La Peña
Sábado 4 de febrero y el Espanyol visita al Athletic de Bilbao de Bielsa. Voy llegando a la Penya Espanyolista de Cornellà. Es temprano y parece no haber nadie. Desde el fondo se asoma un señor de sesenta y pico con una campera perica, anteojos y con el pelo salpicado de blanco que aún resiste al tiempo peinado todo para atrás. Me mira, sabiendo que no soy uno de los de siempre, y me pregunta primero con la mirada y luego con su voz, que de qué voy, que qué necesito. Le cuento. Me ofrece un café y que nos sentemos ahí. Le digo que, en vez del café, mejor una caña fresquita, y me siento ahí.
Xavier Edo, es el presidente de la Peña. Al saberme argentino me dice que tiene familia en Buenos Aires.
-En… ¿cómo se llama eso…? la playa aquella que hay, algo del pino… -le ayudo: Pinamar. – Eso, Pinamar. De momento no he tenido la oportunidad, pero ahora cuando me jubile pienso visitar.
La Penya Espanyolista de Cornellá, una de las casi doscientas que existen en toda España y algunos otros lugares del mundo, es un antiguo garaje pintado de azul y blanco y acondicionado con una barra de bar al costado. El lugar es trofeos, placas, banderas catalanas y del Espanyol, un cartel de papel manuscrito que dice que está prohibido tirar las cáscaras de los frutos secos en el suelo, fotos de equipos de diferentes épocas, un cuadro con la foto de Sarriá todo autografiado por jugadores, recortes de diarios, camisetas azules y blancas y muchas bufandas que cuelgan del techo, del Espanyol, de algunos otros equipos españoles y del resto de Europa. Todas las sillas de plástico están enfrentadas a una gran pantalla donde se miran los partidos y cerca de la entrada hay un metegol con jugadores del Espanyol y del Barça. En el centro de la peña, pintados sobre la pared, dos pericos (animales) azules mirándose y entre ellos la frase: “La força d’un sentiment”.
-Ese es nuestro eslogan. Somos un equipo pobre, hecho de familias. Mis padres, mis hermanos, mis abuelos, mis nietos, todos eran y son del Espanyol, vaya bien vaya mal, somos los mismos. – Cuenta orgulloso que su padre es el socio número 150 y él 300 y pico, en un club que ya tiene alrededor de 30 mil socios. Después recuerda el eslogan del Barça Mes que un club y eso lo hace enojar porque dice que la gente fuera de Catalunya no sabe que hay más que un club.
-Se hacen del Barça porque todo le va bien. Cuando les vaya mal… ya parlarem. Ahora quieren copiarnos lo de La Curva, pero tienen problemas porque la gente es mayor, se acomoda, es de un club ganador, que lo tiene todo hecho.
La peña tiene 30 años y cuenta con 190 socios. Xavier es su presidente desde hace doce años. Lo vota la gente. No le pagan nada. Durante la charla, a veces le digo shavi y otras Javi, con J, como cuando Kempes transmite algún partido del Barça.
-Estoy todos los días aquí y mi esposa súper enfadada: “eres más de la peña que mío”, me dice. Abrimos lunes, miércoles y viernes por las tardes como si fuera un bar, pero es un centro social. Con lo que cobramos del bar pagamos los 1500 euros que tenemos de gastos. ¿Que si he llorado? vaya si he llorado por el Espanyol, pero ya no lloro…
– ¿Qué porcentaje de tu vida le has dedicado al Espanyol? – le pregunto.
– ¿Yo? ¿Mi vida? – los ojos se le vuelven rojos y va cayendo despacito una lágrima por mejilla. Después del silencio como pausa que da paso a la emoción, larga:
-Toda. Toda al Espanyol.
Para evitar que la lágrima de paso al llanto cambia de tema y me cuenta que además de ser españolista a morir, cuando hay sol y hay playa, ahí me ves a mí, y también tengo una imprenta, me dedico a ensuciar papel, dice. El mano a mano va terminando porque comienzan a llegar algunos otros Pericos. Un viejo con el pelo teñido que se parece al escritor Daniel Salzano, saluda y se suma a la charla. También David, un treintañero. La conversación gira nuevamente en torno al Barca y:
-Es la primera entidad de turismo de la ciudad de Barcelona. Cualquier persona que viene del extranjero va a ver los monumentos de Gaudí, y el Camp Nou. Es un club mundial, tenemos que reconocerlo – asume Xavier.
-No nos jode que en la selección sean del Barça, son de ellos porque los pueden pagar- aporta Salzano con su voz casi gangosa.
-Ni el Barça ni el Madrid, pero si tiene que ganar alguien que gane el que juega contra el Barça. Nosotros somos del Espanyol y nada más – dice David a su turno, cumpliendo el rol de Guido Kaczka en Polémica en el bar.
Entra otro viejo que es igual a Lambetain, con la gorra, los lentes, pero sin la falsa dentadura y buenas tardes para todos. Se sienta en la ronda.
– Pues para mí el mejor momento fue cuando hicieron el nuevo estadio – dice David.
-Y muy bonito- agrega Xavi.
– ¿Un jugador? ¡Hombre, muchos!, pero Tamudo, por la cantidad de goles que ha marcado. Máximo goleador de la historia del Espanyol. Me dio una alegría tan grande que fue quitarle la liga al Barça. No es que se la dio al Madrid, se la quitó al Barça. El socio número uno, de toda la historia, dijo que ese momento fue lo más fuerte y eso que él había vivido todo. Fue ufff…- recuerda Lambetain.
– ¿Les ha afectado llamarse Espanyol? – les pregunto recordando lo que hablé con Casanova.
-Así nos pusieron el primer día, pues ya está. ¿El Boca va a cambiar de nombre? ¿El San Lorenzo de Almagro va a cambiar de nombre? Pues no. Y si tú vas al campo del Espanyol hoy en día escuchas hablar más catalán que en el del Barcelona. – Responde Xavi.
El lugar va llenándose y la ronda sigue debatiendo. Xavier entiende que ya tenemos que levantarnos y me invita a recorrer toda la Peña para mostrarme sus logros. Cuando termina la vuelta, mira el local ya casi lleno y sabe que tiene que hacerse cargo. Me palmea y me invita a sentirme un Perico más:
-Tú estás aquí como si fuera en tu casa ¿eh?
Pido otra caña y me siento en la barra a ver el partido. En el salón hay más de 40 Pericos y Pericas de todas las edades con bufandas, camisetas, camperas y demás atuendos albiazules. Xavier me acerca una cazuelita llena de maníes y sigue detrás de la barra despachando cañas, gintonics o cafés. Cada vez que avanza el Espanyol gritan y Xavier -con un palito en la boca sirviendo una lata de Fanta en un vaso- levanta la mirada hacia la tevé.
-Aquí hay un ambiente futbolístico tremendo-, dice Xavier, como dictándome lo que tengo que poner en mi futura crónica, y apaga algunas luces para dar más ambiente y más visión.
Atendiendo en la barra también está “La Abuela”, que con más de 70 años es la vocal de la junta directiva de la peña -la que mueve todo-, dice Xavier. La Abuela tiene zapatillas blancas y un delantal del Espanyol que le cubre una campera rosa y negro. Y como abuela, lentes. Atiende, lava platos, todo. Ahora pone las manos en jarra y mira el partido compenetrada.
Gol del Athletic.
-¡¡¡La madre mía!!! Se escucha desde las primeras filas.
-¡¡¡Goooolllllllll!!!- Del Espanyol. Se abrazan, se ponen contentos y una caña para el señor, otra por allí y otro whisky más allá. Un fanático de lentes y pelo corto aprovecha el gol para pararse junto a la barra y comentar el partido con Xavi, que sigue atento todo el tiempo a todo.
Segundo tiempo. Golazo de Weiss. Revientan de felicidad. La Abuela ahora atiende a más no poder. Parece que el optimismo del gol abre los corazones, la garganta y el apetito.
Gol del Athletic. Y luego otro gol más, también del Athletic.
-¡¡¡Malaleche!!!- Grita La Abuela, hace un ademán acorde, refunfuña y sigue acomodando. Al Perico pelado que se sentó a mi lado en la barra le agarra un repentino sentimiento de pesimismo:
-Vamos a perder el partido, ¡me cago en Dios! -Agarra su whiscola, un manojo de maníes y se va al fondo para no mirar.
Salzano se levanta de su silla plástica en un movimiento nervioso y se pide la segunda cerveza. La abuela acomoda dos vasos secos con sumo cuidado. Seca otro vaso, levanta la mirada al televisor y guarda el vaso. Xavi, orgulloso, me comenta algo de la pantalla gigante y sigue preocupado por tratarme bien. Los Pericos, ahora presos de las emociones negativas, dejan caer algunos insultos al boleo en el salón. Y encima el friazón que hace. Queda muy poco tiempo para el final y los nervios de la esperanza se vuelven silencio en la sala. Histéricos, poseídos, empujan a sus jugadores en la pantalla. Se acerca otra vez la derrota. Ya es la hora del final y ¡¡¡¡¡¡¡Goooooooooolllllllllll!!!
– ¡Siempre tenemos que sufrir me cago en dios! – larga el pelado que vuelve a su lugar y pide otro whiscola. – ¡Pita ya!¡Joder!
Final del partido y el empate a tres los deja más que felices. Es una de abrazos y griteríos pericos en todo el salón. Se van contentos.
Ellos se van contentos, pero yo me voy un poco preocupado, ansioso – por no confesarme miedoso-, porque en la próxima semana tengo cita para hablar con los barrabravas del Espanyol.
Los barrabravas y el final
Después de algunas semanas, ha llegado la hora de hablar con los muchachos de La Curva Jova, la “barrabrava” perica. Mientras el encargado de prensa me acompaña por los pasillos del estadio me siento Hunter S. Thompson yendo a su primer encuentro con los Ángeles del Infierno. Se me cruzan por la cabeza el Gordo Lucho, el Loco Tito, el Abuelo, Di Zeo. Considero seriamente dar media vuelta y quedarme con lo que ya tengo, que estoy lejos de casa, es de noche, hace frío y ya casi no me acuerdo nada de judo. Me hacen ingresar en una sala que parece de reunión de directorio, con las paredes blanco nuevo y sillas azules alrededor de una mesa ovalada blanca. Algunas repisas con algunos trofeos, diplomas, cuadros del Espanyol y un mapa de España pinchado sobre un corcho de pared, pinchado a su vez en cada lugar donde existen peñas españolistas.
-Él es Ricardo, uno de los encargados y coordinadores de La Curva, y él es Luis, vocero y presidente de peñas. – Me dice el encargado de prensa.
Ricardo tiene un buzo del Espanyol, es pelado y rapado a la vez, grandote y aunque muy lejos de un Di Zeo, yo no me arriesgaría a ninguna broma. Les cuento de qué voy, pero mis nervios me traicionan y me mal interpretan con que al Espanyol no los conoce nadie… Ricardo me mira con su cara de pocos amigos como diciendo este viene a ningunearnos y con su voz ronca, de machote, dice algo que no entiendo. Por suerte también está Luis, el vocero que tiene la voz resfriada y me explica que hay muchos argentinos que han ido al Camp Nou, pero que terminan eligiendo al Espanyol, por la pasión, por el sentimiento, incluso hay entre los socios algunos argentinos. Ya pegamos onda con Ricardo también y se empieza a desenvolver, muy bien hablado.
-Ustedes dicen que son más grandes por lo que sienten… ¿Qué es lo que sienten que los hace más grandes? – les tiro.
– ¡Pos hombre, ya lo tienes que ver! ¿no? Estar con un monstruo en esta ciudad, llevamos 112 años de historia, hemos bajado a segunda, nos han tirado un campo, ahora somos 35 mil socios, la prensa y los políticos nos quieren meter el pensamiento único del Barça, y nosotros estamos luchando contra todo eso. Llevábamos 60 años sin ganar nada, hemos bajado a segunda… Por eso somos diferentes por lo que sentimos. SOMOS POR LO QUE SENTIMOS. -Responde Ricardo.
-A La Curva la envidia toda España, no existe en este país un fenómeno así, que en tan poco tiempo se haya consolidado tanto y bajo unas pautas muy sencillas pero muy claras. Estamos hablando de sensaciones muy muy fuertes. -Apoya Luis.
-Y ese sentimiento del que hablan ¿es una forma de vivir? -, avanzo.
-Sin duda. Yo me he divorciado por el Espanyol… así que mira. Porque ella no comprendía este sentimiento. Mi vida y mi trabajo se basan en el Espanyol- se confiesa Ricardo y cuenta que hasta ha pasado noches durmiendo en la cancha de Sarriá.
-Sí. Suena muy fuerte, pero es así. A veces se sufre porque sufres por lo que quieres. Pero también te alegra. Es un club por el que se llora mucho. Yo consumo en Perico, compro en supermercados de conocidos dirigentes del club o de ex dirigentes, y si hay dos bares, almuerzo en el del Perico y hablo con él. Cuando llevas muchísimos años con el Espanyol alrededor de tu vida, lo normal es que casi todos tus amigos sean del Espanyol. Compartes la misma manera de pensar, los mismos valores, nos alegramos y nos cabreamos igual, es un sentimiento de tribu. -dice el vocero resfriado.
Me invitan a un refresco, elijo una coca. Abro la lata y les pregunto qué es La Curva Jove.
–La Curva se creó a partir de un grupo de amigos que pertenecíamos al fondo sur de Sarriá, se llamaba Irreductibles. Era la unión de La Peña Juvenil y las Brigadas blanquiazules. Cuando derrumbaron Sarriá y nos trasladamos al Estadio de Montjuic, por diferentes cuestiones nos separamos. Pasó el tiempo y la gente se empezó a disgregar, pero luego comenzamos a hablar con diferentes grupos y decidimos juntarnos, con base de animar al Espanyol y nada de política, ya que la política era lo que dividía un poco a la afición. Hoy somos 3 mil personas y está regida por Óscar y yo, y gente que se encarga de la logística, del material, página web, etc.- me explica Ricardo.
La Curva ya tiene más de diez años y para pertenecer a ella existe una lista de espera de 150 personas porque no hay sitio. Antes se llamaba La Curva Jove (joven en catalán), pero cuando los integrantes fueron creciendo tuvieron que dejar sólo La Curva, aunque oficialmente se nominen La Curva RCD 1900. Tienen un sistema de megafonía para hacerse escuchar más y mejor y una tarima que está en la parte inferior de la grada detrás del arco, para que los vean más y mejor. Es en la única zona del estadio donde se puede estar de pie.
– ¿Hay ultras (barrabravas) en La Curva? – los incomodo.
-Todos los equipos del mundo tienen ultras. – dice Ricardo. Interrumpe el vocero resfriado y dice que a los que no querían seguir la política de La Curva se les invito a abandonar el grupo y se retiraron. Y ahora quieren volver, pero ya es tarde. Suena el celular de Ricardo, pide perdón y se retira de la sala. Me quedo solo con Luis y le pregunto si ha llorado por su club.
-He llorado bastante por el Espanyol. La final de la copa de la UEFA del ‘88 fue mi primer gran llanto, la perdimos de una forma tremenda. Luego por Jarque o cuando dinamitaron Sarriá… Yo creo que los Pericos lloramos mucho, porque tenemos un sentimiento muy fuerte, por lo cual es más fácil llorar.
Entra Ricardo y dice que son conscientes de que se han hecho muchas cosas mal, cosas que el Barça ha hecho bien, como captar el aumento de población de ansias de fútbol o cuando quedaron asociados en el imaginario al régimen franquista.
-Y mira cómo estamos, imagina cómo estaríamos si hubiésemos hecho bien todo. ¡Puf, seríamos el re bomba! – Y se ríen un poquito.
Aprovecho las risas y me animo a hablar un poco de su rival – ¿Qué sienten de este momento tan exitoso que vive el Barça? Algunos dicen que es el mejor equipo de la historia y…- antes de terminar mi idea Ricardo va arrinconándome con la mirada y larga secamente:
-No me importa nada el Barça. – y me quema con su mirada, está hasta los huevos de que hablen del Barça.
Silencio.
-No te importa nada el Barça…- digo, como tragando un carozo de aceituna.
-Yo sigo lo mío.
Se ponen eufóricos, embroncados y hablan entre ellos sobre la desigualdad que promocionan los medios hasta que Ricardo dice que ya está, que nunca podrán tener el sentimiento que tenemos nosotros.
-Nos sentimos muy identificados con lo que pasa en Argentina, vamos perdiendo tres a cero y seguimos alentando. Tú vas al campo del Barça y no vas a ver una cara como la nuestra. – dice Ricardo.
-NUNCA. – aporta Luis.
-Ni un niño llorando. Allí va un señor, empresarios, turistas, caras de japoneses ¡y ya está! – dice Ricardo.
– ¿A ustedes les pagan desde el club? – interrumpo. Se sonríen con mi pregunta como diciendo ¿qué dices?
-Disgustos. No nos pagan ni entradas. Somos socios. Pagamos todo. – Me responde el “barrabrava”.
Ricardo me cuenta que se dedica a la compra y venta de material electrónico y cosas de esas. Tiene dos hijos que viven en Madrid con la madre y de tan Periquitos que son no saben ni quién es Messi. Luis es vendedor autónomo y no tiene hijos. Ricardo se levanta y se excusa de que tiene que irse ya.
-Ricardo, antes de que te vayas…: ¿Puta Barça? – le pregunto.
-¡¡¡Puta Barça!!! Eso siempre. Pero bueno, lo de puta Barça engloba muchas cosas, no es solo por el equipo, todo el tema de la prensa, de la política, etc. Ese es nuestro grito de guerra y que no nos podrán hacer callar.
Me despido con un apretón de manos y él me dice “encantado, vale”, y yo que no me imagino al Gordo Lucho o a Di Zeo diciendo “encantado” … Suerte, le digo. – ¡Venga!- y cierra la puerta.
Se abre nuevamente la puerta y entra el otro jefe de La Curva. Óscar es pelado, petizón y lleva unos lentes comunes. Más que barrabrava parece un contador, un oficinista. A este no le tengo ningún miedo. Con la voz más finita que Ricardo, entra en la conversación y empieza a despotricar contra la televisión pública. Asegura que el sentimiento españolista es un acto de rebeldía, de nadar contra la corriente, contra instituciones políticas, la prensa, contra todo. Como ha entrado tan caliente, le pregunto si alguna vez se ha peleado por el Espanyol.
– ¡Pfff! Cuando era más joven…golpe de puño, en bares, vienen a pegarme y hay que pegar. – me dice, y yo que analizo su apariencia y me cuesta mucho imaginármelo.
La charla va agonizando y quiero meter mi bocadillo antes que sea tarde: ¿Conocen al mejor club de Córdoba? Se miran desconcertados. Insisto.
-Ehhhhh… y tú de cuál eres ehhhh…- Siguen perdidos.
-Se llama Talleres de Córdoba y tiene la camiseta azul y blanca, igual que la de ustedes…
– ¡Ostras! – se sorprende Luis, y Óscar dice que de nombre sí lo conoce. Les cuento que Pastore salió de acá, de Talleres, para que se ubiquen, y ahí nos ponemos de acuerdo.
-Quizás por eso te ha llamado un poco el Espanyol, por los colores- dice Óscar.
-Sí, sí, pero lo que más me llamó la atención es la diferencia que se hace con ustedes y la diferencia de logros deportivos con el Barça-, respondo, y se miran con la mirada de la resignación.
Ya son las 9 y diez de la noche, y dicen que el friazón que hace no es normal. Terminamos hablando del tiempo y de Pochetino, que en aquellos días sonaba el rumor de que se iba a ir al Madrid, entonces le largo: ¿si juegan el Madrid y el Barça, a cuál prefieren?
-Yo siempre quiero que pierda el Barça, contra quien sea. -Responde Luis.
– ¿Óscar, querés decir algo más?
– ¡Puta Barça! – Y todos nos reímos.
Voy saliendo solo y entre los pasillos vislumbro la idea de Resistencia. Resistir, eso también es otra singularidad de ser Perico, pienso. Ellos se consideran una gran afición, el activo más importante del club. ¿Acaso una persona o un conjunto de personas por sufrir más se puede considerar más hincha que otras personas que sufren menos? ¿La circunstancia del sufrimiento, del perdedor, es directamente proporcional a la intensidad del sentimiento? ¿De la pasión? Me acuerdo de Jarque, del cementerio Perico, del estadio dinamitado y hecho trizas por el avance del real estate, de las lágrimas en Xavi, Jorge, Alex, la resignación y bronca de Casanova, de algunas injusticias y voces acalladas. Y también recuerdo aquellas palabras de mi amigo, el gran Miquel, de que quizás esa manera de representarse que tienen los Pericos es una forma de sublimar la derrota, a través de la cual representan su sentimiento. O aquellas de Enric González, de que el amor sólo se puede medir por el grado de dolor que es capaz de infligirnos aquello que amamos. “De que todo este sufrimiento solo puede tener una explicación metafísica y que no obtendrán la recompensa en este mundo. Solo los que padecen ese vacío se acercan al fútbol de una manera realmente religiosa. En cierto modo, la fe sacrificada y gratuita procura un extraño sentimiento de superioridad frente a los que ganan siempre, o casi siempre, o alguna vez. Uno acaba convencido, aunque no sea elegante confesarlo– dice González-, de que sus sentimientos poseen mayor pureza que los de la competencia.”
Después sabremos que aquel campeonato el Espanyol no entró a las copas, y al siguiente hizo tan mala campaña que estuvo peleando hasta el último por no irse a la B. Pero esto será después, muchos después. Ahora afuera está imposible, las luces que rodean al estadio se van apagando y la oscuridad va ganando. Camino masticando la charla con los barrabravas y entre tanto oscuro, un basurero color naranja con un grafiti improvisado en aerosol que dice puta Barça, en blanco sobre azul. Lo leo. Sonrío. Y me digo: perdón Messi, pero…
¡¡¡Puta Barça!!!- grito a voz en cuello.
Ser Perico, así es. Ser el otro, así fue
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