”, explicó.
Esa pasión, dice, lo llevó de vuelta a Bologna en 2014. Esta vez, junto al empresario canadiense Joey Saputo -dueño del Montreal Impact de la MLS- pudo comprar al equipo rossoblu. Tacopina asumió como presidente y en la primera temporada regresaron a la Serie A. Los hinchas lo adoraban, lo llevaron en andas durante la vuelta olímpica. Los jugadores también, cantaron su nombre en el vestuario durante los festejos. Joe aseguró que solo se iría de Bologna en un ataúd. Pero sus socios ya no lo querían y en octubre de 2015 firmaron los papeles necesarios para que se vaya en silencio.
Menos de 20 días más tarde, Tacopina ya había encontrado un nuevo club al que jurarle amor eterno: Venecia FC. “Es este. Esta es la última parada. Es un gran proyecto, a largo plazo”, prometió mientras posaba en uno de los puentes sobre un Gran Canal repleto de góndolas. Asegura haberse enamorado de la ciudad y de su club, pero cada vez que explica los motivos para comprarlo sus razones parecen un poco menos pasionales: “El club estaba a la deriva, iba a la bancarrota. Lo pensé durante un día entero y empecé a ver su potencial. ¿Por qué no hay nadie más en el mundo diciendo: ‘Ey, Italia, Calcio y Venecia, la ciudad más hermosa de todas?'”.
Joe tuvo la chance de adquirir la sociedad cuando estaba en Tercera División. Pero hacerlo significaba pagar 6 millones de euros para levantar las deudas que había dejado su anterior dueño ruso y comenzar la temporada siguiente con seis puntos menos, como penalidad. “Dije: ‘Voy a dejarlo caer y lo relanzaré con otro nombre'”, explicó. Así lo hizo. Venecia FC comenzó su era en la Serie D, el purgatorio de los impagos, donde suelen reencontrarse los clubes italianos que quiebran.
Con “amigos y socios comerciales” Tacopina conformó el grupo inversor que adquirió el club. Dice que es el dueño mayoritario del paquete accionario y que el resto, a los que no puede mencionar, son estadounidense. Extrañamente, nadie pensó en relacionar sus décadas como abogado defendiendo a poderosos ladrones de guante blanco con su facilidad para reunir dinero. Quizás, una cosa no tenga que ver con la otra.
Lo que está claro es que su visión de Venecia FC es mucho más comercial que la de sus hinchas. Es la misma que tuvo hace mucho tiempo atrás en Roma, cuando intentaba darle un gusto a sus hijos. “¿Por qué comprar otra estúpida remera de turista que diga: ‘I love Venecia’ en vez de conseguir algo que está más de moda, y es un producto de Nike, y lleva el nombre de la ciudad?”, se preguntó en relación a la camiseta naranja, verde y negra que se vende ahora en todas las islas venecianas.
Con casi dos temporadas completas, su presidencia no podría ser más exitosa. Hace un par de semanas ascendió a la Serie B y se transformó en el primer club italiano en subir dos categorías en fila en 56 años. En la carrera superó a gigantes en recuperación como Parma y Reggiana, propiedad desde 2016 de otro yanqui, el beisbolista Mike Piazza. Para el propio Tacopina es el tercer ascenso seguido, si le sumamos el que consiguió con Bologna.
Muy rápidamente, bajo su american way para hacer negocios deportivos, Venecia se está metiendo entre los grandes del Calcio italiano pese a su poca historia futbolera. El gran objetivo es llegar pronto a la Serie A, de la que se fue en 2002 cuando jugaba unificado con el club de Mestre, y recuperar la gloria que solo alcanzó a comienzos de la década del 40, cuando ganó la Copa Italia, en 1941, y fue tercero en Primera, una temporada después.
El propio Joe reconoce que las cosas le están saliendo mejor de lo que esperaba. “Superó mis expectativas. Sabía que tenía una marca global, por el nombre de la ciudad, una de las más famosas del mundo. Pero no me di cuenta todo lo que podía crecer”, afirmó tras otro ascenso. Más allá su énfasis en el marketing, el éxito deportivo del club está apoyado en la jerarquía de un par de nombres propios que saben mucho de fútbol italiano, hace mucho tiempo.
El primer gran refuerzo que hizo Tacopina fue contratar a Giorgio Perinetti como Director Deportivo. Con experiencia en Napoli en la época de Maradona, en Juventus, en Roma y en Palermo, donde descubrió a Andrea Belotti cuando jugaba en Tercera, el aporte de Perinetti fue clave para formar el plantel y desarrollar las divisiones inferiores, que eran un desecho.
Y además, por intermedio de Perinetti, Venezia FC consiguió a su actual DT, un tal Pippo Inzaghi. El histórico goleador, campeón de todo con Milan y del Mundo con Italia, arribó al modesto club esta temporada, para dirigirlo en Tercera, luego de un año sabático tras su mal debut como entrenador en el rossonero en la 2014-2015.
“Me convencieron el presidente y el Director Deportivo. Cuando siento la confianza de todos doy el cuerpo y el alma por el club en el que trabajo. No me importa la categoría. Lo que importa es estar bien y estar feliz de tomar la decisión que tomé”, dice Pippo en un bonito documental de KICK, que pueden ver al final (aunque solo en inglés).
El próximo pasó para el proyecto de Tacopina es, al igual que para los anteriores dueños, construir un nuevo estadio, más grande y más moderno, ya no en las islas venecianas sino en la zona continental, junto al aeropuerto regional. Hasta ahora, Venecia hizo de local en el histórico y pintoresco Pierluigi Penzo, al que jugadores e hinchas solo pueden llegar en largos viajes en vaporetto.
Crecer, para Venecia FC, será también romper con estas tradiciones y arraigos. “Después de tantos años de desilusiones, los hinchas esperan poder ver al equipo jugando al fútbol en las categorías más importantes. Creo que hay un potencial enorme, poco a poco estamos recuperando el amor por estos colores”, afirmó Evans Soligo, el capitán del equipo, comprometido con este cambio.
Tacopina es el gran gestor de todo esto. Es la cara del futuro de Venecia pero también puede ser la del pasado. Sus hinchas deben saber que, más adelante, si las cosas se vuelven más rentables en un lugar diferente, lo normal es que Joe se tome una góndola hacia otra parte. No debe haber rencores ni enojos. Aunque sea fútbol, se sabe, no es algo personal, solo son negocios.