“El manejo del club era tan desastroso, que un día recibí un llamado en el que me decían que necesitaban pagar un millón de euros en 24 horas o, de lo contrario, quebraban”. Esa misión digna de James Bond no la recibió un experto en finanzas vinculado al fútbol profesional, sino un cantante alemán de punk rock. El que lo cuenta es el cantante de Die Toten Hosen, un baluarte europeo del género, con casi veinte discos a cuestas, que tiene muchos seguidores en la Argentina: de hecho, en su disco Ausswärtspiel (2002), que significa en alemán “partido de visitante”, Die Toten Hosen le dedicó expresamente la canción homónima a su público argentino.
Campino, el carismático vocalista del grupo alemán, recuerda aquella vez, en 2001, cuando con la banda arreglaron de apuro un contrato de publicidad con una cervecera a cambio del urgente rescate financiero para el Fortuna Düsseldorf, el modesto equipo de la ciudad donde se crió el grupo. En señal de gratitud, el equipo lució en su camiseta el emblema de Die Toten Hosen durante dos años. “Nunca usamos la banda para hacer publicidad, pero hicimos la excepción esa vez, y gracias a eso, el club pudo sobrevivir”, cuenta orgulloso el cantante.
El Fortuna Düsseldorf tuvo su época de gloria entre 1971 y 1987, cuando participó ininterrumpidamente de la Bundesliga durante dieciséis temporadas. A fines de los 70 alcanzó una memorable performance que incluyó dos Copas de Alemania (la última, ganada al Colonia de Harald Schumacher, Bernd Schuster y Pierre Littbarski) y una final de Recopa Europea perdida agónicamente ante el Barcelona. Algo esperable para el equipo de una ciudad con medio millón de habitantes que juega en un estadio de 50 mil butacas. Pero ese respetable equipo comandado por los hermanos Thomas y Klaus Allofs se fue desdibujando hasta convertirse en un errante cuadrito que recién ahora resurge de las miasmas del ascenso germano (llegó a vagar por ligas regionales), logrando un demorado retorno a la Segunda División.
El mérito eterno de Die Toten Hosen será haberse sentado a la mesa cuando ya no quedaba ni el postre: en 1988 (un año después del descenso a Segunda) los integrantes de la banda decidieron destinar a las arcas del club un marco por cada entrada vendida en la extensa gira con la que presentaron Ein kleines bisschen horrorschau (1988), uno de sus discos más célebres. El dinero recaudado fue utilizado en la compra del por entonces defensor ghanés y, hasta hace poco, entrenador de la Selección de su país, Anthony Baffoe. “Jugamos partidos benéficos contra otros equipos y nos invitaron como miembros de honor. Me saqué las ganas, porque de chico jugaba en un club de los suburbios y alguna vez aspiré a dedicarme al fútbol, pero con el tiempo veo que tomé la decisión correcta: tengo 40 años y aún sigo en el negocio, lo cuál me hace sentir un afortunado”, sostiene Campino, quien actualmente apoya al Fortuna financiando a sus divisiones inferiores.
Tal vez porque entre pasiones se entienden mejor, el amor y el odio encuentran en la dinámica artística de Die Toten Hosen al fútbol como principal agente expansivo. Y así como le dieron lo que pudieron al Fortuna, le dieron con lo que tuvieron al Bayern Múnich en Bayern, una canción del disco Unsterblich (2000) en la que decían cosas tales como “nunca en la vida iría a ver al Bayern”, “¿no es la vida demasiado bonita como para echarse a perder siendo del Bayern?” o, sin metáforas ni eufemismos, “ese equipo de mierda”. Editada también en formato simple, la canción causó un impacto inesperado. Los noticieros mostraban imágenes de jugadores tirando discos de los Hosen a la basura, mientras que el propio propio Franz Beckenbauer (figura sacrosanta del cuadro bávaro) bramaba por televisión que “la mierda de la sociedad, tarde o temprano, va a morir”.
Campino opina que “son arrogantes y transformaron nuestra Liga en un shopping; también representan una conciencia política, ya que en otras épocas era difícil ser de izquierda y jugar en el Bayern. Cuando hicimos esa canción, nos enfrentamos a ese inmenso poder sin imaginar la locura que íbamos a desatar incluso fuera del círculo de fanáticos del Bayern. Pero de alguna forma quisimos expresar la frustración que sentimos los equipos chicos ante ese mismo poder con el que es imposible competir”.
Publicado en Revista Un Caño N°21, Enero 2010.