César Vallejo nació en Santiago de Chuco, un pueblito en la Cordillera peruana, cerca de Trujillo, y recorrió el país macerando su talento único antes de viajar a París (todos los poetas viajaban a París), donde murió a los 46 años, en 1938.
Entre una cosa y la otra, entre el origen andino y la lápida francesa, refundó la lengua española, especialmente con su libro Trilce, artefacto experimental que escandalizó a buena parte de la crítica y que será por siempre una maravillosa caja de sorpresas, una deslumbrante investigación sobre las palabras. Se publicó en 1922, dos años antes de que los surrealistas sacaran chapa de revolucionarios con su manifiesto. Así que calculen la dimensión del cholito, que además tenía un enorme corazón de humanista y una sensibilidad política orientada a combatir –con la pluma, no con la espada en su caso– las consuetudinarias injusticias del mundo. España, aparta de mí ese cáliz es la gema literaria (y una antropología desesperada) dedicada a la guerra civil en España, mojón político del siglo XX y golpe de alto impacto en la ética entre marxista y cristiana del gran César.
Pues bien, no los aburro más. Sólo les pido que lo lean, que lo recomienden, que regalen sus libros en los cumpleaños y que tengan los Poemas humanos siempre en la mesa de luz para cuando necesiten reconciliarse con la vida. De lo que aquí se debe hablar es de fútbol. Y de cómo, justamente, César Vallejo se transformó en un club. ¿Quién fue el iluminado que bautizó a un equipo con el nombre de mi escritor favorito?, me pregunté hace unos días, al descubrir a la institución trujillana a causa de su inesperado triunfo ante Millonarios, por la Copa Sudamericana. ¿Podría una táctica deportiva remedar la belleza de la poesía de Vallejo?, pensé en forma insensata, como si todos los equipos que se llaman San Martín salieran a la cancha dispuestos a librar la batalla de Chacabuco. Es que estaba extasiado con la cruza infrecuente del fútbol y lo mejor de las letras. Me dije que me haría hincha incondicional de los Poetas, que así los llaman.
No sé cómo jugará el César Vallejo. Su entrenador es Franco Navarro, aquel elegante delantero que pasó por Independiente de Avellaneda y a quien Julián Camino, flamante renunciado al cuerpo técnico de la Selección, fracturó voluntariamente –no imagino nada más malvado en una cancha– durante un encuentro por las eliminatorias del Mundial de 1986 entre Argentina y Perú. Quizá Navarro les inculque a sus pupilos el toque sutil de la vieja escuela peruana. Por lo pronto, en lo institucional, hay que decir que la breve historia del club nada tiene que ver con la biografía ni con la obra del máximo poeta americano.
Creado en 1996, Universidad César Vallejo Club de Fútbol es una sociedad anónima, el derivado deportivo del emporio conducido por un notorio empresario al que le gusta definirse como un emprendedor: César Acuña Peralta. Este ingeniero químico fundó hace dos décadas el mayor consorcio universitario del Perú, integrado por la Universidad César Vallejo, la Universidad Señor de Sipán y la Universidad Autónoma, con sedes en todo el país. En paralelo, fue legislador, luego alcalde de Trujillo y, con un partido hecho a su imagen y semejanza, Alianza para el Progreso (APP), aspira ahora a la presidencia de la región La Libertad, el equivalente a una gobernación provincial en la Argentina. El mapa de La Libertad incluye a Santiago de Chuco, único contacto reconocible entre Vallejo y las instituciones que honran su nombre.
Acuña Peralta debe afrontar algunas investigaciones que buscan poner en claro varios tramos de su legajo. En estos días, por ejemplo, un jurado electoral intentaba determinar dónde cursó los estudios secundarios, información que al parecer no figura en la documentación presentada por el empresario. Como ocurre con tantos hombres que se inventan a sí mismos, el pasado es una fuente de problemas. En la ruta hacia el poder, a veces resulta indispensable acudir a ciertas ficciones piadosas y estratégicas omisiones. Ese es el verdadero triunfo de la voluntad.
Del mismo modo que algunos dirigentes hacen una escala en los clubes importantes de fútbol para fortalecer su carrera política, el ingeniero Acuña Peralta erigió su propio club. A pesar de su escaso rodaje en la categoría superior, Universidad César Vallejo ha logrado consolidarse a fuerza de inversiones. Es más: en su momento, los clubes canónicos se quejaron en voz alta porque el novel equipo de Trujillo había desestabilizado el mercado ofreciendo contratos fuera de horma, aun cuando la UCV está lejos de alistar grandes estrellas.
Pieza entre varias de un proyecto político personal, el César Vallejo ha despertado, sin embargo, el entusiasmo popular en la zona. Dudo de que el autor de Los heraldos negros se hubiera prestado como estandarte de tales operaciones.